domingo, 30 de diciembre de 2007

Feliz Variedad

Foto: Belén Esteban delante del portal de su casa. ¿El portal de Belén? (Foto robada de Internet)
A pesar de que en estas fechas en las que todo se ha tergiversado, es cuando uno se da cuenta que no hace falta hacer nada en la vida para “triunfar”, que es suficiente casarse con un torero friky, divorciarse y ser todavía más friky para que la “prensa especializada” se preocupe por uno; a pesar de que lo que envuelve al amor y a los buenos sentimientos en estas fechas es una gran y carísima mentira que sólo interesa para vender más, igual que el día del padre o de la madre; a pesar de que la gente se emperra en adornar sus balcones como un puticlub de carretera, por no se qué necesidad; a pesar de todo eso, digo, uno siente la necesidad de estar con los suyos, más que el resto del año, de ser mejor persona, de inflar los correos electrónicos y los teléfonos móviles de felicitaciones recibidas y reenviadas infinidad de veces y la mayoría de ocasiones con muy poco gusto, como mi foto de hoy. Y por supuesto, uno siente también la necesidad de hacer balance del año. Y como yo no voy a ser menos, empezaré a hacer mi balance.
Cosas positivas:
He seguido con mis estudios de canto, y he mejorado un poco, según mi profesora; he viajado bastante y he visitando Praga, París, Roma, Florencia, Venecia, Perú, y de España Valencia, Alicante y Murcia; hemos empezado, aunque tímidamente con un nuevo proyecto de teatro; he arrancado sonrisas y lágrimas de mi familia, como en la película, pero todas han sido de alegría, ninguna de tristeza; he recuperado amigos que hacía tiempo que no veía y he hecho amigos nuevos; pero, sin duda lo mejor ha sido mi boda, no porque haya dado forma legal a algo que ya era más que un matrimonio, que también, no porque me haya casado con una de las mejores personas del mundo, que también, si no porque he vuelto a constatar que tengo a mi alrededor un montón de gente que me quiere y que es capaz de recorrer infinidad de kilómetros para estar con nosotros, y otros que sin recorrer todos esos kilómetros, nos demuestran más a menudo que nos siguen queriendo.
Cosas negativas:
No he ido al gimnasio todo lo que me propuse; no he perdido el peso que quería y que necesitaba perder para la obra de teatro, aunque todavía tengo tiempo; he vuelto a fumar, empecé en París, y hasta ahora; he dejado en el camino a alguna gente, a la que la vida se ha empeñado en separar de mí, aunque no se si eso es negativo, porque cuando los caminos se separaran es porque no había mucho para compartir, y por suerte han apareciendo personas nuevas con las que tengo más cosas en común y también he reencontrado a otros; sigo con mi trabajo y con la misma sensación de etapa finalizada, pero sin la posibilidad de cambiar.
Releo todo esto, y me siento satisfecho con el año que ha pasado, pero no me conformo y me hago las siguientes…
Propuestas para el nuevo año:
Dejar de fumar definitivamente. Ir constantemente al gimnasio. Perder peso para estar como el personaje de la obra requiere. Volver a Perú, por muchos motivos. Empezar mi doctorado. Dedicar más tiempo a mi familia. Intentar activamente cambiar de trabajo.
A pesar de todo lo dicho al principio, me gusta sentarme i sentirme con mi familia y con todos los míos en estas fechas y compartir esa sensación de que estamos muy bien, para qué lo voy a negar. Y me gusta saber que formo parte de algo, de ese algo, y que tengo el apoyo de toda esta gente que camina conmigo, que viaja en esta complicada aventura que es la vida.
Feliz día, viajeros, y felices fiestas, como no.
Entrellat

sábado, 15 de diciembre de 2007

¿Conservar o aprovechar?

Foto: Complejo arqueológico de Sacsahuaman, alrededores de Cuzco (Perú), noviembre de 2007
La primera noche en Cuzco, mientras paseábamos por la plaza de armas, un chaval de los que ofrecen servicios a los turistas se dirigió a nosotros y a pesar que nos habló en castellano, yo entendí que nos decía “sexy woman”. Y me reí y le dije a mi compañero de fatigas que nos estaba ofreciendo un espectáculo de chicas ligeritas de ropa, o bien un servicio de compañía. Qué poca vista, pensé. Y le dije: “no gracias, no lo necesitamos”, y nos marchamos con una sonrisa en los labios.
Al día siguiente, en una de las visitas programadas, nos llevaron al complejo arqueológico de Sacsahuaman. Entre otros muchos datos, el guía nos dijo que para acordarnos del nombre pensáramos en el término ingles “sexy woman”, que así era como muchos turistas le llamaban al recinto. Ahí me entró la risa tonta, y pensé en el pobre chico de la noche anterior, que nos estaba ofreciendo una excursión, y yo pensaba que nos quería llevar de putas. Pues menos mal que le dije que no, que si hubiera tenido la intención de utilizar los servicios que pensaba que nos estaba ofreciendo, imagínate que chasco. Si ya me lo dice mi madre, “que no escuchas, nene, que no escuchas”.
En fin, que otro de los datos que me llamó la atención fue que este complejo sirvió de cantera para construir la mayoría de las iglesias y catedrales cristianas de la ciudad. Una barbaridad, si lo pensamos hoy en día, pero una práctica muy utilizada en la época, ya que la idea de conservar el patrimonio histórico es bastante reciente. Y ahí, nuestro guía integrista, del que os hablé en otra actualización, aprovechó para arremeter otra vez contra los españoles. Pero en su disculpa diré que no dejaba títere con cabeza, porque también aprovechó la ocasión para criticar al gobierno municipal, ya que hasta los años 50 había permitido comprar bloques de piedra del recinto para restaurar las casonas de Cuzco. En eso sí le doy la razón. Es realmente triste que hace poco más de 50 años, todavía se estuviera desmontando un complejo de esa importancia, fuera para el fin que fuera. Es como si hace 50 años hubieran desmontado las pirámides de Egipto para restaurar algunas casas de la zona. Tuvo que crearse un instituto nacional que se dedica a la conservación del patrimonio cultural para que barbaridades como esas dejaran de ser una práctica habitual en Perú.
En su defensa diré que seguramente la situación socio-económica del país hace ese medio siglo era mucho peor de lo que ahora es, y que bastante tenían con sobrevivir, como para pensar en conservar unas piedras. En fin, que todo es relativo, y que juzgar hechos como esos desde nuestra perspectiva acomodada es muy fácil. La suerte es que no todo se perdió, y que por lo menos, podemos ver un 20 por ciento de lo que fue esa fortaleza.
Por cierto, ¿esta foto no os recuerda a Stonehenge? El complejo no tiene que ver nada con ese sitio británico, pero esta toma en concreto, a mí me lo recuerda.
Feliz día, viajeros.
Entrellat

