Con una foto como esta, Almodóvar empezó a gestar el guión de su última película “Los abrazos rotos”; eso sí, a diferencia de la mía, en la suya aparecía una pareja desconocida abrazándose.
Ayer fui a ver esta película al cine. Antes que nada diré que había leído y escuchado muchas críticas —no de críticos profesionales, que nunca las leo porque no me parecen objetivos, si no de personas de la calle y en otros blogs— y la mayoría eran negativas, así que mis expectativas no eran demasiado buenas.
Reconozco que tal vez ésta sea su historia más compleja y la más difícil de entender, pero en contra de lo que dicen otros creo que Almodóvar es cada vez más Almodóvar; si algo hay que echarle en cara es que tiene todavía demasiadas cosas que contar y que las quiera meter todas en una película, y que como siempre, sean necesarios quince visionados para quedarse con la mitad de las cosas que el manchego nos quiere mostrar.
Ayer me interesó la historia porque si bien en algunas de sus películas Almodóvar no explica grandes argumentos, más bien se dedica a retratar a los personajes —majestosamente, todo hay que decirlo— en esta película sí hay historia; aunque yo de momento, y siendo el primer visionado, de ésta me quedo con las interpretaciones y con algunas sublimes tomas.
La historia no la voy a desvelar. Repito, eso sí, que es la más compleja que haya hecho, y tal vez el juego temporal despiste un poco. En mi caso creo que lo que me despistó fueron las grandes interpretaciones. Me daban pellizcos y me sacaban de la historia, para que no perdiera detalle. Reconozco mi deformación, soy incapaz de ver una película por primera vez pensando sólo en la historia propiamente dicha. En esta ocasión tuvo mucho la culpa Penélope, que está grande, que se sale, como últimamente nos tiene acostumbrados; Lluís Homar, más que creíble, incluso interesante y con muchos matices por momentos, y eso que no es santo de mi devoción; Ángela Molina, dolorosamente real, desbordando saber hacer y experiencia por los cuatro costados —bravísima Ángela—; Blanca Portillo, genial también con ese dominio de la voz y esos cambios de tono que tanto me gustan, y Carmen Machi, divertida, genial, no esperaba menos de ella.
Hubo también unas cuantas secuencias, que tal vez por egocentrismo mío, por haber estado recientemente en la isl
a me interesaron sobremanera: la toma del coche atravesando la Geria, la laguna del Golfo, pero sobretodo la increíble y ventosa playa de Famara. Reconocí también unas imágenes que parecían pintadas por Edward Hopper, la de la cafetería en la que Blanca Portillo se confiesa con su hijo y el personaje interpretado por Homar, exquisita allí la dirección artística y la fotografía.
Si he titulado esta actualización los aplausos rotos, es porque aplaudir en el cine no está bien visto, porque yo sí lo hubiera hecho, aunque reconozco que tal vez me hagan falta un par de visionados más para poder aplaudir con ganas, sin tener que fijarme en todas esas cosas de las que he hablado.
Una recomendación para los que quieran ir a verla, obviad todo lo que os he dicho y todo lo que hayáis escuchado, y disfrutadla, merece la pena.
Que tengáis un buen día, viajeros.
Foto: Arriba la laguna de El Golfo. Abajo el paisaje de la Geria (Lanzarote). Octubre de 2008