sábado, 24 de enero de 2009

El último café

Foto: El último café. Terrassa, noviembre de 2008

Sole rondaba los 60 años. Era una mujer guapa, y elegante, incluso cuando abría la puerta con la bata de estar por casa, guardaba ese aire de discreta elegancia. Con sólo mirar sus ojos, su sonrisa, su cuidado pelo, y a pesar de que las arrugas se habían instalado ya en su cara hacía unos años, uno se daba cuenta que la belleza había sido una de sus grandes armas.
Aquella noche el viento había alcanzado velocidades a las que no estábamos acostumbrados, y si a nosotros nos había mantenido despiertos e inquietos toda la noche, en casa de Sole realmente había dejado huella. El toldo que protegía su pequeño balcón se había hecho girones, y había estado ondeando al viento, como si se tratara de la bandera de su pequeño castillo.
A primera hora de la mañana, llamó a nuestra puerta para preguntarnos si el seguro cubriría semejante destrozo. Vino sin ningún papel en la mano, tan solo con su bata larga y un poco despeinada. Aun así, era capaz de coquetear con su mirada; sin embargo, al cabo de unas pocas frases entendí que lo del seguro le preocupaba, pero no era ese el objetivo principal de su visita.
Casi siempre pasaba los fines de semana en casa de su novio, con el que llevaba más de veinte años de relación, más tiempo incluso del que había pasado con su marido; el padre de sus dos hijos, pero hacía un par de semanas que coincidíamos en el ascensor los fines de semana, la cual cosa nos hizo pensar que algo pasaba.
Su pareja era un poco mayor que ella, y hacía unos meses se había beneficiado de una prejubilación en la empresa donde trabajaba. Sole había pensado que aquella nueva situación, supondría una nueva etapa en su vida, que el ir y venir a la casa de la playa donde vivía su novio, se reduciría a un par de visitas al mes, porque él se trasladaría a casa de ella. Pero la cosa no fue así, no sólo no se mudó a su casa, si no que el ostracismo de él iba creciendo con los meses. Tan sólo le apetecía quedarse en su casa, y las salidas a cenar, a casa de los amigos, o al cine, se habían quedado en meros recuerdos del pasado.
Aquel viento le había traído a la memoria que ahora estaba sola, y tenía necesidad de contarnos, y ese era el verdadero motivo de su visita, que las noches de invierno parecían más frías, que el viento se hacía más insoportable y que lo que era tan sólo un toldo roto se hacía ahora todo un mundo sin él; porque hacía 15 días tras prepararle una taza de café, le había dicho que ella todavía tenía ilusión por la vida, que quería hacer cosas, salir, viajar, vivir, mientras que él hacía años que había tirado la toalla. Después de dar un último sorbo, Sole dejó la taza sobre la mesa. Él ni siquiera había probado el suyo, estaba demasiado enfrascado mirando la televisión mientras ella le hablaba. Sole abrió su llavero y dejó la llave de la casa de la playa sobre la mesa, al lado de la taza, y comprendió entonces que aquel era el último café que le preparaba.
Esta madrugada, el viento ha alcanzado ráfagas de 150 km/h según las noticias, y después de estar toda la noche sin dormir, esta mañana hemos recibido la visita de la vecina.
Que tengáis un buen día, viajeros.
Entrellat

5 comentarios:

sirenovarado dijo...

El último café de una etapa. El primero de otra. El viento, metáfora del impulso.
Bssss desde Cádiz, bajo el vuelo de algunas gaviotas viajeras...

Anónimo dijo...

El viento, elemento común en nuestras vidas en las últimas horas.
Muy agradablemente explicado, un poco triste pero...
Las gentes, los bloggeros, los vecinos,... todos, de una manera u otra, con la necesidad de explicar cosas.

podi-.

modesus dijo...

Hola,cuando he teminado de leer la historia he recordado porqué me gustaba tanto leerte, ains.

El viento se lo lleva todo, los toldos y las ganas de café..

Monelle/Carmen Rosa Signes dijo...

Un relato que renueva, intenso como el café, ligero como el viento. Un placer leerte, y haber encontrado un lugar en el que descansar durante mis viajes.
Saludos.
Carmen

Manel Aljama dijo...

Un texto muy bueno y que el viento no se va a llevar. Aprovecho para comentarlo ahora que espero que no os hayan secuestrado "delhiciosamente".
Me encantado: café, llave, viento. Has mezclado bien los elementos.