¿Cómo soy yo?

Foto: Juan, nuestro guía, en el templo de Viracocha (Perú), noviembre de 2007
Ayer, mientras paseaba por la calle haciendo tiempo para entrar al trabajo, me paré en el escaparate de una librería, y estuve mirando una sección muy interesante de libros de fotografía que tienen. Me llamó la atención en especial un libro sobre paisajes de Cataluña, Baleares y Valencia. Me gustaron las fotos que se veían desde la calle, aunque pensé, un libro más. Luego cuando miré la portada, vi que tenía comentarios de Beth Rodergas, la Beth de Operación Triunfo, la que fue a Eurovisión. Siempre me ha caído bien esta chica. Mira, defectillos que tiene uno. Pues el caso es que a partir de que vi que los comentarios a las fotos estaban hechos por ella, me interesó todavía más. Y yo que me creía que no era mitómano, y resulta que me parece más interesante el libro porque Beth dice lo que le parecen las fotos…
Y como mi cafetera (mi cabeza) va sola, empecé a darle vueltas sobre cómo somos realmente. ¿Somos como nos creemos nosotros, como nos sentimos, como nos ven los otros, o de ninguna de las tres maneras?
Y me acordé de una compañera de trabajo, a la que sólo trato por teléfono y a la que sólo he visto unas cuantas veces en unos años. Un compañero suyo, me dijo que ella le había dicho que soy muy serio, que le doy miedo. Mi jefa “suprema” también tenía la sensación de que soy serio. Por el contrario, mis amigos piensan, que soy una persona divertida, o al menos eso dicen. Mi marido dice que soy divertido, inteligente y con un gran corazón, por algo es mi marido, pero que a veces soy un poco borde. Y yo creo de mi mismo que soy buena persona, con buenos sentimientos, graciosillo, pero que tal vez exijo demasiado de los otros. También es cierto que cada día que pasa, me preocupa menos caerle bien a la gente, y sobre todo en el trabajo, y tal vez por eso no me ocupo de “ser especialmente simpático”. Intento decir las cosas con corrección, eso se lo tengo que agradecer a mi madre, pero no intento ganar adeptos.
Y aquí viene la pregunta del millón: ¿cómo somos realmente? ¿Quién de todos tiene razón? Porque claro, si con algunos nos comportamos como bordes, para esas personas seremos bordes. Si para nuestros amigos tenemos la capacidad de escuchar, y de hacerles reír, seremos buenas personas y además divertidos. Y si de nosotros mismos creemos que somos buenas personas, alegres y divertidos, tal vez seamos así.
Podríamos justificarnos diciendo que cada uno de ellos tiene una visión parcial de nuestro yo. En mi caso, podría pensar que mi compañera, o mi “jefa suprema” sólo me conocen en ese ámbito. O que incluso tal vez nosotros, tengamos una impresión equivocada de nosotros mismos, que tal vez pensemos que somos de una manera, cuando en realidad no nos conocemos realmente. Y entonces volvemos al principio de la cuestión.
Seguramente no exista un solo yo, si no que nuestro yo se transforma cada vez que interrelaciona con otras personas, con otros ambientes, y así se va modificando. Quién no ha oído decir a alguien de un amigo “este tío es completamente diferente cuando está con su novia, que cuando está solo con nosotros”. Tal vez sea eso.
Feliz día, viajeros.
Entrellat
PS: Por cierto, que la foto la puse para hablar de mitomanías, os iba a decir que no era Indiana Jones, que era uno de nuestros guías de Perú; pero al final el texto ha ido por otros derroteros, así que mis disculpas, intentaré ser más organizado la próxima vez.

jueves, 13 de diciembre de 2007

Cuzco es gay!!!!

