martes, 26 de junio de 2007

Los vendedores de pinturas

Foto: Vendedores de pinturas en el callejón que atraviesa los Uffizi y une la Plaza de la Signoria con el río Arno. Florencia.
René tiene 45 años, es un pintor de origen francés, que vende sus pinturas en el callejón que atraviesa la galería de los Uffizi. Sabe muy bien que, desde hace un tiempo, las personas que no tienen comprada la entrada con antelación, hacen cola durante horas para visitar la galería más famosa de Florencia. Sabe también que esas personas que esperan tienen un interés especial por la pintura, y que las largas esperas dan para mucho, incluso para mirar sus pinturas, por eso decidió pedir una licencia al Ayuntamiento, que le permitiera poner un tenderete en la zona. Pagó su cuota religiosamente y cada día, monta su caballete, coloca sus pinturas y espera la llegada de los turistas. Cuando él llega, algunos ya hace rato que están haciendo cola, pero todavía no están lo suficientemente nerviosos para turnarse en la cola con sus compañeros y dar un paseo por los puestos de pintores, así que aprovecha para pintar alguna acuarela cerca de su caballete. Disfruta viendo pasar delante de sus obras a los turistas, aunque desgraciadamente miran mucho y compran poco, pero se puede salir a delante, con lo que vende y le permite hacer uno o dos viajes al año. Lo que más le molesta es que últimamente han aparecido por la ciudad un montón de inmigrantes magrebíes que, por descontado no pagan impuestos, ni piden permiso al ayuntamiento, y la mayoría de las veces distraen con sus vulgares láminas pisoteadas a los posibles clientes.
Ahmed tiene 19 años, llegó a Italia en una patera, hace aproximadamente seis meses. Pagó por el trayecto el equivalente a 40 licencias como las que paga René. Pagó tres euros por cada lámina, en total 300, al vendedor de sueños, así le llaman sarcásticamente sus compañeros, no le quería vender menos de esa cantidad. Le dijo que si las vendía por 10 euros, sacaría 7 por cada una, pero desgraciadamente el regateo de los turistas apenas le deja 5, y muchas veces, a última hora de la tarde, las vende por 4 para poder pagar ese día al casero que le alquila una cama, a 10 euros por día. Pero está contento, apoyado en la columna, porque hoy ha podido esquivar 5 veces, en lo que va de mañana, a los policías que pasan tranquilamente por las calles transitadas, donde acostumbran a ponerse los vendedores de láminas. Ahmed está contento también porque el “cursillo” que le hizo el vendedor de sueños, sobre cómo colocar las láminas, una ligeramente encima de la otra, para que con una sola carrera las pueda arrastrar y recogerlas todas juntas, ha surtido efecto. Ya lo hace con destreza, al principio tardaba un poco más, pero ya es capaz de recoger 20 láminas en 3 segundos. Seguro que si algún día puede hablar con su madre, le contará lo bien que está yendo su nueva vida, en este paraíso que es Europa. La echa de menos, y a sus hermanos, y a su padre, que hace tiempo que dejó de hablar, porque no sabía qué decirles por la falta de comida. Y por eso se fue Ahmed, porque no soportaba ver la tristeza en los ojos de su padre. Todavía no puede mandar dinero, a penas si le llega para pagar la cama, pero está contento, porque los europeos son tontos, y tiran mucha comida, y él muchos días puede comer dos o tres veces, de lo que van tirando de los restaurantes. Le han dicho sus compañeros que en un par de meses más, si lo hace bien, podrá enviar dinero a casa, y eso le hace muy feliz. Seguro que su padre dejará de tener la mirada perdida y volverá a cantar, como lo hacía cuando eran pequeños, mientras caía la tarde.
Que tengáis un feliz día. Saludos, viajeros.
Entrellat

No hay comentarios: