lunes, 9 de julio de 2007

Con mis mejores galas II

Foto: Turistas en la plaza de San Marcos. Venecia.
Hoy vuelvo a Venecia. Recupero una foto de las muchas que tomé el mes pasado, en ese viaje. Curiosa pareja de abuelitas con sus atuendos repetidos, como gemelas de 5 añitos, y con paraguas de puntilla y todo. ¿De dónde son? No las escuché hablar sólo comían y seguramente descansaban de un paseo por la ciudad. De todas formas no hizo falta escucharlas hablar, deduje que debían ser inglesas. Sólo las inglesas de cierta edad se atreven con semejante atuendo.
Después de hacerles la foto me senté cerca de ellas, en un escalón de la plaza y como siempre la cafetera, mi cerebro, empezó a echar humo, a maquinar y a suponer cómo debía ser su vida. Sé que no hago daño a nadie con esto, y encima es gratis, no como el sándwich, el zumo y el té que las tiernas abuelitas se tomaron, en esa famosísima y carísima terraza de Venecia. Seguro que tuvieron que empeñar hasta las pamelas. Así pues empecé a inventar su vida. Ya tenía su origen:
— Inglesas.
— Aceptado. ¿Edad?
— Difícil, siempre he tenido mal ojo para las edades, hasta yo me creo que aparento menos de los que tengo. En fin, unos 70.
— No, más…
— Vale, 75 como mucho — seguramente tenían más, pero bueno, no vamos a estar todo el texto discutiendo.
— ¿Y su relación? ¿Amigas, amantes, hermanas…?
— Hermanas, seguro. Si fueran amantes no se vestirían como si fueran las presidentas de honor de un club de Críquet.
— ¿Y porqué no?
— Bueno, no sé, pero a mi me han parecido hermanas y como escribo yo, decido yo.
— Viva la democracia.
— No te enfades si es un juego.
— Claro, pero tú pones las reglas.
— Bueno, vale, la próxima decides tú.
— Y ¿a qué se dedican?
— Jubiladas, seguro, con su edad.
— Claro, claro.
— ¿Tienen marido?
— ¿No has dicho que podían ser amantes?
— No, eso lo has dicho tú.
— Vale, hermanas. Yo creo que solteras.
— ¿Y viudas? ¿No te parece más adecuado? Imagina: la mayor era viuda, y la pequeña se quedó viuda al cabo de unos años, vendió su pisito de Londres y se fue casa de su hermana en York. Y con lo que les dio de la venta del piso, completan su pensión y encima les da para hacer un par de viajecitos al año.
— Ostras sí, mucho mejor, dónde va a parar.
(…)
Pues así más o menos, pero sin la esquizofrenia de la conversación, suelo empezar a imaginar las historias de las personas que veo en los viajes. Y me gusta ponerles finales felices, aunque sea un poco pastelorro, pero como me las invento yo, me gusta pensar que la mayoría de las historias llegan a buen puerto. Después me levanto y sigo con mi paseo, pero con la alegría que me da saber que he arreglado la vida de mis personajes. Es lo que tiene ser el dueño de mi fantasía.
Feliz día, viajeros.
Entrellat

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