Foto: Bandera que ondea en una de las “sedes de distrito” de Cuzco (Perú), noviembre de 2007
En la película Víctor o Victoria, Lesley Ann Warren, en una de sus mejores interpretaciones, o al menos para mí, decía gritando: ES GAAAAYYYY, refiriéndose al personaje que interpretaba Julie Andrews. Pues eso mismo estuve a punto de gritar yo, al pasear por las calles de Cuzco. Cuzco es gay!!!! Y no es que me hubiera vuelto loco, no. Es que toda la ciudad está llena de banderas como las de la foto, y claro desde el punto ego centrista que uno tiene a veces, no puede dejar de soñar que los ayuntamientos, las sedes de distrito, los restaurantes, los teatros, los bares, sean locales gays. Luego uno hace lo que tenía que haber hecho antes de salir a pasear por la ciudad, leer la guía, que para eso la ha comprado, y se da cuenta de que no es la bandera gay, no. Es la bandera inca. Sí, es curioso que a parte del gusto por la historia y los monumentos, compartamos la bandera, aunque si os fijáis con detalle, lleva una franja más, la azul cielo. Pero bueno, así de entrada puede parecerlo e inducir a errores.
Hace mucho tiempo, me preguntó una amiga mía, intrigada ¿Y cómo sabes tú si un tío es gay? Yo pensé en responderle a la gallega, diciéndole ¿y cómo sabes tú si un tío es hetero? Pero en vez de eso le dije:
- Mira, las estadísticas dicen que uno de cada diez hombres es gay, así que tu te pones en la cola del pan, y vas contando, y el que hace 10 es marica seguro. Eh! Que no lo digo yo, que lo dicen las estadísticas.
Por supuesto, se descojonó. Y seguí contestando a su pregunta con otra de mis ocurrencias.
- Si no te convence lo de la estadística, que es una ciencia inexacta. Existen unas pruebas para saber si uno es gay. Sí, mujer, la prueba de las tres preguntas. Tú te diriges a un hombre y le dices:
Primera pregunta: ¿Tienes más de un disco de Barbara Streisand? Si la respuesta es sí, tiene un 30% de gay.
Segunda pregunta: ¿Te gustan los muebles de diseño? Si la respuesta es sí, tiene otro 30% más.
Y tercera y tal vez la más importante: ¿Te gustan mis zapatos? Si el tío te dice: yo que sé tía, bien, no están mal. Es hetero, seguro. Y si dice: ay sí, son superfashion. Tiene otro 30% de gay más.
Y mi amiga, que es muy lista y ha hecho ciencias, me preguntó: ¿y el otro 10%? Y yo le contesté: el otro 10% todos los hombres lo tienen, hasta el más hetero. Y se volvió a reír. Y añadí: y si tienes prisa, no hace falta que le preguntes las dos primeras con la tercera ya te basta.
No hace falta que os diga que todo esto es una broma, un divertimento para haceros pasar un buen rato.
Feliz día, viajeros.
Entrellat

martes, 11 de diciembre de 2007

El Machu Pichu

Foto: Yo en Machu Pichu (Perú), noviembre de 2007
Decía /bcn_in_love, al que hace tiempo que no vemos por aquí, por cierto, que tardó 6 meses en poner una foto suya en fotolog, una foto en la que apareciera él. Yo he tardado un poco más, no mucho, pero no ha sido premeditado, ni ha sido un “tour de force” contra él, ni contra mi ego. El hecho de ponerla hoy, tampoco significa que haya cambiado de idea, no. Es cierto que me gustan los flogs en los que la gente pone fotos suyas, y explica sus cosas, su día a día, sus miedos, sus alegrías, sus ilusiones, sus proyectos, sus triunfos, sus fracasos; pero ésta no ha sido nunca mi intención, aunque indirectamente, en todas y cada una de mis actualizaciones está todo eso, incluso en mis cuentos e historias, los que son inventados. Mi intención es mirar el mundo que me rodea, el de mi día a día y el de mis viajes, y explicar lo que me provoca, lo que siento al verlo, lo que pienso, y la marca que deja en mí.
Hoy he puesto mi foto en Machu Pichu para dejar constancia de que estuve allí, porque todavía no me lo creo. Sí, me impresionó tanto que yo, que no suelto mi cámara del cuello, ni aunque me maten, dejé que me hicieran esta foto. Siempre he preferido hacer yo las fotos. Prefiero que lo que aparezca en el papel, bueno, ahora en la pantalla del ordenador, sea mi visión de las cosas, mi mirada, y no yo. Aunque también podría poner el automático y con mi mirada salir yo también. Bueno, pero eso todavía no lo tengo trabajado. Tal vez más adelante.
Si tuviera que comparar la sensación que tuve al ver este recinto arqueológico, aunque es cierto que las comparaciones son odiosas, lo haría con la sensación que tuve al ver las tres pirámides o Abu Simbel, en Egipto, o la ciudad de Petra, en Jordania. Por supuesto estoy hablando de sensaciones, porque no tienen nada que ver ni histórica, ni cronológica, ni paisajísticamente hablando.
A excepción del camino Inca, que se hace a pié, la única manera de llegar a Machu Pichu es en tren hasta Aguas Calientes, y luego en autobús desde ese desafortunado pueblo hasta la entrada del recinto. Alguien me dijo que había un tren de lujo que llegaba hasta las ruinas, pero por mucho que busqué no vi ni la estación, ni las vías que subían hasta allí arriba. Una vez en la entrada, se pasa el control, y se sigue por un corto sendero que al hacer subida, no deja ver las ruinas, hasta que no llegas a un pequeño mirador. Es en ese momento cuando yo tuve la sensación que comparaba antes con aquellas maravillas egipcias y jordanas. Tuve la sensación de que era un decorado, de que no era cierto lo que estaba contemplando. Esa sensación me dejó parado durante unos segundos, como si estuviera sordo, intentando eliminar los comentarios de los otros visitantes, hasta que una señora con un gorro de paja, me dijo: “¿te importaría quitarte? Es que quiero hacer una foto”. Me aparté con cara de aturdido, como si no entendiera lo que me estaba pidiendo, y pensando que por la tarde, cuando la gran masa de turistas se hubiera marchado, volvería a aquel mirador para tener la misma sensación. Y volví, pero la sensación ya no fue la misma. Leí hace unos días, no se dónde, ni quién lo decía, que uno no debería volver a los lugares donde fue feliz. Aunque no estoy muy de acuerdo con esta frase, sí explica mi sensación. Si tengo que elegir, yo me quedo con la primera.
Podría explicaros, la historia, la cronología, las características arquitectónicas de este maravilloso sitio, para qué fue utilizado, pero para eso ya tenéis la wikipedia, o cualquier otra enciclopedia, que son mucho más extensas y seguro que más acertadas que yo, así que os dejo el link de la primera, por si queréis informaros más.
Además como he dicho, prefiero explicaros mi experiencia, que no llenar esto de datos.
Feliz día, viajeros.
Entrellat

