lunes, 12 de enero de 2009

La gota de llet

Foto: Edificio de La gota de llet. Terrassa, enero de 2009
Se le conoce con el nombre de la gota de llet (la gota de leche), porque en los años sesenta este edificio albergó la maternidad. Ha llovido mucho desde entonces, y por sus paredes han pasado una larga lista de inquilinos: la Policía Municipal, los juzgados, Sanidad y Servicios Sociales y un largo etcétera.
La primera vez que recuerdo haberlo visto, tenía yo aproximadamente 8 o 10 años, y en la fachada figuraba el cartel Casa de Socorro, porque también albergó en esa época una especie de ambulatorio. Recuerdo que el nombre me impresionó mucho. Iba cogido de la mano de mi madre, y le pregunté qué era aquel edificio, por lo de Socorro, y me comentó que era una especie de hospital donde curaban a la gente enferma. Me impresionó tanto el nombre que cuando un septiembre de finales de los 80 entré por la puerta para hacer un cursillo – entonces ya había cambiado su utilidad, y era el Instituto municipal de salud y calidad de vida - me volvió aquella imagen de mi madre y yo pasando por delante del edificio. Poco podía imaginar entonces, ni cuando iba con mi madre, ni cuando entré para hacer el cursillo, que ese edificio sería mi casa durante más de 20 años. Allí he estado trabajando durante todo ese tiempo, desde que acabé el cursillo y me contrataron para hacer inspecciones de sanidad, hasta esta mañana; y cuando uno trabaja en un sitio, 40 horas a la semana – bueno, ahora ya son menos – no puede menos que considerarlo su casa.
He hecho de todo, durante este tiempo, de inspector de sanidad, de administrativo, de técnico de salud, de recepcionista, y hasta de “investigador privado”, porque el primer jefe que tuve, al que debo mucho, por cierto, me enseñó que ser polivalente era una gran cosa. Luego aprendí que era un arma de doble filo.
Este mediodía he salido y me he girado para mirarlo, pero como iba con dos de mis compañeras no he querido dejarme llevar por el sentimentalismo. En vez de eso he sacado mi teléfono y le he hecho una foto. Mañana ya no iré allí, seguiré haciendo lo mismo, pero en otro edificio, en el que curiosamente también había estado la Policía.
Mientras caminaba hacia casa iba pensando en todas las cosas que he pasado allí, y en toda la gente que ha entrado en mi vida a través de esas puertas, en cómo he crecido yo como persona, y a pesar de que no es más que un edificio, un lugar más, no puedo dejar de sentir una cierta tristeza.
Que tengáis un feliz día, viajeros.
Entrellat

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Claro; una parte de nosotros siempre impregna aquellos sitios por los que pasamos y aún más si tenemos mucha permanencia en los mismos.

podi-.

Inma Calvillo Barahona dijo...

pero siempre viene bien cambiar, dentro de poco parecerá que llevas toda la vida en el nuevo sitio. Es como cuando te vas a vivir a otro país, la primera semana todo es nuevo, y después ya te parece todo muy familiar. Cuando te vas de un sitio lo echas de menos pero después echas también de menos lo nuevo cuando lo dejas. Te deseo todo lo mejor en el nuevo sitio. Yo he estado un año trabajando en una oficina pero ahora he vuelto a lo mío que es dar clase de inglés y aunque todo en mi trabajo cambia continuamente, estoy super contenta de volver a hacer lo que realmente me gusta. Qué rollo te he metido. Besos Inma

sirenovarado dijo...

Paradojas de la vida, amigo. Ella, la casa, que tanto socorro dispensó, parece estar lanzando un s.o.s con su destartalada jechura.
No son sentimentalismos lo tuyo, son síntomas de verdadera humanidad.
Bsssssssssssssss

Manel Aljama dijo...

Comparto lo que describes, pues yo también pasé allí unos cuatro años. De eso hace mucho ya claro, pero creo que fue el momento adecuado en el sitio adecuado. Y ya ves, "se entra para hacer un cursillo y te quedas a limipiar el polvo..."
Un abrazo