jueves, 31 de julio de 2008

Un mundo feliz

Foto: Tumba en un cementerio de Berlín. Octubre de 2005
Mi prima Carlota, que es muy observadora, decía que si un extraterrestre mirara cualquier álbum de fotos nuestro, diría que nuestras vidas son plenamente felices, porque en casi todas las fotos salimos sonriendo, o en algún momento feliz de nuestra vida. Es cierto, nadie hace fotos de momentos tristes de su vida. A nadie se le ocurre sacar una cámara de fotos en un entierro mientras habla uno de los familiares del difunto, a no ser que seas un famoso y el que saque la cámara sea un paparazzi; a nadie se le ocurre sacar la cámara en un hospital, cuando vamos a visitar a un amigo que ha tenido un accidente de coche, o cuando se está muriendo de cáncer.
¿Por qué se considera de mal gusto retratar el dolor, y no así la alegría?
No me considero una persona morbosa, no considero que tenga un interés malsano por cosas desagradables, pero sí me interesan todos los aspectos de la vida, como creo haber dicho alguna vez, incluida la muerte, y por eso suelo visitar algunas veces cementerios cuando viajo, y me suelo fijar en cómo organizan en cada sitio el casi ignorado tema de la muerte.
Hace unos años, cuando visité Berlín, me llamó la atención un cementerio judío cristiano, y no porque estuvieran mezcladas las tumbas, aquí también lo están, si no porque había algunas tumbas que eran un dechado de dedicación. Algunas eran como pequeños jardines llenos de detalles, y en las cuales se podía intuir un enorme amor por las personas que lo habían hecho. En la foto podéis ver un ejemplo.
Esta mañana he ido al entierro de la hermana de uno de mis mejores amigos. A la difunta la conocía desde hace muchos años, antes de que se casara, antes de que tuviera a sus dos hijos, y por supuesto antes de que esta terrible enfermedad se la llevara. Hoy, saltándome el orden que hubiera tocado, no acabaré mi historia de Abber, porque quiero dedicarle mi actualización a ella, a mi amigo, a su familia y a todos aquellos que sufren la pérdida injusta y a destiempo de un ser querido.
Si la vida os lo permite, que tengáis un feliz día, viajeros.
Entrellat