sábado, 8 de diciembre de 2007

Perú y su gente III

Foto: Habitantes de la Isla Taquile, Lago Titicaca (Perú), noviembre de 2007
Angélica, nuestra guía, contaba en las dos horas largas que duró la travesía desde Puno hasta la isla de Taquile, que en la época de la colonización española, esta isla después de ser expropiada a sus habitantes naturales, fue pasando de mano en mano. Su último propietario, un “noble” español, de cuyo nombre no logro acordarme, ni siquiera pisó nunca tan curioso lugar. Con mucho esfuerzo y muchos años, sus habitantes, poco a poco, fueron volviendo a comprar una por una todas las fincas y se volvieron a hacer con la propiedad de la isla. Hoy en día es una de las sociedades más endogámicas que existen por la zona, supongo que a raíz de todo esto que os he explicado. Tienen una sociedad muy jerarquizada, en la que se elige una especie de gobernador y unos consejeros que toman todas las decisiones importantes del territorio. No está bien visto que un taquileño se case con alguien que no sea de allí. No está permitido vender las tierras a nadie que sea de fuera de la isla, y ni siquiera se permiten largas estancias a los foráneos, sin el permiso del consejo. Parece ser, que desde entonces, sólo en una ocasión, una escritora alemana, estuvo durante un año residiendo en la isla para escribir un libro sobre sus habitantes.
Esas barretinas adaptadas a sus tejidos, esas fajas, esos chalecos y esas camisas de mangas anchas y fruncidas, que llevaban los hombres de la isla, que parecía que en cualquier momento se iban a poner a bailar sardanas en la plaza mayor de la isla, son lo único que les queda de la herencia española. Las mujeres, por el contrario llevan otro tipo de indumentaria. Véase la foto del día 1 de diciembre.
Comprensible su desconfianza, pero a diferencia de los Uros, que entre otros comparten lago con ellos, y a pesar también de ser conscientes de que el turismo es su gran fuente de ingresos, no son un pueblo amable. Son desconfiados, tienen un aire triste y el tono de su voz es tremendamente bajo. En el escaso tiempo que duró nuestra visita a la isla, pude observar cual era el tipo de relación que los taquileños tenían con los turistas, ninguna. Sólo los que por obligación tienen que relacionarse con ellos, los de los restaurantes, por ejemplo, se dirigen a los forasteros. El resto han aprendido a mirar a través de ellos, como si fueran trasparentes, a obviarlos, a seguir su vida, como si no estuviesen allí.
Otro guía que tuvimos en Cuzco, integrista hasta la médula, no cesaba de echarnos en cara con un tono casi ofensivo, la ocupación española y la masacre que hicieron los españoles con los incas. Hasta cuantificó la deuda que España tenía con el pueblo peruano, por todo lo que los “conquistadores” se llevaron al viejo continente. Parece ser que olvidó contarnos que el pueblo inca también arrasó en su expansión a todos los pueblos que iba encontrándose a su paso. Siguiendo su ejemplo, nosotros también deberíamos odiar a los griegos, a los romanos, a los visigodos, a los moros, y a todos y cada uno de los pueblos que han ido pasando por la península ibérica en todos estos años de historia. Este tipo de actitudes, como las del pueblo de Taquile hacia los forasteros, no aportan nada positivo, y difícilmente facilitan la convivencia. Después de mis tímidos viajes por el mundo durante todos estos años, he aprendido que el odio, sólo genera odio, y que los nacionalismos exacerbados, y los integrismos desmesurados, no ayudan a construir nada, sólo a estancar e impedir que las sociedades evolucionen.
En cuanto a la isla en si, a pesar de lo duro que se hace el ascenso hasta la cima de la montaña donde está situado el pueblo, está a más de 4000 metros de altura, y el oxígeno es escaso; a pesar de ello, digo, la isla es preciosa, y los paisajes que se pueden ver desde el mirador de la plaza, bien vale el esfuerzo.
Feliz día, viajeros.
Entrellat

