martes, 6 de enero de 2009

Por una mirada ilusionada

Foto: Yo, de Rey Melchor en una cabalgata. Rubí, enero de 2005
Cuando hace 4 años recibí la invitación por parte del Ayuntamiento de Rubí, para ser el Rey Melchor durante la cabalgata de Reyes, no me pareció una gran cosa, al contrario, me pareció una putada, porque no soy muy amante de la Navidad, y encima lo de estar todo el día entero ocupado entre maquillaje, vestidos, la cabalgata y el discurso delante de toda la ciudad, me daba un poco de respeto, todo hay que decirlo, pero aun así acepté.
Más adelante, cuando lo comentaba con la gente, todo el mundo me decía que este tipo de invitación sólo se hace a personas importantes de la cultura, los deportes, o de otros ámbitos municipales. Y ahí fue cuando no entendí por qué me lo habían ofrecido a mí. Bueno, sí, por ser parte de una de las compañías teatrales que tienen sede en la ciudad. En Terrassa, mi ciudad todavía es más elitista la selección, los reyes se pagan incluso su propia carroza y hasta los caramelos que tiran. Generalmente suelen ser comerciantes o gente de “familias bien” de la ciudad.
El caso es que pasado el trago del maquillaje y del vestuario, que aunque parezca una tontería, no lo es, a partir de que te colocan ese mostrenco de traje, ya no te puedes mover solo, incluso necesitas compañía para ir al baño; pasado el trago, digo, la cosa empezó a cambiar al ver la cara de los niños, mirándote como si fueras algo especial. No tenía precio. Nadie nunca me había mirado de esa manera.
Hay una costumbre en Rubí, por la que los niños de pocos años, entregan el chupete a los reyes magos, es como un rito iniciático por el que dejan de ser bebés para ser niños, y te lo entregan ellos mismos, en brazos de sus padres, como si fuera su gran tesoro y te miran con una ilusión en la mirada que te descoloca, pero luego sabes que no es a ti a quien ven, si no a Melchor.
Un niño, que consiguió saltarse la barrera de seguridad llegó hasta mí, y me preguntó si era Melchor, y yo le dije que sí. Entonces me preguntó si esa noche le traeríamos la Nintendo roja con el Pokemon. Como no sabía por dónde salirme, y entonces no sabía ni lo que era eso, le pregunté si había sido bueno, y me dijo que no mucho - fue sincero el muchacho. Yo le dije que en ese caso, mejor que se lo preguntara a sus padres, y que si ellos no tenían inconveniente, yo tampoco. El niño se fue con una sonrisa enorme en la cara, como si la tuviera tatuada. Creo que nunca he hecho a nadie tan feliz. Al cabo de unos minutos volvió con el padre de la mano y me dijo: “Díselo, díselo, a que sí que me vas a traer la Nintendo roja con el Pokemon.” Yo sonreí, sin saber qué decir, y el niño dijo mirando a su padre: “¿lo ves?” El padre me miró sonriendo como diciendo: “son niños”.
Digo todo esto, porque a pesar de que las fiestas de Navidad no me gustan, y no dejo de atacarlas en cuanto tengo ocasión, momentos como esos, me rompen el corazón y me hacen dudar de mis sentimientos “anti navideños”.
Que tengáis un buen día, viajeros.
Entrellat

3 comentarios:

chapeaux dijo...

gracias por tu post, me encanto, seguire mas a menudo tu blog. un saludo!

sirenovarado dijo...

Mi padre fue rey mago hace muuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuucho tiempo, cuando yo apenas calzaba un 3 en mi currículum vital. Pero recuerdo su entrada majestuosa en el dormitorio donde mis hermanos y yo compartíamos espacio y ropero la noche de reyes, después de su periplo carroceril por las calles de Sanlúcar. Le acompañaban sus otros dos colegas majestades. Lo curioso, amigo, es que nadie recuerda qué rey personificó aquel año mi padre. Y él, mi padre, sol recuerda el picor de las barbas postizas y, como tú cuetas, las miradas mágicas de los niño.
Yo, de mayor, también seré rey...
Bsssssssssssssss

Anónimo dijo...

Recuerdo una noche de reyes, de muy muy pequeñajo, en que yo creí ver a "un rey" en mi habitación, con su corona, capa y barba blanca. Me ponía bien la manta y me arropaba en la cama y decía que no dijera nada.

Nunca supe si aquello lo soñé o y si era mi padre que entró en mi habitación y yo, en la oscuridad, imaginé todo el vestuario o si se disfrazó aquella noche (cosa que dudo muchísimo) o si...

podi-.