lunes, 2 de mayo de 2011

Vacío y sin brillo

«Los zapatos están un poco sucios —pensé. Tendría que haberles dado brillo antes de subirme; pero con la esponja no. No, no, con la esponja no, que reseca la piel, que me lo han dicho a mí. Mejor con la crema. Sí, sí, mucho mejor. Y luego una cepillada enérgica. Con fuerza, ahí. ¿Qué hago, bajo? No, no, mejor no. ¿Y si me caigo? No, no. Quita. Quita.»
El señor de los zapatos sin brillo llevaba un rato largo allí de pie, sin decir nada. Estaba agarrado de la barra que sujetaba la barandilla al techo. Siempre había pensado que aquella barra era innecesaria, que el arquitecto la había puesto allí más por ornamento que por otra causa, pero en aquel momento le vio la utilidad. Le ayudaba a permanecer allí, de pie, sin miedo a caer por error. A pesar de que sus intenciones eran claras, no quería caer al vacío por una ráfaga de viento, o por un temblor de rodillas sin que él lo hubiera decidido. Era él el que tenía que escoger el momento exacto para saltar.
La barandilla era muy estrecha. La parte de obra estaba acababa con un gres beige claro, casi blanco que imitaba la piedra y rematado con un tubo de acero brillante. La parte metálica aumentaba la sensación de seguridad desde el balcón, pero una vez subido encima, la hacía menos practicable, menos estable; claro que la barandilla no había sido diseñada para estar de pie encima de ella.
«¡Uf! Me empiezan a doler ya los talones —continué pensando. No hay demasiado espacio para poner los pies. No es demasiado cómodo estar aquí. Dirigí la vista hacia abajo. Una señora me estaba mirando desde la calle, mientras atravesaba el paso de cebra. Me empecé a poner nervioso. No quería que la desconocida empezara a gritar y echara por tierra mi pretensión de lanzarme al vacío. Por su mirada, no supe si tenía miedo de que resbalara, me cayera y me matara o de que le pudiera caer encima de ella. ¿Y si me bajo, limpio los zapatos y luego vuelvo a subir? Creo que sí. Mejor me bajo y ya luego, si eso…»
Se dio la vuelta para bajar, agarrándose cuidadosamente de la barra, pero el pie izquierdo se le había dormido y cuando levantó el derecho para girar, no consiguió sostener el equilibrio y se precipitó al vacío. La mujer empezó a gritar. Se quedó allí parada, en medio de la calle, ajena a los dos coches que esperaban a que ella pasara. Empezaban a pitar, porque sus dueños eran ajenos también a lo que pasaba en las alturas. La mujer tenía los ojos cerrados y en un gesto tan impulsivo como absurdo se había puesto las manos en la cabeza para protegerse. No se había percatado que el señor de los zapatos sucios había conseguido agarrarse del tubo de acero con las dos manos y que permanecía allí colgado.
El propietario del primer coche se bajó, se acercó a la señora y le preguntó si le pasaba algo. La señora señaló hacia el balcón, casi sin atreverse a mirar. Cuando el hombre volvió a preguntar si se encontraba bien, después de haber mirado hacia las alturas sin ver nada, ella miró hacia arriba. El señor de los zapatos sin brillo ya no estaba subido a la barandilla, ni colgando de ella. La señora del paso de cebra miró a su alrededor, intentando buscar a alguien que explicara por ella lo que había pasado, algún otro testigo, pero nadie parecía haber visto nada. Entendió entonces que iba a ser difícil que la creyeran y sin hacer más comentario que un «estoy bien, gracias» se dirigió hacia la acera y continuó camino a casa, medio aturdida. El señor la siguió con la vista y cuando giró la esquina se subió al coche y desapareció calle abajo. Mientras tanto, siete pisos más arriba, en el interior del apartamento, el señor de los zapatos sucios les daba brillo con un paño, enérgicamente.
Los últimos datos oficiales revelan que en 2008 hubo en España 3.457 suicidios, una cifra que por primera vez superó a los fallecidos en accidente de tráfico (3.021). Eso significa una media de nueve suicidios diarios. Llama la atención que de ese total, el 77,4% fueron hombres (2.676), frente al 22,6% de mujeres (781); pero todavía llama más la atención, o por lo menos a mí, que los medios de comunicación y los gobiernos pongan toda su atención en la violencia de género, o en los accidentes de tráfico y ninguna, absolutamente ninguna, en los temas relacionados con el suicidio.
Que tengáis un buen día, viajeros.
Fran

12 comentarios:

Anónimo dijo...

El Metro de Barcelona, por ejemplo... Cada año se suicida "un montón" de gente tirándose a las vías al paso de los trenes. Nunca se dice nada...
"...razones ajenas... ...el servicio permanecerá inactivo entre las estaciones de..." (se ha tirado alguien; no lo dicen...)

podi-.