miércoles, 5 de diciembre de 2007

Perú y su gente II

Foto: Hotel Kamisaraki Inn. Islas de los Uros, Lago Titicaca (Perú), noviembre de 2007
Walt Whitman decía: “las montañas son siempre las mismas, las miradas las hacen diferentes”.
Seguro que habrá quien difiera de todos estos comentarios que voy haciendo sobre Perú. Habrá quien haya estado allí y no haya visto lo mismo que yo, y no porque haya cambiado, si no porque su manera de mirar ha sido distinta. Hoy hablaré sobre los Uros que yo vi.
Los Uros son un grupo étnico que vive en unas 20 islas flotantes, fabricadas por ellos mismos a base de totora, una especie de juncos que se encuentran en el lago Titicaca. Las islas, construidas sobre una base de raíces de totora, varían de tamaño en función del número de familias que viven en ellas, y están ancladas al fondo del lago con palos, a modo de estacas, y sobre esa base van añadiendo nuevas capas de totora a medida que las de abajo se van pudriendo. Como curiosidad, explican sus habitantes, que en época de lluvias a veces alguna isla se ha desatado y se ha desplazado por el lago. En esas situaciones, contratan un remolcador que la devuelva a su sitio, y la vuelven a anclar en su posición inicial. Es también curioso cómo se balancean, a pesar de estar ancladas. Cuando uno está encima de una de estas islas, tiene la sensación de estar en un muelle flotante.
Ellos dicen que viven de la pesca y de la artesanía, pero cuando desembarcas en sus islas observas que todo está montado para el turismo. No quiero decir con ello que sea un parque temático, no. Todo lo contrario, pero han organizado su vida para vender esa artesanía como souvernirs a los turistas y hasta tienen un pequeño “hotel”, el de la foto, a base de cabañas, para los turistas atrevidos que quieran pasar allí la noche.
Tienen una escuela, a la que va diariamente un profesor de tierra firme, que obligatoriamente tiene que hacer las clases en la lengua que actualmente hablan, el Aymara. También tienen un pequeño centro de salud, y la mayoría de las casas disponen de placas solares para tener luz eléctrica, herencia de la primera etapa Fujimori. Lo que no me atreví a preguntar fue dónde hacían sus necesidades, pues en el interior de una de las casas que visitamos no había retrete, y en lo que se podía ver del resto de la isla, tampoco había nada que pudiera hacer esas funciones. En realidad había poca cosa dentro aquella casa, tan sólo una cama que ocupaba casi toda la cabaña y una silla donde sentarse para hacer los bordados, que luego venderán a los turistas. En esa cama dormían el matrimonio y sus dos hijos. El resto de la cabaña era tan pequeño, que ni siquiera cabían los cuatro habitantes de pie. Me pareció curioso que la señora nos ofreciera ver su casa, pero todavía más curioso me pareció el comentario que hizo sobre el desorden que reinaba en el interior: “perdonad, pero la casa está un poco desordenada”, como si yo o cualquiera, después de ver una manera tan diferente y genuina de vivir, fuera capaz de juzgarlos por ese “desorden”.
Los Uros son un pueblo amable, y son conscientes que el turismo es una gran fuente de ingresos, y por eso intentan conservar sus costumbres, y todo lo folclórico de su aspecto, pero a pesar de ser acosados diariamente por embarcaciones de turistas, no pierden su sonrisa y sus ganas de hablar con los que vienen de fuera. Eso mismo no ocurre con otro grupo de gente que vive también en el lago, los habitantes de la isla de Taquile, pero eso ya es otra historia, que os explicaré en la próxima actualización.
Feliz día, viajeros.
Entrellat

