
Foto: Mis dos compañeras de trabajo en diciembre de 2004
Hace unos años, cuando se acababan las vacaciones, el día que tocaba volver al trabajo, bajaba ilusionado avenida abajo hasta llegar al despacho; porque sabía que allí, me encontraría a “mis niñas”, y que pasaríamos los siguientes días contándonos nuestras cosas, entre risas y anécdotas, y entre largos ratos de trabajo, como no, que para eso nos pagaban.
Por aquel entonces compartía despacho con tres chicas, una muy discreta y reservada de la que también guardo muy buenos recuerdos y con la que he trabajado muy a gusto, y las otras dos, las de la foto, más jóvenes que nosotros dos, con las que reíamos mucho y con las que he conseguido mantener una gran amistad.
Me gustaba llegar al trabajo, sentarme en mi silla y tenerlas ahí. En los momentos de descanso, escuchaban las anécdotas de mis vacaciones, mis aventurillas, y yo las suyas. Nos contábamos además nuestras alegrías y nuestras penas; y mientras tanto yo iba aprendiendo a trabajar en equipo con ellas. Aprendí a establecer criterios, a escuchar sugerencias de los demás, a que no me importara equivocarme, a corregir… Y a todo eso me enseñaron ellas, directa e indirectamente, y fuimos aprendiendo juntos. Y eso me llenaba de ilusión.
Pero las alegrías no duran para siempre. Llegaron momentos de reestructuración, primero dividieron el servicio en dos y luego nos separaron en edificios diferentes. Yo me quedé con Montse, la de la izquierda, y Laura se fue a un edificio nuevo. Nos dejó un vacío difícil de llenar para las excesivas horas que dedicamos a ganarnos el “pan nuestro de cada día”; pero fuera del trabajo lo intentamos rellenar, siempre que la vida nos deja.
Montse y yo seguimos trabajando en el mismo departamento, y con ella sigo aprendiendo más cosas, cada día y no solamente de trabajo. Ella me escucha, me entiende, sabe lo que decirme cuando necesito oír alguna palabra de apoyo, y sabe también cuando mantenerse al margen cuando no necesito nada de eso.
Hoy Montse ha sido mamá, ha traído al mundo un deseadísimo niño al que Loren su marido y ella han llamado Joaquín. Hasta ahora no lo habían decidido, porque ella es así, porque ellos son así, prefieren disfrutar de las cosas y tomarse su tiempo para las grandes decisiones. Y esta era muy importante, porque acompañará a Joaquín durante toda su vida.
A los dos - a Montse y a Loren - muchas felicidades, todo mi cariño, y mucha suerte para salir adelante en esta nueva y difícil etapa de su vida.
Y a todos vosotros, que tengáis un buen día, viajeros.
Entrellat