miércoles, 24 de diciembre de 2008
Felicitación ramesterazida
sábado, 20 de diciembre de 2008
La confesión de González
Foto: González (a la derecha) y yo (a la izquierda) en la Escuela de Guerra Naval. Madrid, verano de 1986
Mis compañeros de viaje se habían quedado a descansar en nuestro hotel. Como yo no tenía sueño, decidí salir a pasear por el centro de Madrid, con mi cámara colgada al cuello. Poco me imaginaba entonces lo que daría de si aquel paseo, tanto que incluso me encontré con un viejo amigo, al que no había visto desde enero de 1987, cuando acabamos el Servicio Militar. Miento, en otra ocasión habíamos vuelto a coincidir, en Madrid también, justo un año después de aquel enero.
A pesar de los veinte años que hacía que no nos habíamos vuelto a ver, nada más cruzarme con su mirada, le reconocí. Su cara estaba exactamente igual, y llevaba el mismo corte de pelo que entonces: la ralla al lado y un discretísimo tupé, como un niño bueno. González siempre había sido muy discreto para todo. Su sonrisa era igual de tímida que entonces, sonreía como pidiéndole perdón al mundo. Iba vestido con tejanos, tal y como yo lo recordaba, y con un anorak negro con cremallera.
Él también me reconoció, a pesar de que yo sí que había cambiado, por no decir que esos veinte años habían dejado mucha más huella en mí, que en él.
- Hola, marinero – me dijo mientras se acercaba.
- ¡Holaaaaa, González! - dije yo, sin poder dejar de sonreír – ¡Qué coincidencia, qué casualidad, que alegría! ¿Pero cuanto tiempo hace que… 10 años? ¿15? – continué, sin poder parar de hablar, como intentando recuperar todo ese tiempo.
- Creo que más - dijo él.
- Bueno, cuéntame. ¿Cómo estás? ¿Estás solo? ¿Qué haces en Madrid, de vacaciones, de puente? – volví a preguntar.
- No. Bueno, sí. Estoy… Bueno, ya no vivo en Córdoba, vivo aquí, acabo de entrar en… - dijo cortando la conversación, con aquella media sonrisa que tenía a veces.
- ¿Qué te pasa? ¿Estás bien? – le pregunté.
- Sí, sólo que… Me da vergüenza decírtelo.
- Pero hombre, por Dios, si hace muchísimo tiempo que no nos vemos y ya no somos niños – dije para quitarle hierro al asunto.
- Pues nada, eso, que no estoy de viaje, que vivo aquí desde hace unos meses. He entrado en el seminario – dijo mirando hacia el suelo.
- ¿En el seminario? ¿En qué seminario? – dije medio desconcertado.
- Pues eso, que quiero ser Sacerdote.
- Qué me dices, pero si tú no… antes no… - dije sin poder acabar la frase.
- Mira, cosas que pasan.
Seguíamos en medio de la calle Preciados, pero ahora mi sonrisa se había vuelto preocupación. La verdad es que no recuerdo cómo acabó la conversación, ni siquiera sé si nos dimos los teléfonos para no perder el contacto. Me hizo una ilusión tremenda encontrármelo de nuevo, pero aquella confesión me desconcertó mucho. No podía entender cómo aquel chico tan divertido, tan lleno de vida, con el que había pasado las largas tardes de verano de finales de los ochenta, era ahora una persona triste y llena de dolor. Me hubiera gustado ir a tomar un café o un chocolate con él por allí, preguntarle más cosas, intentar ayudarlo, o contarle cómo me había tratado la vida. Tantas cosas… pero por desgracia mi sueño acabó ahí. Supongo que aquel sueño que tuve en Madrid, como lo había sido el de Jose, hacía poco más de seis meses era un resto diurno, o tal vez un tema pendiente, y aprovechó mi estancia en Madrid para volver de mi subconsciente. Ojalá sea la premonición de algún reencuentro.
Que tengáis un buen día, viajeros.
