domingo, 31 de enero de 2010

Por eso

— Creo que no lo he llegado a entender bien. ¿Puede hacer el favor de explicármelo otra vez, como si yo fuera tonto? — dijo el gerente.
— No se preocupe, estoy acostumbrado a repetir las cosas mil veces, recuerde que soy licenciado en filología castellana, aunque en esta empresa me sirva de bien poco.
— No diga eso, aquí valoramos realmente toda la formación de nuestros empelados, aunque no tenga nada que ver con las funciones que desarrollen en esta empresa.
— Como usted bien sabe, Marta se sienta en la mesa que hay nada más salir de mi despacho — dije empezando la explicación de lo que había pasado esa mañana. — No es mi secretaria, ni tiene absolutamente nada que ver conmigo, laboralmente hablando, pero a veces, cuando mi secretaria no está, ella coge los recados que llegan para mí. Todos los días la escucho desde mi despacho hablar con su madre, un par de veces. Utiliza un tono bastante vulgar, con mucho desprecio, incluso lleno de agresividad, me atrevería a decir. No sé cuál es el motivo, pero algo me dice que la relación entre ellas no es demasiado buena.
Esta mañana, mientras salía de mi despacho para entregarle la máquina de triturar papel a mi secretaria para que la llevara a reparar, escuché el final de una conversación entre ellas dos.
— Susana me ha dicho que a partir de ahora las carpetas de firma las tendremos que llevar a primera hora de la mañana — comentaba Eva, mi secretaria, a Marta.
— Está cargada de tonterías, desde que es secretaria del gerente no hay quien la aguante. — dijo Marta con el mismo tono que utilizaba con su madre.
— No es eso, mujer — continuó Eva, — es para que el gerente las pueda firmar antes de marcharse.
— Por eso. — concluyó Marta.
— Perdone que la interrumpa —dije yo con la trituradora de papel en la mano—, no quisiera molestar, pero ahí no puede utilizar la expresión “por eso”. Es una expresión consecutiva. Es como si usted dijera que la frase que Eva ha dicho es consecuencia de la que usted ha dicho primero, y no es así.
—¿Cómo? — dijo Marta como si no entendiera nada de lo que le estaba explicando.
— Que es posible —intenté explicarle — que la nueva secretaria del gerente esté cargada de tonterías, pero que lo de llevar las carpetas a primera hora de la mañana no tiene nada que ver con su estupidez.
— Por eso. — volvió a decir Marta.
— Bien, hasta aquí lo he entendido — me interrumpió el gerente. — ¿Pero me podría explicar por qué soltó en ese momento de las manos la máquina de triturar papel encima de la colección de figuritas de vidrio que tiene la señora Marta en la mesa auxiliar?
— ¿Cómo que por qué? Está clarísimo, —dije yo para acabar — por eso.
Que tengáis un feliz día, viajeros.
Foto: Un cristal a la salida del Museo Reina Sofía. Madrid, diciembre de 2008