lunes, 9 de febrero de 2009

Sobre las Ilusiones

Foto: Mis dos compañeras de trabajo en diciembre de 2004
Hace unos años, cuando se acababan las vacaciones, el día que tocaba volver al trabajo, bajaba ilusionado avenida abajo hasta llegar al despacho; porque sabía que allí, me encontraría a “mis niñas”, y que pasaríamos los siguientes días contándonos nuestras cosas, entre risas y anécdotas, y entre largos ratos de trabajo, como no, que para eso nos pagaban.
Por aquel entonces compartía despacho con tres chicas, una muy discreta y reservada de la que también guardo muy buenos recuerdos y con la que he trabajado muy a gusto, y las otras dos, las de la foto, más jóvenes que nosotros dos, con las que reíamos mucho y con las que he conseguido mantener una gran amistad.
Me gustaba llegar al trabajo, sentarme en mi silla y tenerlas ahí. En los momentos de descanso, escuchaban las anécdotas de mis vacaciones, mis aventurillas, y yo las suyas. Nos contábamos además nuestras alegrías y nuestras penas; y mientras tanto yo iba aprendiendo a trabajar en equipo con ellas. Aprendí a establecer criterios, a escuchar sugerencias de los demás, a que no me importara equivocarme, a corregir… Y a todo eso me enseñaron ellas, directa e indirectamente, y fuimos aprendiendo juntos. Y eso me llenaba de ilusión.
Pero las alegrías no duran para siempre. Llegaron momentos de reestructuración, primero dividieron el servicio en dos y luego nos separaron en edificios diferentes. Yo me quedé con Montse, la de la izquierda, y Laura se fue a un edificio nuevo. Nos dejó un vacío difícil de llenar para las excesivas horas que dedicamos a ganarnos el “pan nuestro de cada día”; pero fuera del trabajo lo intentamos rellenar, siempre que la vida nos deja.
Montse y yo seguimos trabajando en el mismo departamento, y con ella sigo aprendiendo más cosas, cada día y no solamente de trabajo. Ella me escucha, me entiende, sabe lo que decirme cuando necesito oír alguna palabra de apoyo, y sabe también cuando mantenerse al margen cuando no necesito nada de eso.
Hoy Montse ha sido mamá, ha traído al mundo un deseadísimo niño al que Loren su marido y ella han llamado Joaquín. Hasta ahora no lo habían decidido, porque ella es así, porque ellos son así, prefieren disfrutar de las cosas y tomarse su tiempo para las grandes decisiones. Y esta era muy importante, porque acompañará a Joaquín durante toda su vida.
A los dos - a Montse y a Loren - muchas felicidades, todo mi cariño, y mucha suerte para salir adelante en esta nueva y difícil etapa de su vida.
Y a todos vosotros, que tengáis un buen día, viajeros.
Entrellat

jueves, 5 de febrero de 2009

Donde yacen los recuerdos

Foto: Collage con fondo de cielo de Madrid. Febrero de 2008

La noche anterior, mientras cenaba y disfrutaba de la compañía de aquellos dos amigos a los que hacía meses que no veía, Salvador había escuchado con atención la anécdota que Ícaro y Arturo le habían explicado, pero a pesar de que la habían vivido juntos fue incapaz de recordarla. En ocasiones le había pasado algo parecido, y si bien al principio no recordaba aquellas historias compartidas, luego las revivía con todo lujo de detalles; pero esta vez había sido diferente. Esta vez no había sido capaz de recordar nada.
Al principio pensó que el vino ingerido durante la cena había sido el culpable de su olvido, pero al día siguiente tampoco logró recordar aquella historia que sus amigos le habían explicado. Se había esforzado en escarbar entre sus recuerdos para encontrar aquel momento al que se habían referido, aquella visita a la casa que compartían en la playa, acompañados de todos los miembros del grupo de teatro, pero nada. Conocía aquellas personas, a todos los protagonistas de aquella historia, pero era incapaz de ubicarlos en algún momento concreto de aquel fin de semana, en alguna acción concreta que le llevara a desenredar la madeja. Conocía el sitio, había sido su segunda residencia durante bastantes meses; pero al día siguiente, tan sólo tenía en la memoria lo que le habían contado sus amigos la noche anterior, no podía recrear ninguna de las imágenes de aquel entonces.
Aquel vacío había entristecido mucho a Salvador, porque veía perdida parte de su vida, de sus recuerdos. Siempre había pensado que lo único que realmente uno tiene son esos recuerdos y las vivencias que ha tenido. El resto - lo material - podía ir y venir, unas veces se podía tener más y otras menos, pero los recuerdos, siempre serían nuestros, al menos eso creía Salvador, al menos hasta aquella noche.
Salvador los había reunido en su casa para contarles que el Alzheimer se había ido a vivir con él, que se había instalado en su pequeño rincón, como él le llamaba, pero no quiso que la alegría que había sentido al volverlos a ver de nuevo, se emborronara con una noticia triste, y se olvidó también de contárselo. Pensó que había tenido suerte, porque Arturo e Ícaro le habían regalado, a parte de su cariño y su compañía, un viejo recuerdo que había podido recuperar del olvido; pero estaba triste, porque sabía que muchos de aquellos momentos desaparecerían de su mente para siempre, que irían a parar allí donde yacen los recuerdos que no tienen dueño.
Que tengáis un buen día, viajeros.
Entrellat