jueves, 30 de octubre de 2008

El frio de la bestia

“No podía verlo, pero notaba su cara seria y el frio de su cuerpo en mi mejilla, mientras él y su hermano miraban impertérritos al frente. Hacían bien su trabajo de vigilantes, por eso me abracé a uno de ellos. Intentaba, ignorante de mí, que la sabiduría y experiencia de todos estos años pasara a través de su fría y dura piel. Sabía que la bestia vivía siempre enfadada, a pesar de que la isla y aquella ciudad en particular, que se creía todavía capital, como lo había sido en tiempos de piratas, le acogían sin hacer casi preguntas.
No sabría decir si el frio de su corazón venía de la morriña que sentía por su tierra, o porque ahora no tenía ningún templo que proteger, ni él ni su hermano. La puerta del antiguo cine, donde estaban situados, y el abrazo de algún viajero despistado, no eran suficientes para calentar ese corazón, que hacía siglos había luchado contra corajosos caballeros.
El antiguo cine, a pesar de recoger en la actualidad una colección de muebles seleccionada con mucho gusto, y un montón de bagatelas que con su venta hacían que la guapísima y elegante propietaria pudiera sobrevivir, no saciaban las expectativas de tan valientes guerreros. Sin embargo sabían que podían haber acabado en peor sitio, como les había ocurrido a dos de sus hermanos, que actualmente estaban en la puerta de un restaurante chino; y por eso sus quejas no se hacían oír mucho, tan sólo en los días ventosos, cuando sus lamentos se confundían con las voces del viento, que en esta isla son muchas.”
Eme disparó la cámara. Luego seguimos caminando y disfrutando de la preciosa Teguise; incluso nos sentamos en una terraza a tomarnos una copa de Malvasía, ese vino tan curioso que los isleños, con su dominio de los elementos han conseguido robarle a la tierra y a los vientos.
Que tengáis un feliz día, viajeros.
Entrellat
Foto 1: Yo, en un antiguo cine, que actualmente es una tienda de importación de objetos y muebles chinos. Foto 2: Fachada del antiguo cine. Teguise (Lanzarote), octubre de 2008

lunes, 27 de octubre de 2008

Ave, César!

No, no estoy saludando a los Césares romanos, ni al geógrafo Claudio Ptolomeo, que hizo la primera cartografía de las Canarias, y las declaró como el “finis terrae” (el fin de la tierra). Saludo a otro César, a César Manrique, el ARTISTA, el naturalista, el ecologista y visionario lanzaroteño, o conejero, como se les llama a los habitantes de esta isla.
Manrique es sin duda el autor y responsable de que la isla sea hoy en día lo que es, a pesar de la especulación de los 70, y el boom de la construcción de los 90. Nadie puede concebir hoy en día este pequeño espacio volcánico sin la intervención de Manrique.
No negaré que zonas como la caótica Arrecife, el explotadísimo Puerto del Carmen, Costa Teguisse, o incluso la más nueva Playa Blanca, no sean demasiado agradables para la vista; pero todo eso queda superado cuando uno visita el resto de la isla: el Parque Nacional de Timanfaya, donde uno cree estar en la Luna, y la tranquilidad se corta con cuchillo; o la zona del Malpaís, y los pequeños pueblos del interior, o los pequeños pueblos marineros. Allí uno se da cuenta que, gracias a Manrique, la isla es un modelo a seguir en el desarrollo turístico que pretende respetar al medio ambiente y la identidad de cada uno de estos lugares.
Pueblos como Teguise, donde los edificios están tan bien conservados que uno no sabe dónde está; o playas como Famara, con kilómetros de arena fina, que con unas altísimas montañas a la espalda, parecen protegerle a uno de esas olas que tanto gustan a los surfistas y que nos sorprenden tanto a los mediterráneos, hacen de este espacio natural algo singular.
César Manrique, tras un periplo madrileño y neoyorquino, en el que conoce entre otros a Andy Wharhol, regresa a Lanzarote con un merecido reconocimiento por su obra, con la cabeza llena de ideas y más necesitado de su tierra que nunca. Sin ser arquitecto, pero bajo el respeto y el amor hacia la desnudez de su tierra y sus gentes, se encarga de fijar unos criterios urbanísticos que todavía están vigentes en la isla, y que han hecho que los pueblecitos parezcan belenes, situados en medio de un árido paisaje. No inventó nada, sólo se dedicó a observar lo que ya había, una arquitectura sin arquitectos, de subsistencia, pero respetuosa con su entorno y que recogía las necesidades de sus gentes.
Su idea era hacer de la isla su gran obra. No negaré tampoco que todo, absolutamente todo, parece estar preparado para el turismo, incluso parte de su obra indica a los isleños y visitantes dónde están los lugares de interés, pero para alguien que viene de fuera como yo, no deja de sorprender cómo todo está integrado, o por lo menos esa es la intención. Seguro que existen grandes detractores de Manrique, no lo sé, no los encontré, pero ante una obra de semejante importancia, siempre suele haber alguien en contra. Como siempre, el tiempo pondrá las cosas en su sitio.
Mientras tanto, si podéis, haced una visita a la isla, alquilad un coche, y perdeos por los caminos y rincones que todavía tiene vírgenes. Seguro que no os defraudará. Y por supuesto no os perdáis la Fundación César Manrique, su antigua casa, la que llegó a costarle la vida, según nos contó un vigilante. Aunque esto ya os lo explicaré en otro momento.
Que tengáis un feliz día, viajeros.
Entrellat
Foto1 : Paisaje típico de la isla de Lanzarote. Foto 2: La playa de Famara, con la Isla Graciosa al fondo. Octubre de 2008

