miércoles, 8 de agosto de 2007

El marido de la tetera

Foto: Eme se viste para una boda. Valencia, julio de 2007
Eme era mi compañero de clase. La primera vez que lo vi, tal vez porque era muy guapo, y mi subconsciente me decía que no estaba a mi alcance, pensé que era un creído, y que tenía muy claro el efecto que causaba entre los otros. Vamos, que sabía que los resbalones que iba pegándose por todos sitios, eran producidos por las babas que los demás íbamos soltando.
Creo que me enamoré de él un día que entró en clase con otra compañera, riéndose a carcajada limpia. Su risa era escandalosa, de aquellas que se oyen a tres manzanas a lo lejos. En ese momento pensé, una persona que se ríe así, no tiene nada que esconder, es una persona sincera, y todavía me gustó más.
A medida que iban pasando los días me descubría a mi mismo mirándolo con un interés especial cuando presentaba sus trabajos en clase, delante de los demás. Me gustaba mirar sus movimientos, su voz potente, cómo se dejaba llevar sin pudor, o por lo menos eso era lo que parecía; su sonrisa y su cara de satisfacción cuando acababa las presentaciones, con la inseguridad de que tal vez el trabajo no hubiera sido lo que el profesor quería, pero con la seguridad de que había puesto toda la carne en el asador. Y así ha sido siempre, en todos nuestros momentos. Eme siempre pone toda la carne en el asador, sin miedo, sin pensar que tal vez no tenga carne para mañana, pero lo importante para Eme es el hoy, disfruta del momento, y hace disfrutar a los que tiene al lado. Eme da siempre todo su cariño. Afectivamente hablando, no he conocido a nadie más generoso, nadie es capaz de entregarse como lo hace Eme, nadie tiene la facilidad de hacerte sentir importante como lo hace él.
Una noche de reyes, mientras comíamos el roscón, me tocó la figurita, y me coronaron rey. Esa noche fue nuestra primera vez, y al día siguiente nos volvimos a encontrar, para hablar, para pensar si aquello sólo era producto de una noche loca. Por supuesto no hay una sin dos, ni dos sin tres. Cuando acabamos, en la radio sonaba “Blanca y radiante va la novia”, y reímos mucho y pensamos, como si fuera una película, que esa sería nuestra banda sonora. Lo que pasó después ya es otra historia, que tal vez algún día os explique.
Feliz día, viajeros.
Entrellat
Dedicado a Eme… El marido de la tetera, siempre.

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