Abel Carreto dijo...

tal vez el suicidio sea un acto de egoísmo —respecto a la familia— o de cobardía. Asusta imaginar que puede pasar por la cabeza de los suicidas justo antes de abandonar este mundo. Debería preocupar un poco más a la Sociedad desde la perspectiva mediática...

Conpedepaula dijo...

Wow, un texto duro no? Hombre, también hacían caso omiso al tema del "Bullying" y ahora mira cómo están de previsores. Hasta que no ocurre una tremenda desgracia aquí nadie abre los ojos.

Un saludo!

Josu_sein dijo...

Ufffff... Aparte de que me ha encantado el texto, y la foto también, podría hablar sobre la refelexión final pero es muy peliagudo... Así a grandes rasgos y simplificándolo que te cagas, hay que apostar por la androginia.

soyhansyhans dijo...

Hay un pacto de silencio sobre este tema. No se le quiere dar ninguna publicidad porque surtiria el efecto contrario, aumentarian los suicidios.
Habrás observado que cuando un famoso se suicida a continuación hay una oleada de suicidios, personas inestables que necesitan ese empujoncito psicológico para finalizar con su vida.

Un fuerte abrazo

soyhansyhans dijo...

Se me olvidaba comentarte, tu relato como siempre, es magnífico.

Mas abrazos

Cruelillo dijo...

lo que es invisible, no existe y el suicidio no es en nada visible!

Siempre he leído lo del contagio social del suicidio, pero recuerdo cuando Emile Durkeim estudio el suicidio, llego a la conclusión que lo único que se contagia son los problemas sociales que pueden desembocar en el suicidio.

Efectivamente, es algo que no da votos, no creo que ningún político diga: votadme, que evitaré los suicidios, en todo caso si dijera que los provocaría en otras razas, habría que les votaría!

un abrazo, bien vivo, agradecido por dar luz a lo que no se ve!

Anónimo dijo...

El señor de los zapatos sucios era muy puntilloso, escrupuloso y medido en sus acciones y en el saber estar en los sitios con la dignidad que éstos merecen.
La sociedad que rodeaba al señor de los zapatos sucios oprimía a éste por ser ésta desorganizada, desestructurada, nada puntillosa ni medida en sus acciones y no le requería a nadie que se compartara así, ni siquiera que supiera estar con la dignidad que "el sitio de estar" merecía.
Por eso, el señor de los zapatos sucios no aguantó más... Y eso que lo intentó; en la última semana no se limpió los zapatos ni un sólo día; no lo soportó.

podi-. (ramificando el relato, que no continuándolo; y es que su lectura de hace dos días no ha quedado en el olvido)

Anónimo dijo...

....estremece el articulo....por aquí en andalucia de una manera muy sutil se está formando a los profesionales para detectar el riesgo de suicidio, mediante charlas,guias,...no solo a los profesionales de salud mental sino también a los médicos de familia,enfermer@s,..., al detectar el elevado índice.
Estoy de acuerdo con lo que comentais de que darle publicidad podría aumentar el índice...por eso está en manos del gobierno ( y de la sociedad, nosotros mismos)en disminuir eso....con nuestra manera de percibir el mundo que nos rodea...llenarnos de optimismo y esperanza, si nosotros nos lo creemos haremos que "el mundo que gira" a nuestro alrededor tambien lo haga....el efecto mariposa....

Evi dijo...

....estremece el articulo....por aquí en andalucia de una manera muy sutil se está formando a los profesionales para detectar el riesgo de suicidio, mediante charlas,guias,...no solo a los profesionales de salud mental sino también a los médicos de familia,enfermer@s,..., al detectar el elevado índice.
Estoy de acuerdo con lo que comentais de que darle publicidad podría aumentar el índice...por eso está en manos del gobierno ( y de la sociedad, nosotros mismos)en disminuir eso....con nuestra manera de percibir el mundo que nos rodea...llenarnos de optimismo y esperanza, si nosotros nos lo creemos haremos que "el mundo que gira" a nuestro alrededor tambien lo haga....el efecto mariposa....

Manel Aljama dijo...

Muy buen texto, sí señor. Has pasado de la primera persona del suicida a la de la testigo sin que se note y para acabar le das un final irónico e inquietante.
Los que prohíben el tabaco o alargan la jubilación hasta los 67 son unos mantas, tendrían que prohibir el suicidio...

joanbarcelona dijo...

El suicidio es algo a lo que no encontramos motivo y por tanto, al no encontrar ese porqué, lo apartamos para seguir pensando en cosas más "razonables".

Aún asi, nueve personas al dia es para pensar y mucho.

Joan