Entrellat
viernes, 19 de diciembre de 2008
A la tercera va la vencida


Foto 1: Yo, en la manifestación por la III República. Foto 2: Un manifestante con un ocurrente cartel. Madrid, diciembre de 2008
miércoles, 17 de diciembre de 2008
García-Alix o la cruda realidad
“La fotografía es iconografía de muerte. Está en su naturaleza. En ella ya no somos como somos. Somos como éramos… … una colección de retratados, es una colección de futuros cadáveres. La fotografía es un poderoso médium. Nos lleva al otro lado de la vida. Y allí, atrapados en su mundo de luces y de sombras, siendo sólo presencia, también vivimos. Inmutables. Sin penas. Redimidos nuestros pecados. Por fin domesticados… Congelados. Al otro lado de la vida… De donde no se vuelve” Alberto García-Alix Alberto García-Alix, nació en León, pero podría haber nacido en Burgos, en Roma, en Nueva York o en Hong Kong. No lo digo yo, lo dicen sus fotografías. Pero es madrileño, porque le tocó vivir en Madrid, pero podría haber vivido en Londres, en París, en Praga, o en el barrio chino de Barcelona. No lo digo yo, lo dicen también sus fotografías. La exposición de García-Alix “De donde no se vuelve”, que se puede difrutar/sufrir hasta el 16 de febrero de 2009 en el Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, está compuesta por una retrospectiva de sus fotografías. Además, como regalo nos ofrece un bomboncito, un video en el que textos como los que habéis leído al principio, interpretados con su propia voz, acompañan a sus fotografías. El video montaje es una declaración de principios, como lo es su fotografía. Es una visión de la vida, de su vida. Una vida dolorosa, cruda, de la cual ha ido recogiendo en trocitos de papel a los protagonistas, a veces personas, a veces sitios, a veces objetos, pero siempre protagonistas de su vida, de la vida por la que él ha pasado. Ese bombón de chocolate, al que ha substituido el azúcar por hiel, por la más cruda verdad, vine ya pelado, no lleva envoltorios, ni papel de celofán. Destacaría sus retratos del lado menos glamuroso de la Movida Madrileña, de las drogas, la marginalidad, y del precio que había que pagar por estar allí, siendo parte de esa movida. Su enorme colección de autoretratos en el tiempo, dicen mucho de todo esto. Tanto Eme como yo, estuvimos casi toda la visita sin decirnos nada, y salimos de la exposición con los ojos vidriosos, con el estómago encogido y con un cierto dolor. Y… No, nada más. Prefiero que el que tenga oportunidad la vea. A los madrileños afortunados, que no la dejen escapar; y al resto, una pregunta: ¿Cuándo fue la última vez que fuisteis a ver arte en Madrid? No, aquella vez no vale. Esto que nos ofrece García-Alix, sí es arte de verdad, es la vida misma. ¿Hay algo más artístico que eso? Que tengáis un buen día, viajeros. Entrellat PS: Por cierto, si no tenéis suficiente con esta exposición, podréis ver otra foto suya en la exposición Collage, en la Galería Sen de Madrid (C. Barquillo, 43), en la que comparte espacio entre otros con el artista José Luis Marín , al que seguramente conoceréis como /sirenobara_dos, otro artistazo por todos los costados.
martes, 16 de diciembre de 2008
En el parque temático
lunes, 15 de diciembre de 2008
La Costanilla de San Andrés
viernes, 5 de diciembre de 2008
Speaking in silver

Queridos señores de la Real Academia de la lengua española: Mi nombre es Konstantin, y hasta hace un par de años vivía en el sur de Rusia, pero me vine a vivir a su país, por cuestiones de trabajo; sin embargo, creo que volveré a Rusia, porque no me acostumbro a su lengua. Me dijeron que era una lengua sencilla de aprender, pero no ha dejado de generarme problemas desde que llegué. Les pondré un ejemplo. Mi vecino Hache se enfada mucho conmigo cada vez que lo llamo por su nombre. Yo pensaba que se llamaba José, porque así lo vi escrito en el buzón y cuando hablé con otro vecino de él, y le pregunté: -Has visto a José el presidente? -Querrás decir a Pepe – me dijo. -Pues en el buzón pone José – le dije yo. -"Llámale hache"- me dijo él, y desde entonces le llamo así, pero veo que no le gusta mucho. El mismo día bajé y le dije: Hache, me dejas un martillo, que tengo que "clavarle un clavo" a la vecina del quinto. No sé qué entendió, pero se empezó a reír y me dijo que iba a buscarlo y que venía "cagando leches". Yo pensé que le había sentado mal el desayuno y que tenía diarrea, pero no, volvió enseguida con el martillo y se volvió a marchar con una sonrisa picarona en la cara. Al ver que no podía clavar el clavo, bajé otra vez a casa de Hache y le pedí un taladro, y me dijo que no tenía, que eso "valía un huevo"; así que subí a casa y bajé a la ferretería, pero a la chica de la caja no le hizo gracia que le pagara con un huevo. -"Te vas a quedar conmigo?"- me dijo la chica, como enfadada. -No, no me puedo quedar contigo- le dije yo - tengo que "clavarle un clavo a la vecina", por eso quería el taladro. -"Me tomas el pelo?" - me volvió a preguntar la chica, que parecía más enfadada todavía, y cuando acerqué la mano para acariciarle su cabellera, me soltó un bofetón, que me dejó sordo. -"Lárgate pitando" de aquí – me dijo la chica quitándome el taladro de las manos. - Piiiiii – dije yo mientras me marchaba, con una mano en la oreja, y sin entender absolutamente nada, pero no era cuestión de que se enfadara más. Al llegar a casa de la vecina para explicarle lo que había pasado, me dijo: - date prisa, que "vas pisando huevos". Miré al suelo pensando que se me había caído el que había bajado a la ferretería, pero me acordé que se lo había quedado la cajera. La vecina empezó a hablar y hablar, y a hablar, y yo a pesar de que no entendí lo de los huevos, esperé a ver si era verdad lo que decía Hache, que la vecina del quinto "hablaba por los codos"; pero no fue así, sólo hablaba por la boca, como todos. Les escribo esta carta para que sepan que su país me gusta, pero que en unos meses, cuando acabe mi contrato de trabajo volveré a mi país, porque no puedo soportar todo esto, no entiendo a los españoles. Además quería pedirles si podrían eliminar de su lista de frases hechas, la de "beber como un cosaco", porque todos se ríen de mí cuando digo que soy abstemio, y me obligan a beber hasta caer en coma etílico. Atentamente, Konstantin el Cosaco Hoy me voy de puente a Madrid, si queréis algún recado me lo decís. Yo aprovecharé para ver alguna exposición y pasear por las calles de capital del reino. Ah! y para llevar la carta de Konstantin a la Real Academia de la lengua, pobre hombre. Que tengáis un buen fin de semana, viajeros. Entrellat
martes, 2 de diciembre de 2008
Secretos inconfesables