martes, 29 de julio de 2008

Delfines en mi velero: Abber II

Foto: Transporte de trabajadores, camino de la plantación. Cuba, julio de 2001
(Viene de la actualización anterior)
Abber dejó la bicicleta en el porche, entró en su casa y al cabo de unos minutos salió con una cinta para casete, y se subió al maletero del coche, al cofre como decía él. Pusimos la cinta en el reproductor y empezó a sonar la música de Carlos Manuel y su clan, que nos acompañaría durante todo el viaje.
Durante el trayecto, algo más largo de lo que había dicho al principio, Abber iba cantando las canciones del casete. Las volvíamos a poner una y otra vez, porque al chaval le gustaban mucho, y porque no teníamos ninguna más, todo hay que decirlo. Al final todos acabamos cantando casi a la perfección “Agua fría”.
-¿Y cómo decías que te llamabas? - le pregunté
-Abber
-¿Es un nombre cubano? ¿Es bastante corriente? – insistí curioso por saber algo más sobre el chaval.
-Noooo, Abber, de Abberto – dijo con su mejor acento cubano.
¡Alber, de Alberto! Me quería morir de la vergüenza, por haber sido tan tonto y no caer en semejante obviedad. Luego durante el resto del viaje, cuando ya no estaba con nosotros, seguimos haciendo broma sobre mi metedura de pata.
A pesar de eso, Abber tenía una facilidad muy grande para imitar los acentos, y mientras nosotros intentábamos imitar a unos pijos mexicanos de Veracruz que compartían hotel con nosotros, él empezó a imitar también el acento mexicano, e incluso a imitarnos a nosotros mismos. Nunca había pensado que yo tenía acento alguno; pensaba que tenía acento neutro, que era difícil saber de donde era cuando hablaba en castellano, pero no. Al final acabamos reventándonos de risa y hablando todos en “mexicano”.
Hablaba muy bien francés, y siempre que venía algún turista de ese país a la ciudad, nos comentó que solía hacer de guía improvisado. Su acento era bastante bueno. Explicaba cosas de París con la misma ilusión con que imagino Marco Polo debía explicar sus viajes a la China, sólo que él nunca había estado allí. Nos explicó que su gran ilusión era viajar a París, y esperaba visitar Europa cuando pudiera salir del país.
Nos había informado que por la visita a la plantación, con la entrada incluida, nos cobraría una cantidad que no recuerdo, pero que nos pareció irrisoria, y en esa entrada ya estaba incluida su comisión.
Tenía pendiente de hacer algo parecido al servicio militar, y con toda la naturalidad del mundo, nos explicó que estaba ahorrando con lo que conseguía como guía, para “comprar” un certificado médico que le permitiera quedar exento por incapacidad. Esa es una de las “ventajas” del “sociolismo”, que todo se puede comprar. Aquí creo que también, sólo que el precio es un poco más caro.
En la visita a la plantación nos llevaron a los invernaderos, a los secaderos, y a los liaderos, donde nos hicieron una demostración de cómo liaban el tabaco. Nos preguntaron si alguno de nosotros fumaba, y claro yo, que hacía poco que había dejado de fumar cigarrillos, dije que sí, pero que lo estaba dejando. Parece ser que la pregunta era si alguien fumaba puros, pero yo con mi ignorancia y por no ser descortés, no quise desmentirlo. Ya me había pasado alguna vez con otras cosas. Una vez me preguntaron si fumaba, y yo dije también que sí, por su puesto refiriéndome a cigarrillos otra vez, pero no me había dado cuenta que la otra persona me alargaba con la mano un porrete, a la vez que hacía la pregunta, así que después de haber dicho que sí, me vi incapaz de negarlo, y ya me tienes fumando costo por primera vez, como el que no quiere la cosa. ¡Santa inocencia!
En este caso, mi mentirijilla tuvo premio, pues me llevaron a la casa del señor Robaina y a parte de hablar un rato con él, me regalaron un par de puritos. El abuelo Robaina, que parecía tener más de 80 años, a pesar de su avanzada edad, seguía dirigiendo para el régimen castrista lo que antes habían sido sus plantaciones de tabaco y las de sus antepasados. Lo que a otros cubanos el régimen hubiera expropiado sin ningún tipo de miramiento, al señor Robaina, se le permitía seguir “dirigiendo” para el régimen; obteniendo así algunos beneficios extras, como las entradas que cobraban por las visitas y la venta de cigarrillos bajo manga a los turistas. Otro ejemplo de las ventajas del “sociolismo”.
Salimos de la plantación con la sensación de haber visto algo diferente, de haber podido charlar con alguien a quien los turistas no tenían acceso. Abber nos preguntó qué queríamos hacer. Alguien del grupo dijo si sabía de algún sitio para tomar algo, y al resto nos pareció una magnífica idea.
Abber, que empezaba a sentirse muy a gusto con nosotros, nos llevó a un bar de copas muy especial, dentro de una cueva; pero lo que allí pasó y cómo Abber se convirtió en uno más del grupo, lo contaré en la próxima actualización.
Que tengáis un feliz día, viajeros.
Entrellat