sábado, 1 de diciembre de 2007

Perú y su gente I

Foto: Unas niñas con sus atuendos típicos. Isla de Taquile, Lago Titicaca (Perú), noviembre de 2007
Decir que la gente de Lima es completamente diferente a la del resto de Perú, sería parcialmente cierto, sería como decir que en lo que se refiere al factor humano, hay dos Perús, y no es cierto, hay muchos más.
Decía en la última actualización que lo que más me sorprendió de Perú es su gente, la variedad de razas, de tribus o de etnias que se pueden encontrar con sólo cambiar de una zona a otra del país. Es cierto que aquí, con el reciente fenómeno de la inmigración, nos hemos acostumbrado a ver gente de todo tipo por la calle, pero ellos lo tienen más integrado, bueno, más integrado en sus genes, porque en la cotidianidad, en el día a día, parece que no. Según la guía que nos enseñó Lima, eso era un problema para ellos, porque nunca conseguirían integrarse, unificarse. Como si la cohesión de un pueblo se hiciera por su homogeneidad racial. La cohesión se consigue con el respeto de las diferencias; valorándolas, no eliminándolas.
Unos peruanos con los que coincidimos en un restaurante, en Cuzco, muy majos, por cierto, nos comentaron que el gran problema de la sociedad peruana, es que no quieren avanzar, que no quieren perder sus costumbres. Entendí lo que quería decir, pero me di cuenta que para ellos avanzar o evolucionar era eliminar todo lo que significara tradicional, sus gentes, su manera de vivir. Ellos han adoptado el modelo americano como modelo a seguir, desde la moneda, hasta las frases inglesas introducidas en su lenguaje cotidiano. A pesar que el Nuevo Sol es la moneda oficial, en todos los establecimientos para turistas, y algunos otros más, el precio está en dólares, las tasas de los aeropuertos se pagan en dólares, etc. y siempre tienes que ir con la cancioncilla: “no, en dólares no, ¿cuanto es en soles?”. Como decía utilizan muchas frases en inglés porque queda más “internacional”. Dicen “bauchers”, en vez de bonos, o vales. Utilizan “waik up call” para decir llamada despertador, y así una infinidad de ejemplos. Es curioso escuchar a la recepcionista del hotel con su suave y agradable acento peruano, casi imperceptible, la frase “señor, a qué hora quiere su waik up call?”. A pesar de que no se demasiado inglés, en los viajes he ido aprendiendo algunas de estas cosas, pero siempre solía responder, ¿cómo? Es que no entiendo el inglés. Sé que puede parecer descortés, pero me hubiera gustado que utilizaran su lengua. Y no me molesta que todo esté en dólares, o que introduzcan frases en inglés, no, lo que realmente me molesta es que todo eso es debido a su baja autoestima, como país, como sociedad, y la mayoría como individuos.
Decía un peruano que conocimos en Lima, que a parte de guapísimo, era encantador, cariñoso y muy inteligente, que los peruanos tienen mucho miedo a ser rechazados, como ya lo han sido otras veces, durante su historia. Y es cierto, hasta los vendedores ambulantes, los que te persiguen por las calles para venderte postales, una excursión, o una cena en un restaurante, para conseguir unos soles de comisión, prefieren oír un “ahora no, tal vez luego” aunque sea mentira, que un “no, gracias, no lo necesito”. Al principio, uno va diciendo “No, gracias. No, gracias”, pero ellos van insistiendo con su frase “¿Luego, señor, luego?”. Y ahí te das cuenta que mi amigo limeño tiene razón, prefieren una mentira piadosa, que una verdad cruel.
Todavía tengo muchas más cosas que decir sobre la gente de Perú, de unos que como pueblo nos enamoraron, por su riqueza y su diversidad, y de otros que como individuos, dejaron huella en nuestros corazoncitos de viajeros todavía inocentes. ¿Verdad que sí, Marco? Pero eso será otro día.
Feliz día, viajeros.
Entrellat

sábado, 24 de noviembre de 2007

¡Qué mala es la convivencia!

Foto: Detalle de una ventana del Convento de Santa Catalina. Arequipa (Perú), noviembre de 2007
Esta mañana me he despertado bruscamente, y no porque haya tenido una pesadilla, ni porque se me haya caído encima el enorme cuadro que está colgado encima de la cabecera de la cama, que pesa una tonelada. No, no ha sido por eso, que ya me encargué yo de poner un cartel en la parte posterior de la pintura que decía “mirar debajo del cuadro”, por si se me caía encima y a nadie se le ocurría mirar. No era cuestión de morir aplastado mientras dormía y encima que me declararan desaparecido. Previsor que es uno. Me he despertado porque la vecina de uno de los locales comerciales de debajo de mi casa ha llamado a mi interfono insistentemente, como si se estuviera quemando el edificio, y total porque otra vecina había decidido regar sus macetas a primera hora de la mañana, en vez de por la noche, como establece la normativa municipal.
Reconozco que no tengo buen despertar, y menos cuando la primera frase que recibe uno por la mañana, a grito pelado, en vez de un “buenos días, cariño, lo de ayer fue fantástico” es “grrrrrs pssss uffff, gurfffff, macetas rrrrfffff agua en la acera, grrrrrpppfff, hombre ya…”; así que mi respuesta, después de intentar aclararme la voz y de interconectar las dos o tres neuronas que estaban despiertas, ha sido “y a mí que me cuenta señora”. Y así he colgado el interfono y me he vuelto a la cama. Al cabo de 10 minutos volvía a sonar. Esta vez era la policía municipal, con una elegante, discreta y escueta frase: “Policía municipal. ¿Me puede abrir la puerta, por favor?”. Y claro, la he abierto.
Tengo la costumbre de dormir con muy poca ropa, por no decir que duermo desnudo, que igual no queda muy bien decirlo por aquí, que ya se sabe que van cerrando páginas por cosas más tontas; así que, como no era plan de ir enseñando mis gracias, que se habían despertado antes que yo, me he puesto el pantalón de chándal, unas zapatillas y una camiseta, y he esperado la visita del cuerpo de policía, que todo hay que decirlo, las nuevas incorporaciones creo que han entrado por casting, en vez de por pruebas de aptitud, menudos ejemplares se ven por las calles.
Ya me ves con mis pelos tiesos, como SonGoku en un día de viento, y recibiendo a los policías con una sonrisa, pero con mis peores galas. Total, que me preguntan si mi piso da hacia la calle, y que si soy el del piso de la derecha, y yo le digo que sí, pero que no, que sí que da a la calle, pero que soy el de la izquierda (of course), y me preguntan que cuál es el de la derecha, y yo no queriendo faltar a la verdad, que bastantes mentiras ha tenido ya que soportar uno, acuso a mi vecina Lola, como un vulgar chivato. Y ellos con otra sonrisa en los labios, pero con sus mejores galas, me dicen un “eso es todo, gracias”, que me ha dejado con un palmo de narices, y con mis pelos de Manga mal dibujado. Así que me he tenido que meter en casa, sin enterarme de la bronca que la policía le iba a meter a mi buena vecina Lola, que no era plan de ponerse a escuchar detrás de la puerta, que bastante poco glamuroso iba uno ya. “Total, ná”, como diría mi murciana amiga Lina.
Así que después de cerrar la puerta, me he puesto a pensar, porque ya se habían despertado el resto de las neuronas y se había dormido lo que se había despertado antes sin mi permiso, y me he dicho que qué poco tolerantes somos, que hay que ver con la de la tienda de abajo, que ya le vale. Y es que la convivencia es mu mala. Mu mala, sí.
Feliz día, viajeros.
Entrellat

