viernes, 22 de agosto de 2008

El equipaje

Foto: Mis compañeros del viaje a Turquía con sus equipajes. Agosto de 2008

Mi prima Carlota, que es una persona muy sabia y muy “corría”, como diría una amiga mía, dice que cuanto más equipaje lleve uno, más cuesta empezar el viaje. Y yo estoy de acuerdo con ella, cada vez intento llevar maletas más pequeñas a mis viajes, y pongo menos cosas dentro, y aun así siempre vuelvo con ropa que no me he puesto, por mucho que intente ajustar el equipaje.
Por supuesto que se agradece una ducha y cambiarse de “modelito” para ir a cenar cuando uno vuelve por la tarde al hotel, cansado de patear por una ciudad, o harto de un día de autobús, pero no hace falta llevar dos “conjuntitos” para cada día. Lo que se use para la cena de ese día, se puede utilizar para el día siguiente, y seguramente un tejano, o un pantalón de algodón oscuro se puede reaprovechar más de una vez, sin llegar a ser marrano.
Donde pude comprobar que el volumen de equipaje es inversamente proporcional a la calidad del viaje, fue en el Camino de Santiago. Imaginaos llevando la maleta que habéis llevado estas vacaciones, o en vuestro último viaje, colgada a la espalda durante todo el día; bueno, menos para dormir, con todos los zapatos, pantalones, camisas, camisetas, neceser (existe la palabra así, tal cual, si alguien no se lo cree que mire el diccionario de la RAE), cargadores del móvil, cargador de la batería de la cámara de fotos, trípode, etc.
Como hice el Camino en tres partes, y encima pregunté a gente que ya lo había hecho, aprendí enseguida a llevar las menos cosas posibles: una muda de ropa puesta y otra en la mochila, que iba lavando cada día al llegar al destino; una linterna pequeña, unas chanclas para la ducha, que utilizaba también para descansar por la tarde, un pequeño botiquín, un neceser con botes pequeños, una toalla y poca cosa más. Tenía clarísimo que cualquier cosa por poco que pesara iba a descansar sobre mis hombros. En la segunda parte cambié el casi medio quilo de la toalla, por una especie de spontex, esa especie de bayeta que utilizan los deportistas y que apenas pesa 50 gramos, había que optimizar recursos.
En este viaje a Turquía, he intentado también hacer lo mismo; no llevarme la spontex, claro, pero si reducir al máximo el equipaje. Era el que llevaba la maleta más pequeña de los cuatro, y aun así creo que podría perfeccionarlo.
Cosa aparte es lo de los regalos o los recuerdos, que también aumentan el peso de las maletas a la vuelta, y lo peor es que llenan las casas de los amigos y familiares de objetos inútiles. Yo siempre he preferido traer algo que se coma o que se gaste, una comida típica, unos dulces, un licor. Así si no les gusta, por lo menos lo pueden tirar sin remordimientos.
Tengo muy claro que cuantas menos cosas lleves en la maleta, menos te cuesta salir, menos te cuesta emprender el vuelo, de lo que no estoy tan seguro, es si mi prima Carlota se refería a ese tipo de equipaje y a ese tipo de viaje. Seguramente no.
Que tengáis un buen día, viajeros.
Entrellat

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