lunes, 27 de octubre de 2008

Ave, César!

No, no estoy saludando a los Césares romanos, ni al geógrafo Claudio Ptolomeo, que hizo la primera cartografía de las Canarias, y las declaró como el “finis terrae” (el fin de la tierra). Saludo a otro César, a César Manrique, el ARTISTA, el naturalista, el ecologista y visionario lanzaroteño, o conejero, como se les llama a los habitantes de esta isla.
Manrique es sin duda el autor y responsable de que la isla sea hoy en día lo que es, a pesar de la especulación de los 70, y el boom de la construcción de los 90. Nadie puede concebir hoy en día este pequeño espacio volcánico sin la intervención de Manrique.
No negaré que zonas como la caótica Arrecife, el explotadísimo Puerto del Carmen, Costa Teguisse, o incluso la más nueva Playa Blanca, no sean demasiado agradables para la vista; pero todo eso queda superado cuando uno visita el resto de la isla: el Parque Nacional de Timanfaya, donde uno cree estar en la Luna, y la tranquilidad se corta con cuchillo; o la zona del Malpaís, y los pequeños pueblos del interior, o los pequeños pueblos marineros. Allí uno se da cuenta que, gracias a Manrique, la isla es un modelo a seguir en el desarrollo turístico que pretende respetar al medio ambiente y la identidad de cada uno de estos lugares.
Pueblos como Teguise, donde los edificios están tan bien conservados que uno no sabe dónde está; o playas como Famara, con kilómetros de arena fina, que con unas altísimas montañas a la espalda, parecen protegerle a uno de esas olas que tanto gustan a los surfistas y que nos sorprenden tanto a los mediterráneos, hacen de este espacio natural algo singular.
César Manrique, tras un periplo madrileño y neoyorquino, en el que conoce entre otros a Andy Wharhol, regresa a Lanzarote con un merecido reconocimiento por su obra, con la cabeza llena de ideas y más necesitado de su tierra que nunca. Sin ser arquitecto, pero bajo el respeto y el amor hacia la desnudez de su tierra y sus gentes, se encarga de fijar unos criterios urbanísticos que todavía están vigentes en la isla, y que han hecho que los pueblecitos parezcan belenes, situados en medio de un árido paisaje. No inventó nada, sólo se dedicó a observar lo que ya había, una arquitectura sin arquitectos, de subsistencia, pero respetuosa con su entorno y que recogía las necesidades de sus gentes.
Su idea era hacer de la isla su gran obra. No negaré tampoco que todo, absolutamente todo, parece estar preparado para el turismo, incluso parte de su obra indica a los isleños y visitantes dónde están los lugares de interés, pero para alguien que viene de fuera como yo, no deja de sorprender cómo todo está integrado, o por lo menos esa es la intención. Seguro que existen grandes detractores de Manrique, no lo sé, no los encontré, pero ante una obra de semejante importancia, siempre suele haber alguien en contra. Como siempre, el tiempo pondrá las cosas en su sitio.
Mientras tanto, si podéis, haced una visita a la isla, alquilad un coche, y perdeos por los caminos y rincones que todavía tiene vírgenes. Seguro que no os defraudará. Y por supuesto no os perdáis la Fundación César Manrique, su antigua casa, la que llegó a costarle la vida, según nos contó un vigilante. Aunque esto ya os lo explicaré en otro momento.
Que tengáis un feliz día, viajeros.
Entrellat
Foto1 : Paisaje típico de la isla de Lanzarote. Foto 2: La playa de Famara, con la Isla Graciosa al fondo. Octubre de 2008

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