miércoles, 21 de noviembre de 2007

Perú bien vale una misa

Foto: Mujer Uro haciendo sus labores. Lago Titicaca (Perú), noviembre de 2007
Enrique IV de Francia al convertirse al catolicismo dijo “París bien vale una misa”, y esa célebre frase, que ha llegado hasta nuestros días, también es aplicable a Perú. Después de este viaje yo me atrevo a decir que Perú bien vale una misa. Y no, no me he convertido al catolicismo. Sigo siendo agnóstico.
¿Cómo hablar de Perú, sin ser condescendiente, sin parecer un turista ilusionado, o sin intentar ser un antropólogo de pacotilla? Creo que intentaré hacer lo que hago siempre, mirar el mundo como Rueda (*), desde mi punto de vista, desde mis ilusiones, y desde mi alma de Ulises inquieto, como alguien me etiquetó una vez.
¿Qué me ha llamado más la atención de Perú? Muchas, muchas cosas. Lo primero la gente, la cantidad de razas, etnias y grupos sociales. Resumiéndolo en una palabra que ahora está muy de moda, la diversidad. Después el paisaje, tan diferente del nuestro, y tan diferente entre si, desde la preselva de Machu Pichu al altiplano, donde tienen el lago navegable más alto del mundo, el Titicaca, pasando por los enormes valles, o la costa pacífica de Lima, o los volcanes de Arequipa, etc. Y eso que sólo hemos recorrido en estas dos escasas semanas menos de la mitad del territorio peruano, especialmente la zona sur.
Otra cosa que llamó mi atención es la organización social. En cada país que he visitado, y cuando la lengua me lo ha permitido, me gusta hablar con la gente, y ver como se organizan, no sólo a nivel gubernamental, que también, si no a nivel personal, a nivel laboral, a nivel religioso, cuales son sus inquietudes, sus miedos y sus ilusiones. En Perú, al ser un país tan diverso, en cuanto a desarrollo social, las inquietudes también son completamente diferentes, desde los campesinos del altiplano o las comunidades tribales, que con tener cubierto su día a día, ya tienen bastante, a la elitista sociedad limeña, donde se concentra la mayoría de la riqueza del país.
Además, hay muchos otros temas de que hablar, porque Perú es un país especial por todo eso, y por su clima, por sus monumentos, por su historia, por su incipiente nacionalismo indígena, etc.
A partir de hoy, y cuando el tiempo me lo permita, iré ampliando cada uno de estos temas, y otros que se me vayan ocurriendo. Sirva esta actualización de hoy como introducción.
Por cierto, que Perú es uno de esos países, a pesar de la injusta fama que tiene en Europa, en los que uno puede viajar por su cuenta, sin ningún problema. Diría que excepto por las distancias, que obligan a tomar vuelos constantemente, y es ahí donde la planificación se hace necesaria, el resto, las excursiones, los hoteles, los sitios donde comer, se pueden ir escogiendo sobre la marcha, sin ningún problema. Y la seguridad está garantizada. En ningún momento del viaje me he sentido inseguro. En resumen, una experiencia muy, muy recomendable.
Feliz día, viajeros.
Entrellat
(*) No, no es una falta de ortografía poner Rueda con mayúsculas, ese es mi apellido, y el título del blog es un facilón juego de palabras, que no hace falta que explique, ¿verdad? Bueno, si alguien lo cree necesario, lo explico, que para eso estamos.

martes, 6 de noviembre de 2007

Me gustaría volar

Foto: Vista desde el avión, camino de Moscú, en julio de 2003
Me gustaría volar, pero no en un avión,
si no como en mis sueños de niño,
levantarme del suelo, aunque no fuera mucho,
para ver las cosas desde arriba,
para decirle a la gente que les he visto venir, ya desde lejos,
para saltar las tapias de los jardines y oler todas las flores prohibidas,
para mirar a los ojos de la gente grande desde su misma altura,
para coger los frutos de los árboles grandes sin romper sus ramas,
para no cansarme de caminar solo y sin rumbo.
Y luego pienso que si supiera volar,
no podría contárselo a nadie,
y entonces me caigo al suelo y me doy de bruces,
y me levanto,
y me lamo las heridas,
y miro atrás,
y me doy cuenta que ese era mi sueño de niño,
que ahora ya no es mi sueño,
porque todo eso se puede hacer sin volar,
porque todo eso lo he hecho sin saber volar,
sin levantarme del suelo,
simplemente viajando.
Feliz día, viajeros.
Entrellat
PS: Mañana marcho dos semanas a Perú, estaré fuera todo este tiempo, así que no creo que pueda dedicarme a actualizar mi flog, ni a contestar a los posteos. Espero que cuando vuelva tenga la cámara llena de fotos y la cabecita llena de historias que contar. Y ahora a la parte más dura, a hacer las maletas.
Besos a todos y perdonad por la ausencia.