viernes, 24 de octubre de 2008

La carrera espacial

Foto: El valle de la tranquilidad. Lanzarote, octubre de 2008
Desde que llegué de Lanzarote quería hablaros de mi visita a la Isla, pero por una cosa o por otra, ni siquiera he actualizado. Hoy creo que tampoco podrá ser, como mucho os dejo con este “paisaje lunar” del Valle de la tranquilidad en Lanzarote, llamado así porque recuerda a un paisaje de un valle homónimo en la Luna.
Decía que hoy tampoco no iba a ser porque ayer leí una noticia en la prensa que me dejó perplejo. El titular era el siguiente: “India entra en la élite espacial”.
No voy a hacer ningún comentario, solamente os voy a dar algunas cifras:
Dato: 1.147 millones de habitantes, con una mediana de edad de 25 años, hacen de India el segundo país más poblado del mundo, por detrás de China, que por cierto, también está entrando en la carrera espacial.
Dato: El cohete ha costado 78.000.000 de dólares, el equivalente a la renta per cápita de 30.000 indios.
Dato: 287.000.000 de indios viven con menos de 0,4 dólares al día, y por tanto son “oficialmente” pobres (a saber los no oficiales).
Sólo con estos tres datos, se me ocurre, para empezar una pregunta:
¿es necesario?
¿Qué pregunta se os ocurre a vosotros?
Mientras tanto, yo me voy a pasar el fin de semana a Valencia. Que paséis buenos días, viajeros.
Entrellat

