domingo, 24 de junio de 2007

Y sin embargo viven...

Foto: Tendedero en uno de los edificios que dan a un canal de Venecia.
Desde mi punto de vista de alma curiosa, inquieta, o simplemente desde mi parte egocéntrica y chafardera, cuando voy a alguna ciudad o pueblecito, siempre me pregunto si yo podría vivir allí, y en Venecia no fue menos. Pensé que no, que tal vez fuera muy complejo el día a día, el estar rodeado de agua, la humedad, los engorrosos desplazamientos… Recuerdo un día, mientras esperamos un vaporeto, justo, cuando ya nos habían cerrado la barandilla para que no subiéramos, porque se tenía que marchar la embarcación, llegó un señor vestido de traje, con un maletín, y dijo, en un italiano difícil de entender, seguramente sería dialecto veneciano, que trabajaba y que le dejaran pasar. El responsable del trasporte le dijo que no, que ya se marchaban y que esperara al siguiente. Ese señor me hizo pensar que lo romántico de esa ciudad, lo entrañable de sus canales, se vuelve incomodidad para sus cada vez menos habitantes fijos. De los casi 250.000 habitantes que había llegado a tener, ha pasado a tener en la actualidad a penas 20.000. No obstante, el señor en cuestión, dio un suspiro resignado, y se sentó en una de las butacas de las paradas flotantes a esperar, como el resto. Al cabo de unos segundos ya estaba tranquilo, y como si nada hubiera pasado. Luego pensé, que es exactamente lo mismo que cuando uno de nosotros pierde el tren, el tranvía o el autobús para ir al trabajo. Nada original, ni remarcable. Tal vez pensé en ello porque estaba de vacaciones, y con la agenda tranquila.
Otra de las cosas que me sorprendió fue la ropa tendida. Por su puesto que todos tendemos ropa, o puede que los más afortunados utilicen la secadora, pero no fue eso lo que me sorprendió, no. Observé el tipo de ropa que había tendida en el tendedero de la foto. Y me vinieron a la cabeza más preguntas. Pensé lo que harían si se le caía alguna pieza de ropa al canal. Tonta la pregunta, lo se, ni os molestéis en hacérosla. Vi que había mucha ropa de niño, y me imaginé la infancia de esos niños, y la mía, y empecé a comparar, mala cosa. ¿Dónde jugaban los niños? Porque si te fijas cuando paseas por Venecia, no hay niños; bueno, sólo los de los turistas. Entonces pensé en el riesgo de dejar a un niño solo, jugando cerca de los canales. Y la respuesta también fue inmediata, aquí en mi ciudad tampoco hay niños jugando solos en las plazas, siempre hay alguien vigilándolos. Pero pensé en mi infancia, y yo sí que jugaba solo en la calle, con mis amigos, y luego pensé que seguramente allí también. Hace unos años la gente estaría más tranquila, y los niños seguramente jugarían en “los campos”, sin necesidad de temer que la pelota se les cayera al agua, o si le iban a dar un pelotazo a un turista. Y si se les caía, pues la cogerían con alguna caña, o con algún palo, o esperarían que alguna embarcación se la acercara a la orilla. Nada original, ni remarcable tampoco. Sólo la solución adaptada al problema.
En fin, que la vida se ha complicado, que los niños ya no juegan en los campos de Venecia, ni corretéan solos por sus calles, pero aquí hace tiempo que dejaron de hacerlo también.
Que tengáis un feliz día. Saludos, viajeros.
Entrellat
PS: Por cierto, claro que podría vivir en Venecia, ellos lo hacen.

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