martes, 22 de julio de 2008

Delfines en mi velero: Abber I

Foto: Calle principal de Pinar del Río. Cuba, julio de 2001
Abber se acercó a nosotros nada más entrar en la ciudad. Apareció con su bicicleta, acompañado de unos niños de diferentes edades. Parecían delfines nadando alrededor de nuestra embarcación, como dándonos la bienvenida. Eme y yo íbamos acompañados de cuatro personas más, en un Athos de color azul: tres murcianas que habíamos conocido en el hotel, con las que decidimos alquilar el coche para recorrer la isla, y un italiano que se habían encontrado ellas en una fiesta gay, pero que no era gay, según él. Por supuesto que no, nunca lo son. En las fiestas gays lo más normal es que todos los tíos sean sociólogos y que estén allí haciendo encuestas.
El chico seguía pedaleando al lado de nuestro coche. Como el calor nos obligaba a tener las ventanillas bajadas, no era difícil mantener una conversación con él. Mientras pedaleaba, nos preguntó qué tal estábamos, y si buscábamos sitio para comer; y como se acercaba la hora y las estrecheces del Athos nos empezaban a pasar factura, dijimos que sí.
Abber era un chico pelirrojo, de ojos verdes, no tendría más de 17 o 18 años, pero tenía picardía y desparpajo para parar un carro. Nos llevó a un paladar, esos restaurantes familiares que el régimen de Fidel había permitido como únicos negocios privados de los cubanos. El sitio al que nos llevó no reunía las mínimas condiciones sanitarias, así que salimos rápido de allí. El chaval, que se esperaba en la puerta, entendió deprisa que no pasaba nuestras exigencias en cuanto a higiene. Nos dijo que sabía lo que queríamos, que nos llevaría al restaurante de su tía. Aunque todavía dudo que la señora que nos atendió fuera su tía, sobre todo por haber escogido ese paladar como segunda opción, salimos con la sensación de haber degustado una sabrosa comida cubana y en un buen sitio.
Tal y como nos había dicho, nos estaba esperando a la salida. Nos preguntó qué queríamos hacer, y ante nuestras dudas, nos sugirió enseguida la visita a una plantación de tabaco, donde podíamos ver como elaboraban unos de los mejores habanos de toda la isla: los Vega Robaina. Preguntamos si estaba cerca y nos dijo que no mucho, pero que dejaba la bicicleta en su casa y venía con nosotros en el coche. Le dijimos que no cabía nadie más, que ya íbamos seis personas en un diminuto coche para cinco. Por supuesto su visión del espacio era diferente, lo que para nosotros era un diminuto maletero, para él era un preciadísimo asiento auxiliar. Su necesidad de supervivencia le hacía más atrevido y mucho más ingenioso.
- Ya yo voy en el cofre - dijo.
- ¿Seguro? – dijimos nosotros un poco sorprendidos y marcados por nuestras limitaciones y cómodas costumbres europeas.
- Claro que si, ustedes no se preocupen, no está demasiado lejos. En quince o veinte minutos llegamos.
Y así le acompañamos a su casa, dejamos la bicicleta y emprendimos camino a la plantación. Pero lo divertido del trayecto, y cómo lo que iba a ser una simple visita a una plantación de tabaco se convirtió en una deliciosa noche, lo dejo para la próxima actualización.
Que tengáis un feliz día, viajeros.
Entrellat

sábado, 12 de julio de 2008

Ámbar y arena

Foto: Inicio del concierto de Miguel Bosé. Terrassa, 11 de julio de 2008
Terrassa, 11 de julio de 2008, 10 de la noche. 30 años después de su primera aparición en televisión, Miguel ocupa su puesto encima del escenario. Va vestido completamente de negro, como todos los músicos del espectáculo, tal vez por imperativo del cantante, o tal vez como complemento de la escenografía. Las crueles y enormes pantallas laterales dejan ver a un hombre con 52 años de vida, con muy poco pelo y una enorme barriga.
Este comentario, cruel donde los haya, parece dejar de tener sentido cuando al cabo de un par de canciones, Miguel Luchino González Borlani, se convierte otra vez en Miguel Bosé, en aquel chico guapo, lleno de sex-appeal, con unos movimientos que dejan boquiabiertos a todo el público, incluso a los maridos de aquellas señoras que ahora tienen entre 40 y 45 años, pero que entonces serían unas adolescentes, y por supuesto también a las/los adolescentes de ahora.
Si alguien ha visto algún concierto de la gira Papitotour, estará de acuerdo conmigo que Miguel sigue siendo un gran artista, que sigue siendo guapo, y que es capaz de mantener las manos de la gente levantadas durante casi todo el concierto, por algo él suda la camisa, literalmente, dejándose la piel en este concierto, tal vez incluso más que entonces.
Al final de las dos horas largas de espectáculo, se quedó casi sin voz, pero la fuerza y el carácter de ese hombre seguían llenando todo el escenario, como en los primeros minutos del concierto.
Que tengáis un feliz día, viajeros.
Entrellat

miércoles, 9 de julio de 2008

Dos prejuicios

Foto: Mujeres magrebís con cochecito y niño. Girona, mayo de 2008

Prejuicio 1:

Hace unos días cuando visitaba uno de los centros de trabajo, comprobé que había un nuevo trabajador en la empresa. Me llamó la atención porque tenía dos pearcings en la oreja, otro en la ceja. Llevaba además una camiseta muy ajustada, sin mangas. Hacía mucho calor, y a pesar de que mi me hubiera gustado verlo sin camiseta, pensé que la que llevaba no era del todo apropiada. Dejaba ver unos brazos musculosos, llenos de tatuajes de colores y unos hombros bien formados. Entre nosotros, me pareció guapo y muy morboso, pero negaré haberlo dicho. Como tenemos un convenio con el Departamento de Justicia para realizar trabajos de prestación social, pensé que este chaval era de ese programa, y que estaba pagando alguna pena, algún pequeño delito, mediante trabajos sociales.
Al cabo de un rato, mientras estaba en una reunión lo vi pasar por delante de nuestro despacho, y le pregunté al responsable del centro, si aquel chaval era del programa de prestación social. Y él me dijo que no, que era un trabajador que llevaba dos meses con ellos. Muy buen chaval, por cierto. Un poco tímido, pero muy buen chaval – se apresuró a aclararme mi interlocutor.
- Moooocccccc! – sonó mi detector de prejuicios - Por su aspecto, usted ha pensado que era un delincuente.
En ese momento me volví rojo de vergüenza, como si hubieran oído mi detector, miré mis apuntes y seguí hablando en la reunión.
Prejuicio 2:
Hace unos días, revisaba la documentación de un expediente, en el que para conseguir una licencia era necesario un certificado de penales del interesado, el cual todavía no me había llegado del ministerio. Miré la foto del solicitante, y también me pareció guapo (¿será que todos me parecen guapos últimamente? También negaré haberlo dicho). Iba vestido con una camisa de rallas, era rubio, e iba peinado con la ralla al lado. Muy clásico, pensé, pero tenía algo interesante. ¿Su sonrisa? Aunque faltaba aquel documento, había considerado tirar adelante el expediente, ya que la firma suele tardar unos 15 días y mientras, esperaba que hubiera llegado. Por problemas que no vienen al caso, tuve que dejar lo que estaba haciendo y aparcar el expediente. Esta mañana mientras revisaba la documentación que me había llegado del ministerio, he comprobado que el señor rubio con la ralla al lado, vestido con camisa de rallas, tenía antecedentes penales, tres condenas.
- Moooocccccc! – volvió a sonar mi detector de prejuicios - Por su aspecto, usted ha pensado que no tendría antecedentes.
Esta vez no me he puesto rojo, porque estaba solo, pero me he parado a pensar, y me he sentido como un niño, descubriendo que en la vida no todo es lo que parece, que no siempre el lobo enseña los dientes a Caperucita, y que no todo lo que creemos ver es cierto. Blanco y en botella, no siempre es leche. Y encima he descubierto, en contra de lo que creía, que tengo prejuicios. Yo si soy la leche!
Que tengáis un feliz día, viajeros.
Entrellat

martes, 8 de julio de 2008

Cosas que se oyen

Foto: Recorte de mariquita sobre verde
Conversación 1:
(11h de la mañana. Tertulia televisiva de esas que nunca veo, ni yo ni nadie. Es que ayer era Fiesta Mayor en Terrassa).
- Tertuliana: Pues a mí me parece muy bien que este año el desfile del orgullo vaya dedicado a las lesbianas, porque si hay discriminación en España con el tema homosexual, con el tema lésbico todavía más. Parece que está peor visto ser lesbiana que ser homosexual, y eso es por el machismo que todavía queda en España.
- Falso conde: Pues yo no creo que se tenga que hacer el desfile, porque en un país como España, donde no existe la discriminación hacia los homosexuales, no es necesario hacer esos montajes.
- Tertuliana: ¿Que no existe discriminación?
- Falso conde: No, en España no. Es de los pocos países donde se pueden casar y adoptar.
- Tertuliana: Sí, claro, pero eso es a nivel legal pero en la calle... El día a día...
- Falso conde: Pues mira paséate por Chueca y verás si hay discriminación.
- Tertuliana: Claro, pero no todos los homosexuales españoles viven en Chueca. Dile a un pobre chico o chica de un pueblecito de Soria, por ejemplo, si existe discriminación, o no.
Conversación 2:
(Ayer a las 12h de la noche, mientras paseaba a la perra en el parquecillo de delante de casa. Conversación de dos camareros, chico y chica, que desmontaban la terraza de un bar).
- Tío: Que no, tía, que no me enfadé.
- Tía: Joer, pues vaya cara que pusistes (sic).
- Tío: Hombre tía, es que no dejaba de mirarme el maricón ese. Y cada vez que le traía algo, enga, miraita otra vez.
- Tía: Si, tío.
- Tío: porque estábamos aquí en el curro, que si no le parto la cara.
- Tía: vaya que sí, tío.
- Tío: te diré, tía.
- Tía: anda que no, tío.
Cuando oigo este tipo de conversaciones, tengo muy claro que todavía falta mucho por hacer. Lo que no tengo tan claro es si espectáculos como los del día del orgullo gay ayudan a “normalizar” el hecho homosexual.
Que tengáis un feliz día, viajeros.
Entrellat