viernes, 10 de octubre de 2008

Sucedió en octubre

Son las cinco de la mañana. Ra surge del cuerpo de Nut, diosa del firmamento. Como cada mañana, después de haber recorrido el interior de su cuerpo, de haber transitado por el más allá, vuelve a nacer regenerado tras ver el escarabajo; en ese momento extiende sus alas cálidas sobre el aeropuerto de Abu Simbel, donde tres almas, que ya permanecen aferradas a su nueva tierra, esperan impacientes una experiencia que cambiará sus vidas.
Así describí en el álbum del viaje nuestra primera excursión en Egipto, a Abu Simbel; porque así fue, aquel viaje cambió mi manera de pensar respecto a lo que los viajes nos aportan, cambió mi percepción del mundo, cambió mi vida. Hasta entonces no había salido de Europa. Todo lo que yo conocía se parecía a lo que hoy vivimos aquí, a lo que nos han dejado los diferentes pueblos que han pasado y han poblado el viejo continente; blindado, eso sí, por el tiempo, la prosperidad, y un halo de seguridad y bienestar; aunque hoy en la situación de crisis que vivimos, todo eso es una gran nube de humo.
Dicen que de las crisis siempre se aprende algo, que uno sale regenerado, como lo hacía Ra cada amanecer. Yo tuve también mi gran crisis en este viaje. Recuerdo un momento en el que los tres solos, Eme, Ene y yo, caminábamos desde la Mezquita de Alabastro hacia el Barrio Copto. Nos habíamos salido de los circuitos turísticos y nos habíamos metido en la boca del lobo. En aquel largo paseo acabé llorando, porque no sabía lo que hacía yo allí, porque no sabía cómo todo aquello que pasaba por delante de nuestros ojos, existía realmente, y no era un documental de la dos. Pero esta historia ya la contaré en otra ocasión.
Además de ser mi destino más deseado, pues desde que tengo uso de razón siempre había querido ir a Egipto, el viaje reunía todas las cosas necesarias para ser un gran viaje, y así lo fue: el lugar que visitamos y la compañía.
Del destino qué decir, que Egipto había despertado mi atención desde que en el colegio vi una foto de las pirámides. Por supuesto que entonces no me imaginaba que acabaría estando allí, y que acabaría modificando mi manera de pensar.
De la compañía, a Eme ya lo conocéis, ya sabéis como es, y lo que significa para mí; y de Ene… decir que fue el primer viaje que hicimos juntos, un viaje lleno de olores, de sensaciones, de risas, muchas risas, y hasta llantos. La casualidad, o nuestros trabajos no nos han dejado hacer otros viajes como este, y nos hemos conformado, ni más ni menos que con ser grandes amigos, con viajar cada día en el veloz viaje de la vida; pero sé que algún otro destino importante nos espera, lo sé desde aquel día a las 5 de la mañana en el aeropuerto de Abu Simbel.
Que tengáis un buen día, viajeros.
Entrellat
Foto 1: Eme, Ene y yo con un grupo de abuelas madrileñas, con el que coincidíamos en todas las excursiones y visitas. Egipto, octubre de 2000. Foto 2: Ene y yo imitanto una escena repetidísima en las paredes de las tumbas en la habitación del hotel
PS: y ahora me voy a preparar mi maleta, que mañana me voy a Lanzarote con mi hombre, para celebrar nuestro primer aniversario de boda. Además, me he regalado un iphone. Si el tiempo y la cobertura 3G lo permite iré actualizando durante estos días, si no a la vuelta os cuento.

