lunes, 23 de junio de 2008

La solitude

Foto: Ensayo sobre el dolor. Junio de 2008
Hoy os voy a contar una historia tan real, como terrible. Para aquellos que no tengan ganas de escuchar algo de esas características, les recomiendo que pasen al final del texto, donde he colgado una bella canción de la cantante parisina Barbara. El video pertenece a un espectáculo del corógrafo belga Maurice Béjart, pero con permiso suyo, esta vez me interesa más que sus coreografías, la voz y la canción de Barbara, la manera melancólica, contenida y dolorosa que tiene de cantar…
Sergio, así le llamaremos, era soltero y no tenía pareja conocida. Se ganaba la vida instalando aparatos de aire acondicionado, colocando vallas metálicas, o haciendo pequeñas reparaciones en casas de algunos clientes. Todo ello le permitía salir adelante con suficiente holgura, para no tener problemas económicos, no más que la mayoría. Tenía un pequeño taller en el que guardaba todas las herramientas que necesitaba para esas tareas.
Aquel día, hace a penas dos semanas, recubrió una zona de su taller con plásticos y cartones. Las paredes, el suelo y todas las zonas donde preveía que podía manchar con su último encargo, fueron objeto de esa meticulosa tarea. Esta vez el encargo no era de nadie en particular, ni de sus amigos, ni de ningún cliente, era suyo.
Unos días antes había estado preparando un artilugio nuevo que utilizaría en este encargo. Con meticulosa habilidad, como estaba acostumbrado a hacerlo todo, cogió la careta protectora de soldar, pero esta vez no la utilizó para protegerse, ya que era la careta lo que intentaba transformar en alguna herramienta impensable. Le fue soldando por la parte interior clavos a modo de cepillo, como si una herramienta de tortura se tratara. Cuando la tuvo acabada, la dejó en un rincón esperando a que llegara el momento de utilizarla.
Cuando acabó de colocar los plásticos y los cartones, se fue hacia el rincón donde días atrás había dejado la careta y la cogió, se la colocó en la cara, con cuidado, no quería que un pequeño fallo le hiciera desistir de su tarea. Tomó del suelo una maza que había dejado preparada y golpeó fuertemente hacia su cara… En cuestión de segundos los clavos pusieron fin a su vida.
Lo encontraron muerto al día siguiente, y a pesar de lo dantesco de la escena, la Policía concluyó que había sido un suicidio, por la trayectoria de los clavos, por la fuerza con la que había sido golpeado, y por la meticulosidad con que había sido preparado todo.
Sergio era amigo de mi cuñado desde hacía mucho tiempo, compartían muchos momentos. Yo lo conocí en el bautizo de mi sobrino. Desde que me lo han contado, no he podido dejar de pensar en ello. ¿Qué pasa por la cabeza de una persona para intentar quitarse la vida? Pero en este caso ¿por qué de esa manera tan cruel, tan dolorosa? ¿Qué dolor, qué trauma tendría Sergio que tuviera que acabar de esa terrible manera? Se me ocurren muchas preguntas, y seguro que a todos los suyos todavía más, pero por desgracia se quedarán sin respuesta para siempre.
Abrazos, porque hoy, la frase “Que tengáis un feliz día, viajeros”, con la que despido siempre mis escritos, no tiene sentido, o tal vez lo tenga más que nunca.
Entrellat
(Extracto del espectáculo “Brel Barbara par Béjart” sobre la canción La Solitude de Barbara)
Nota: Este escrito no se llegó a publicar en fotolog. Me generaba demasiada inquietud, o dolor, y siguiendo el consejo de un experto en el tema no lo publiqué.

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