domingo, 15 de julio de 2007

Somewhere under the moonlight

Foto: dos chicas en la Place des Vosgues. París
Hoy hace exactamente 50 años que llegué a París, y he ido a celebrarlo yo sola, tal y como llegué. He ido a la plaza des Vosgues, me he comprado un sándwich y un refresco y me he sentado en un banco de la plaza, a observar la gente, tal y como hice aquel día, pero hoy sin mi maleta de cartón, sin lágrimas en los ojos, y cargada con mi cámara de fotos. Dos chicas sentadas en la hierba, se abrazaban, se besaban y se demostraban su amor sin pudor. Les he hecho una foto a escondidas, he guardado mi cámara y me he puesto a comer. Tal vez por que hoy hace 50 años, o tal vez porque esas chicas tenían la libertad de quererse sin que nadie siquiera las mirara, no más que a otras parejas, he recordado como llegué a París…
Llegué con una maleta de cartón que me dejó mi madre, sin decir nada. La dejó encima de la cama, abierta, y salió de la habitación, con alguna lágrima en la cara, pero sin decir absolutamente nada. Yo tenía apenas 19 años acabados de cumplir. Me marché de casa porque no podía ser la hija ni la hermana que ellos querían que fuera.
Todo empezó un día al volver del Instituto. Le comenté a mi hermano que una compañera de clase me había invitado a ir al cine con ella. Mi hermano me dijo que este tipo de amistades no cabían en esta familia, que no quería que sus compañeros de clase se rieran de él. Y añadió, que si continuaba por esa vía, que no quería saberlo.
Al cabo de un tiempo fui al cine con ella. Me decía cosas que nadie me había dicho antes, cosas que me hacían temblar. Me aceptaba tal como era y no me juzgaba como los de casa. Nos hicimos muy amigas. Íbamos al cine, a pasear, a ver las puestas de sol sentadas en un banco delante del río… Nos gustaba quedarnos hasta que la luna se reflejaba en el agua. Yo no decía gran cosa. Era ella la que hablaba casi siempre. Pero yo me sentía muy bien a su lado, en silencio. Me explicaba cosas de sus hermanos, del equipo de natación en el que estaba, y me prometió que cuando llegara el verano, iríamos allí al río, y nadaría hasta cogerme la Luna. Aquello me hacía sonreír. Tenía un cuerpo muy desarrollado, por la natación supongo, y era un poco más alta que yo, y a pesar de que la mayoría de los chicos del instituto le iban detrás, no salía con ninguno de ellos. Siempre les daba la misma excusa, que tenía que estudiar, y que no tenía tiempo para novios. Y yo me sentía muy orgullosa, porque me había escogido a mí, como amiga suya. Un día me pasó la mano por encima de la espalda, y estuvimos así mucho rato, hasta que oscureció, y me dijo que ya faltaba poco para que llegara el verano, y que entonces me regalaría la Luna, tal y como me había prometido. Yo no sabía si aquello que hacíamos estaba bien o mal, pero no quería que se acabara nunca.
Al cabo de un tiempo me pasó a recoger por casa con la moto de su hermano, una moto muy vieja y cuando volvimos me dejó en la puerta de casa. Mi padre nos vio llegar y me preguntó que quien era esa chica y que de dónde veníamos. Dijo muy claro que no le gustaban las chicas que conducían motos y no sabían estar en su sitio, que sólo hay un camino, y que nadie de su familia se había comportado como lo estaba haciendo yo. Lo dijo con mucha mala leche. Intentó arreglarlo después diciendo que a veces estamos confundidos, y que tomara ejemplo de mi hermano, que él ya había tenido muchas novias. Le lancé una sonrisa entre sarcástica y apenada y me fui a mi habitación.
Nunca más volvió con la moto por casa, nos veíamos a escondidas, pero mi sentimiento de culpa y mis inseguridades hicieron que aquello no durara mucho más tiempo.
No me dio nunca un beso, sólo aquella mano por encima del hombro, que me hacía poner la piel de gallina y que me temblaran las rodillas, pero con aquello tenía bastante. Y cuando todo acabó supe que algo había cambiado en mí, y que aquella sensación que tuve, con aquella chica, había sido amor.
Aún hoy, cuando me siento sola o triste, voy a los muelles del Sena a ver caer la tarde. Todavía espero que alguien se meta en el agua y me regale la Luna.
Feliz día, viajeros.
Entrellat
PD: Gracias a Sion por su luna

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