lunes, 6 de octubre de 2008

Con mi bata a rayas

Foto: La clase de los Salesianos, con Sor Carmen. Terrassa, septiembre de 1970
Todos los días, antes de entrar a clase, jugábamos por el patio, las niñas con sus batas de Vichy color rosa y los niños con las batas a rayas azul marino y blancas. Había más batas rosas, porque los niños y las niñas estaban separados en colegios diferentes, aunque en el colegio destinado a las niñas también tenían cabida los niños de parvulitos, lo que ahora llamaríamos P-4 y P-5. Así pues, yo con mis cuatro años llegaba al colegio de la mano de mi hermana de seis, entraba al patio trasero y jugaba con mis compañeros, hasta que sonaba el timbre. Entonces teníamos que acudir a nuestras filas, formar, y entrar en las clases; pero cuando sonaba el timbre, antes de hacer todo eso, yo corría a buscar a mi hermana que ya se había puesto en su fila, le daba un beso y me iba hacia la mía.
Un día estaba lloviendo mucho y no nos dejaron jugar en el patio. Nos metieron en el corredor que daba acceso a todas las aulas y cuando sonó el timbre, no hubo filas, no formamos, los niños fueron entrando directamente en sus aulas. Como cada día, antes de entrar a clase busqué a mi hermana, pero no la encontré, todos los niños habían entrado en las suyas, y mi hermana también. Así que me quedé solo en el pasillo, llorando desconsolado por no haber podido darle el beso de despedida. Sor Carmen, mi profesora, mi monja, se acercó a mí, me puso las manos en la cara y me preguntó por qué lloraba. Todavía recuerdo aquel olor a jabón Heno de pravia en sus manos. Le expliqué que no había podido darle el beso a mi hermana. Me dedicó una sonrisa, me cogió de la mano y me dijo: vamos a buscarla.
Entramos en una clase y Sor Carmen preguntó si alguna de las niñas era mi hermana, y ninguna contestó. Me dijo si mi hermana estaba allí, le respondí que no, todavía con los ojos llenos de lágrimas. En la segunda clase la encontramos. Sor Carmen me hizo un gesto con la cabeza, y yo me dirigí a mi hermana. Me miró como si no entendiera lo que estaba pasando. Me acerqué y le di el beso de todos los días, y ella me dijo: “déjame, déjame”, muerta de vergüenza, pero a mí no me importó, yo ya le había dado el beso. Volví hacia la puerta, me cogí de la mano de Sor Carmen y nos dirigimos hacia nuestra clase.
Hoy, que ya hace casi un mes que los niños han vuelto a las clases, con las mismas batas de rayas de entonces, me ha venido a la memoria esta historia de cuando yo era pequeño, que pasó en los pasillos de ese colegio donde está hecha la foto, y he pensado que os la tenía que contar.
Que tengáis un buen día, viajeros.
Entrellat

jueves, 2 de octubre de 2008

Sin recursos, no hay paraíso

Foto: Alcalde sobre fondo de persona dependiente. Terrassa, mayo de 2007
Esta mañana leía en un diario un artículo sobre la Ley de Dependencia y la falta de recursos de las administraciones para poder llevarla adelante. Esta ley es de las más avanzadas que existen, pero como la mayoría de las grandes normas, para llevarlas a cabo necesitan de una dotación económica, que en este caso por su reciente puesta en marcha, agravada por la crisis económica mundial, todavía no ha llegado.
Las administraciones que la sufren suelen dar algunas respuestas cuanto menos curiosas; como la que recibió un ciudadano en su silla de ruedas, que tan sólo por esta incapacidad ya tendría derecho a recibir una ayuda. Dicho señor recibió como respuesta de la administración a su petición un "Sí señor, tiene usted derecho a recibir esa ayuda, pero no tenemos recursos".
Es como si nos ponen una multa de tráfico por aparcar mal y le decimos al agente de tráfico: "sí señor agente, tiene usted razón, el coche está mal aparcado, pero no tengo recursos para pagarle la multa". O como si al ir a comprar un pantalón le digo a la dependienta de la tienda cuando suena la alarma por irme sin pagar: "sí señora, ya sé que cuesta 70 euros, pero no tengo recursos". De risa, ¿verdad?
No sé si decir que hace 20 años que me prostituyo en una administración pública, o que trabajo allí todo ese tiempo, lo dejo a vuestra elección. El caso es que he visto respuestas prepotentes como ésta en infinidad de ocasiones, tanto hacia nosotros los trabajadores, como hacia los usuarios. También es cierto que muchas veces las administraciones no tienen recursos para cubrir lo que por norma están obligados a hacer, pero lo que no se puede hacer es actuar con prepotencia y contra el más débil, como se suele hacer muchas veces, ya sea contra los trabajadores, o contra los usuarios indefensos.
Es lo que tienen vivir en un estado de derecho, que tienes muchos derechos, pero pocas veces se acaban cumpliendo.
Por cierto, últimamente empieza a hacer 20 años de muchas cosas en mi vida. ¿Tendré derecho a alguna cosa por eso?
Que tengáis un buen día, viajeros.
Entrellat