domingo, 27 de marzo de 2011

A los ratones maricas les gustan los musicales

El viernes, mientras desayunaba, cayó en mis manos un ejemplar de prensa gratuita del diario ADN. Entre los temas que tocaba hubo uno que llamó mi atención: ¿Gay por la falta de serotonina? Científicos chinos modifican la orientación sexual en ratones macho. En dicho artículo se argumentaba que, según un estudio de dos científicos del instituto Nacional de Ciencias Biológicas de Pekín, que fue publicado esta semana en la revista Nature, la serotonina tenía una incidencia directa en la orientación sexual de los ratones. Y se preguntaban si sería aplicable a los humanos.
Si bien los humanos con bajos niveles de serotonina pierden la libido, parece ser que los ratones macho privados de dicha substancia, tan sólo pierden el interés por las hembras. La fuerte libido se mantiene intacta, aunque se reconduce el objeto del deseo, o se diversifica.
Los ratones machos faltos de serotonina a los que se les introducía en la jaula otro ratón macho, tardaban poco más de ocho minutos en intentar tirárselos, mientras que los que tenían un nivel normal de serotonina, después de media hora seguían sin querer ligar con sus congéneres. Pero no sólo eso, si en la jaula se introducían machos y hembras, los ratones con poca serotonina trataban de montar a los machos en un 80% de las ocasiones, cuando en condiciones normales de serotonina el porcentaje era del 20%.
Los científicos concluyeron entonces que dicha substancia "es crucial para la preferencia sexual masculina en ratones". Pero todavía fueron más allá. Los ratones machos, que tienen como método de cortejo una especie de serenata, dirigían también las canciones a otros machos cerca de un 10% del tiempo. Lógico, también. Por todos es sabido el interés de los maricas por los musicales.
Después de leer el artículo tuve que recoger mis ojos del suelo, porque de abrirlos tanto ante la sorpresa de lo leído, se me habían salido de las cuencas.
Decir que si a los ratones les quitas la serotonina se vuelven maricas, es como decir que la homosexualidad tiene arreglo. Sería casi como decir que si a los rubios les hubiera llegado un mayor aporte de melanina, serían morenos. Y digo “casi”, porque mientras que si afirmamos esto para los rubios, no estaríamos diciendo que la “rubiez”, la calidad de rubio, se puede curar; porque nadie se plantea “curar” a un rubio, sin embargo esa misma afirmación sobre la serotonina en los gais sí apunta a esos derroteros. Sugiere que la “gayez”, la calidad de gay, se puede curar añadiendo tan sólo un chorrito de serotonina.
Y yo me pregunto: ¿por qué en un país donde oficialmente no hay homosexuales, se dedican a financiar con dinero público estudios como éste? ¿No sería mejor dedicar todos estos esfuerzos a paliar las desigualdades sanitarias que existen el país, donde el sistema nacional vigente es el fundado a principios de la década de 1950, y en el cual las zonas rurales quedan prácticamente desprotegidas? Por no hablar de derechos humanos, que no saben ni siquiera lo que son.
Que tengáis un buen día, viajeros.
Fran

domingo, 13 de marzo de 2011

Amigos y otras categorías

Foto: Manu y yo, con los amigos que hace más tiempo que conservo.

Hace años, cuando era niño, si conseguía hablar con otro chaval en el parque dos veces, ya era mi amigo. La cosa era así de fácil. En el colegio ya era un poco más difícil. Tenías muchos amigos y entre ellos tu mejor amigo. En esta categoría podían entrar dos o tres niños, pero sin que se enterasen entre ellos. Si por aquellas cosas de la vida se enteraba uno de que tú se lo habías dicho al otro, te preguntaba enfadado: «Me ha dicho Rodri que es tu mejor amigo. ¿Pero no era yo?» Y ahí tenías que inventarte una nueva categoría. «No, pero tú eres mi mejor-mejor amigo, pero no se lo digas a Rodri». Y se iba contento a pavonearse delante del otro niño con su nuevo estatus.
Hoy en día la cosa se ha complicado. O a lo mejor es que tenemos más tiempo vivido a nuestras espaldas y por tanto conocemos a más gente, y a esa gente hay que clasificarla en grupos. Así somos los seres humanos, todo lo tenemos que clasificar. Aparte de los amigos de toda la vida, los mejores amigos y los mejores-mejores amigos del colegio, se han introducido en nuestras vidas nuevas categorías: los ciberamigos, los follamigos, o los perramigos.
Los ciberamigos —todos los conocéis— son aquellas personas con las que hemos contactado principalmente por internet, ya sea en chats, en blogs, en el facebook, que parece que conocen mucho de nuestra vida porque tienen acceso a nuestras fotos, a nuestros perfiles, pero que en realidad con la mayoría nos une bien poco. Que uno tiene 500 amigos en facebook y piensa: «coño, el día que me case, como los tenga que invitar a todos, voy a tener que alquilar el Palau St. Jordi».
Los follamigos —no sé si es necesario explicarlo, porque su nombre es bastante explícito— son aquellas personas a las que sólo se llama cuando empieza a picarnos el gusanillo, y no me refiero al gusanillo del hambre. Son aquellos que cuando los llamas piensas, «ostras tengo que llamarlos más veces, para tomar un café, sin que haya sexo, para que no se note que sólo los llamo cuando me da un calentón», pero que cuando acabas, se queda sólo en un «bueno, si eso ya nos llamamos».
Y luego están los perramigos, que son esas personas que están al final de la correa que ata a los perros con los que se detiene el tuyo para olerles el culo. Si bien son personas a las que no hubieras saludado nunca al cruzártelas en la plaza, queda raro que mientras ellos se huelen el culo, el sexo e intentan montarse el uno al otro tu estés ahí parado y callado. Así que al final acabas saludándolos: «Hola. Cómo son estos perros, siempre pensando en los mismo, eh? Jaja. Qué directos» O acabas hablando de lo gordo que está el tuyo, o de lo nervioso que es el suyo. «No, no está gordo, es que es así la raza» Lo curioso es que si las ves por la calle sin el perro, te cuesta reconocerlas. «¿Quién era esa que nos ha saludado?»— preguntas a tu pareja, que también saca a tu perro de vez en cuando. «La dueña del Killer, que pareces tonto»— te responde, como si no tuvieran nombre.
Yo, la verdad, me quedo con mis amigos, los de siempre, los que me hacen feliz, y a los que no necesito ponerles etiquetas.
Que tengáis un buen día, viajeros.
Fran