miércoles, 5 de diciembre de 2007

Perú y su gente II

Foto: Hotel Kamisaraki Inn. Islas de los Uros, Lago Titicaca (Perú), noviembre de 2007
Walt Whitman decía: “las montañas son siempre las mismas, las miradas las hacen diferentes”.
Seguro que habrá quien difiera de todos estos comentarios que voy haciendo sobre Perú. Habrá quien haya estado allí y no haya visto lo mismo que yo, y no porque haya cambiado, si no porque su manera de mirar ha sido distinta. Hoy hablaré sobre los Uros que yo vi.
Los Uros son un grupo étnico que vive en unas 20 islas flotantes, fabricadas por ellos mismos a base de totora, una especie de juncos que se encuentran en el lago Titicaca. Las islas, construidas sobre una base de raíces de totora, varían de tamaño en función del número de familias que viven en ellas, y están ancladas al fondo del lago con palos, a modo de estacas, y sobre esa base van añadiendo nuevas capas de totora a medida que las de abajo se van pudriendo. Como curiosidad, explican sus habitantes, que en época de lluvias a veces alguna isla se ha desatado y se ha desplazado por el lago. En esas situaciones, contratan un remolcador que la devuelva a su sitio, y la vuelven a anclar en su posición inicial. Es también curioso cómo se balancean, a pesar de estar ancladas. Cuando uno está encima de una de estas islas, tiene la sensación de estar en un muelle flotante.
Ellos dicen que viven de la pesca y de la artesanía, pero cuando desembarcas en sus islas observas que todo está montado para el turismo. No quiero decir con ello que sea un parque temático, no. Todo lo contrario, pero han organizado su vida para vender esa artesanía como souvernirs a los turistas y hasta tienen un pequeño “hotel”, el de la foto, a base de cabañas, para los turistas atrevidos que quieran pasar allí la noche.
Tienen una escuela, a la que va diariamente un profesor de tierra firme, que obligatoriamente tiene que hacer las clases en la lengua que actualmente hablan, el Aymara. También tienen un pequeño centro de salud, y la mayoría de las casas disponen de placas solares para tener luz eléctrica, herencia de la primera etapa Fujimori. Lo que no me atreví a preguntar fue dónde hacían sus necesidades, pues en el interior de una de las casas que visitamos no había retrete, y en lo que se podía ver del resto de la isla, tampoco había nada que pudiera hacer esas funciones. En realidad había poca cosa dentro aquella casa, tan sólo una cama que ocupaba casi toda la cabaña y una silla donde sentarse para hacer los bordados, que luego venderán a los turistas. En esa cama dormían el matrimonio y sus dos hijos. El resto de la cabaña era tan pequeño, que ni siquiera cabían los cuatro habitantes de pie. Me pareció curioso que la señora nos ofreciera ver su casa, pero todavía más curioso me pareció el comentario que hizo sobre el desorden que reinaba en el interior: “perdonad, pero la casa está un poco desordenada”, como si yo o cualquiera, después de ver una manera tan diferente y genuina de vivir, fuera capaz de juzgarlos por ese “desorden”.
Los Uros son un pueblo amable, y son conscientes que el turismo es una gran fuente de ingresos, y por eso intentan conservar sus costumbres, y todo lo folclórico de su aspecto, pero a pesar de ser acosados diariamente por embarcaciones de turistas, no pierden su sonrisa y sus ganas de hablar con los que vienen de fuera. Eso mismo no ocurre con otro grupo de gente que vive también en el lago, los habitantes de la isla de Taquile, pero eso ya es otra historia, que os explicaré en la próxima actualización.
Feliz día, viajeros.
Entrellat

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