martes, 31 de julio de 2007
Curiosidades de los viajes
lunes, 30 de julio de 2007
El lector
domingo, 29 de julio de 2007
Nôtre Dame, por error
jueves, 26 de julio de 2007
La chica del acordeón
miércoles, 25 de julio de 2007
Inmigrantes
martes, 24 de julio de 2007
Comiendo de la mano
lunes, 23 de julio de 2007
La frutería de Mauro
Donde ahora está la frutería de Mauro, su abuelo tenía una cerería. Aun recuerda aquel olor que hacía la tienda a velas, como los domingos al entrar en la iglesia, cuando iban a misa todos juntos. Cuando el abuelo Mauro murió, dos años antes que su padre, la madre de Mauro y su padre, que también se llamaba Mauro, decidieron cambiar el negocio por una frutería. Las velas habían dejado de dar dinero, y eso que en los alrededores de la tienda había bastantes iglesias, pero la gente ya no usaba las velas tanto como antes y el negocio apenas daba para mantener al abuelo, así que cerraron la cerería Mauro y abrieron el negocio que todavía hoy día funciona.
Cuando visitaban al abuelo, como no había demasiado trabajo, Mauro se sentaba con él en la puerta de la calle y miraban pasar a la gente. Un día el niño preguntó al abuelo:
- Abuelo, ¿quien es esa señora tan rara?
- No es rara, es que no es de aquí.
- ¿Cómo que no es de aquí?
- No, es de Japón. Muy lejos de aquí. – dijo el abuelo sin saber como explicarle dónde estaba Japón.
- Ah! Y, ¿a qué ha venido?
- A ver nuestra ciudad. Le han dicho que es muy bonita y por eso ha venido – dijo el abuelo sonriendo.
- Ah! ¿Y la suya no es bonita?
- Seguro que sí, – dijo el abuelo soltando una carcajada – pero ha venido porque la nuestra también lo es y quiere conocerla también.
- ¿Y si le gusta más se quedará?
- No, seguramente no. Volverá a su casa dentro de una semana o 15 días, más o menos, y mientras tanto irá visitando otras ciudades.
- ¿Y nosotros podemos ir a ver su ciudad?
- Pues claro, pero para eso se necesita dinero.
- Yo tengo un cerdito lleno de dinero. Lo podemos romper y vamos a ver su ciudad.
- No, por desgracia con tu hucha no podríamos llegar ni siquiera a Roma – dijo el abuelo, mientras abrazaba al niño con ternura.
- Vaya. – dijo el niño con un toque de tristeza en la voz - Pues cuando sea mayor yo quiero ir a visitar su ciudad, y a visitar muchas ciudades como las que salen en los libros.
- Claro que sí, pero para eso tienes que estudiar mucho, y sacar muy buenas notas, para poder tener un buen trabajo, y así poder viajar durante las vacaciones. Mira, el abuelo con lo que gana en la cerería, tampoco puede ir a visitar Japón. Pero tú, si eres aplicado, seguro que sí podrás.
- Y tú porqué no estudiaste, abuelo?
- Eran otros tiempos, Mauro, eran otros tiempos.
- Vale, pues estudiaré mucho e iremos juntos a Japón.
El abuelo murió mientras Mauro estudiaba ingeniería. Dos años después murió su padre; así que Mauro, tuvo que abandonar la carrera y ayudar a su madre en la frutería. Ella sola no podía mover las cajas, atender a la gente e ir a comprar al mercado central el género que luego pondrían en las estanterías. Hace dos años la madre de Mauro también murió, y ahora él sólo lleva la frutería.
Cuando no hay clientes, se sienta en el escalón a mirar a la gente pasar, como lo hacía con su abuelo, y recuerda aquellas conversaciones con él, y con mucha pena piensa que su cerdito no ha engordado lo suficiente para ir a visitar Japón. Aun así, cada día, con la misma ilusión que cuando era niño, saca una moneda y la mete en su cerdito.
Feliz día, viajeros.
Entrellat
domingo, 22 de julio de 2007
Los amigos
viernes, 20 de julio de 2007
Autorretrato sin mí
lunes, 16 de julio de 2007
El embarcadero
Foto: El Canal de la Giudecca, con la isla homónima al fondo. Venecia