
De la calidad de tus fotomontajes no hablo, porque es indiscutible. Se ve a simple vista. En ellos a modo de broma dibujas parte de una sátira del día a día, de tu día a día; aunque “si me das a elegir, ay amor, me quedo contigo”, como dirían dando estopa aquellos chiquitos de Cornellà en su remasterizada versión de la canción de los Chichos. Y cuando digo que me quedo contigo, no quiero decir que te tomo el pelo, no, que el castellano es muy rico y muy puñetero, también. Digo que me quedo contigo, que te prefiero a ti, a tus trocitos de realidad, a esas historias que como la de Carol, duele tanto leer pero que me enganchan tanto, porque aunque te conozco menos de lo que quisiera para saber en qué grado son ciertas, te conozco lo suficiente para saber que traspiran realidad. ¡ Qué coño! “Transpiran” es demasiado suave. Sería mejor decir que sudan realidad. Son historias de lágrimas de dolor, pero también de lágrimas de alegría. ¿Y hay algo que le haga a uno ser más consciente de estar vivo que el dolor y la alegría? No. Por tanto tus historias están llenas de vida.
Hoy he leído la tercera parte, el final, de la historia de Carol, y cuando la he leído he tenido la necesidad de volverla a leer entera, desde el principio, a pesar de que ya la había leído.
Y cuando he acabado he tenido la necesidad también de dejarle un mensaje a su autor, a Conxo, o mejor dicho a Jorge, y me he puesto a escribirle, pero a medida que he ido escribiendo me he dado cuenta que tenía demasiadas cosas que decirle como para que se quedaran escondidas ahí, en un posteo discreto, y he pensado que hoy le dedicaría mi pequeño espacio.
No voy a decíos nada más sobre él, seguro que muchos ya lo conocéis incluso en persona, y lo seguís como yo, pero para los pocos que todavía no lo hacéis, empezad con esa historia, la de Carol. La historia de Carol I
Nada más.
Y nada menos.
Gracias Conxo. Muchas gracias Jorge, por estos momentos tan preciosos y tan llenos de realidad.
Besotes, bonic.
Y al resto, que tengáis un buen fin de semana.
Entrellat