domingo, 15 de junio de 2008

La colonia

Foto: Colonia controlada de gatos frente a la Iglesia de San Lorenzo. Venecia. junio de 2007
Justo ayer hizo un año, mientras paseaba en góndola por Venecia, y disfrutaba del entorno, de la compañía, de las canciones y de los comentarios del gondolero, pasamos por delante de la Iglesia de San Lorenzo, y nos comentó que allí estaban enterrados Marco Polo y su familia. Buen sitio para que reposen tus restos, pensé. Era una iglesia poco agraciada y con la fachada sin acabar. Estaba situada en una plaza, un campo como dicen ellos, uno de los laterales de la cual daba al canal por donde pasábamos. No había turistas, sólo nosotros, porque el lugar está un poco alejado de las rutas habituales y era a última hora de la tarde, casi oscurecía. Me llamó la atención la cantidad de gatos que había en ese campo. Al fondo vi unas casetas, y unos recipientes con comida, y me acordé que Italia es uno los países que tienen mejor resuelto el tema de los gatos en la calle. Son los primeros que establecieron las colonias controladas y el resultado ha sido muy bueno. Se ha compaginado el derecho de los ciudadanos a no sufrir molestias por los animales, con el innegable derecho a la vida de estos.
Esta mañana, mientras paseaba a mi perra por los jardines de los alrededores de casa, he visto un cartel colgado en una farola que decía algo así como: “las palomas son portadoras de enfermedades, tienen muchos parásitos, destruyen el entorno y atraen a las ratas. No les de de comer. Además está prohibido por la ordenanza municipal”.
Trabajo diariamente en temas de animales, y sé lo complicado que es hacer entender a las personas, que con buena voluntad guardan sus restos de comida para alimentar a los animales de la calle, que lo que hacen es una buena acción, pero que acarrea consigo muchísimos problemas. A la mayoría no les importa que los vecinos les llamen la atención, lo hacen a escondidas e incluso cambian los horarios en los que alimentan a los animales para no ser vistos. Una señora que alimentaba una colonia no controlada de gatos, gastaba su dinero en ponerles anticonceptivos en pastillas para que no fueran procreando. Además dejó de ir de vacaciones porque no tenía a nadie que alimentara a “sus gatos”. No quiero imaginarme hasta donde debe estar el marido de esta señora.
Es cierto, alimentar a los animales en la calle, hace que la colonia, ya sea de palomas o de gatos, crezca desmesuradamente, y lo haga de manera descontrolada, si hay alimento empiezan a procrear de manera exponencial; y hace que se propaguen entre ellos enfermedades, algunas de las cuales son trasmisibles al hombre.
Desde el punto de vista social, yo me pregunto qué mueve a esas personas a hacer este tipo de acciones, por qué renuncian a su libertades personales para pasar a depender de esos animales. Seguramente canalizan muchos de sus vacíos hacia esa actividad, dando ese cariño que muchas veces no pueden dar a nadie más hacia los animales.
Que tengáis un feliz día, viajeros.
Entrellat

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