jueves, 3 de julio de 2008

Tiempos modernos

Foto: Detalle del Sony Center. Berlín, octubre de 2005
Hace unos 5 o 6 años asistí a la boda de un primo alicantino de Eme, mi marido, con una chica de Rubí (Barcelona). De entrada nada raro, porque Eme, que también es de Alicante, y yo nacimos a unos 600 Km. de distancia uno del otro, como los novios, y aquí estamos, felizmente casados. Lo curioso de aquella boda, fue cómo se habían conocido los novios: por internet, en un chat. Lo que hoy nos parece tan normal, por aquel entonces, hace tan solo 5 o 6 años nos sorprendió a todos los asistentes a aquella celebración.

Tengo una amiga que hace unos meses sale con un chico, que son novios, vaya. Qué rabia me da la palabra salir, como si sólo salieran! Que digo yo que también entrarán a algún sitio, no? A sus casas, a los cines, a los cafés… En fin, que los dos son de aquí, de Barcelona, pero si no hubiera sido por internet, creo que difícilmente hubieran coincidido, y me gustaría que los vierais, parecen hechos el uno para el otro. Son una de esas parejas tan entrañables que te los comerías a los dos, de aquellas que parece que toda la vida han estado así.
Ayer conocí, o debería decir reconocí, pero esta vez en persona, a tres de los fotologueros que más me gusta seguir: la_triche, conxitotarao y nekobcn. Y cuando digo reconocí, no me refiero a que los viera por casualidad en Barcelona, y los parara para saludarlos, que no, que no lo habría hecho, menudo pedazo de cortado soy yo. Habíamos quedado para vernos, para “echarnos unas risas” como dice un amigo mío, y para conocernos en persona, que ya hace tiempo que nos conocemos por este ciber-mundo, y viviendo tan cerca unos de otros, era un delito no pasar a un segundo nivel.
Con algún que otro percance en las fechas, al final lo conseguimos. Quedamos y nos vimos, y cenamos, y tomamos unas copas… Hasta aquí normal, pero lo que no deja de sorprenderme es que este encuentro se desarrollara con toda la naturalidad, con toda la confianza, con toda la complicidad del mundo, y me atrevería a decir que incluso lleno de cariño, como si nos conociéramos de toda la vida. No voy a decir que es la primera vez que me pasa, que en un solo encuentro llego a ese nivel de confianza, no, porque sería mentira. Alguna otra vez ya me ha pasado; pero lo que es seguro, es que sólo me ha pasado cuando me sentía a gusto, cuando la compañía lo valía, como ayer.
Cuando veo que estas cosas funcionan, me doy cuenta de que el mundo está cambiando, las maneras de relacionarnos están cambiando también y tontos seríamos si no las aprovecháramos. Mirando hacia atrás pienso que excepto la tele transportación y los zapatos plateados, todo aquello que veíamos en las películas de ciencia ficción de los ochenta y los noventa, todo se ha cumplido. Ay no! que los zapatos plateados también se llevan hace un par de temporadas.
Que tengáis un feliz día, viajeros.
Entrellat
PS: Hoy, por supuesto, quiero dedicarles mi actualización a ellos tres la_triche, conxitotarao y nekobcn, porque también superaron con creces mis expectativas. Fue una noche muy agradable y divertida, aunque cortíiiisima. Deseando estoy que se repita pronto.