viernes, 2 de noviembre de 2007

Las flores que prefiero

Foto: Tumbas del cementerio de Père-Lachaise. París, junio de 2007
Tenía ganas de que aquello acabara pronto. Me sentía triste, pero sobre todo tenía ganas de llegar a casa y perder a toda aquella gente de vista. Aunque sabía que la mayoría de ellos estaba allí por mí, o por mis hermanos, o por mi padre, que también era muy conocido, no me sentía bien, estaba como en una nube, como en una película a la que le hubieran cambiado el sonido por música, sólo que mi música era triste o más exactamente desganada.
Mientras me subía al coche, me sentía la persona más egoísta del mundo por haber tenido ganas de marcharme tan rápido del entierro de mi padre. Me fui dando un beso muy poco efusivo a mis dos hermanos y a una amiga que había hecho cuatrocientos kilómetros expresamente para venir al entierro y al resto les lancé una medio sonrisa de compromiso, que después preferí no haber hecho.
Subí al coche sin hablar con Jorge. El agua caía por la ventana, había empezado a llover hacía unos minutos. Parecía que la lluvia me hacía compañía, que lloraba conmigo no sé qué pérdida. Durante el camino, ninguno de los dos habló.
Jorge empezó a aparcar el coche a tres manzanas de casa. Acostumbraba a hacerlo así cuando llegábamos a altas horas de la noche, ya que el aparcamiento por la calle donde vivíamos hacía tiempo que había dejado de ser una tarea fácil, aún así, ni siquiera lo intentó, a pesar de que a esas horas sí que acostumbrara a haber algún que otro sitio. Mejor – pensé - así andaremos hasta casa.
El aire y el olor a tierra mojada me reconfortaron un poco. Ya había salido el sol otra vez. Yo había dejado de llorar, haciendo caso al sol, como si me hubiera pedido una sonrisa.
Salía con Jorge desde hacía cinco años, y desde entonces nos habíamos ganado ininterrumpidamente el título de pareja ideal durante las últimas cinco cenas de verano, que acostumbrábamos a hacer con nuestros amigos, el último sábado antes de las vacaciones.
Hace tres años que dejé mi trabajo en la carpintería en la que trabajaba desde los quince años, para ayudar a Jorge en su empresa de restauración de paisajes. Al principio tuve mis dudas para dejar un contrato fijo y empezar una nueva etapa, a la que temía por lo incierto y porque creía que perjudicaría nuestra relación. No sé cuándo dejé de tener ese miedo, o esas dudas, supongo que al mismo tiempo en qué empecé a sentirme a gusto sembrando pinos en las laderas de los montes quemados, creando espacios públicos nuevos, o diseñando jardines para nuevos ricos.
La empresa empezó a sufrir una crisis, al mismo tiempo en qué Jorge y yo empezamos a distanciarnos, ¿o fue a partir de la crisis cuándo Jorge dejó de mirarme de la misma manera que lo hacía antes? El caso es que la entrada de nuevos empleados en la empresa para cubrir un macro proyecto empresarial, que Jorge había conveniado con otra empresa del ramo, supuso una mayor dedicación de tiempo a la empresa por su parte. Fue entonces cuando empezó a dejarme de lado. No había sido consciente de ello hasta hace seis meses, cuando un día en el que yo llegué pronto a casa y preparé cena para los dos, él llegó tarde, tardísimo. Allí estaba yo, esperándolo para cenar, con la mesa puesta y entonces me dijo que ya había cenado, con dos de los empleados, para acabar de ultimar un trabajo para el día siguiente.
- ¿Y el teléfono? – le pregunté, intentando no parecer triste. Intentando que las lágrimas no cayeran por mis mejillas, ya que hacía rato que rondaban por mis ojos.
- ¿Qué le pasa al teléfono? – dijo sin saber a lo que me refería exactamente.
- Nada, que podías haber llamado para decir que no vendrías a cenar – dije esta vez con más rabia que pena.
Ni si quiera respondió, dejó la chaqueta en una silla del salón, con mucho cuidado, estirando las mangas, para que no se arrugaran, y se fue al baño. Se dio una ducha rápida y se metió en la cama, y me dejó con la comida en la mesa y con dos palmos de narices. Me senté, cené cuatro cosas de las que había preparado y me metí en la cama con él, o mejor dicho sin él, porque ya hacía rato que dormía.
En el coche, mientras volvía del entierro de mi padre, me di cuenta de que la muerte no avisa, que forma parte inexorablemente de la vida; pero además me di cuenta también que hacía seis meses, algo más había muerto en mi vida. En aquel momento tuve la seguridad que Jorge ya nunca más me traería las flores que prefiero.
Feliz día, viajeros.
Entrellat
PS: Este cuento, lo estuve preparado para subirlo ayer, el día de difuntos, pero no me dio tiempo, y aunque sea tarde, he pensado que valía la pena ponerlo. Espero que os guste.

martes, 30 de octubre de 2007

Estadística para principiantes

Foto: Una Anciana en la parada del bus. Praga, febrero de 2007
Esta mañana, a la entrada de la cafetería donde suelo desayunar todos los días, había un montón de diarios de distribución gratuita. Uno de ellos lucía en su titular “la esperanza de vida en España es de 80 años”. Yo estaba fumando un cigarrillo en la puerta, antes de entrar en la cafetería, ya que desde la entrada en vigor de la ley antitabaco los propietarios de este local decidieron muy sabiamente que su local sería libre de humos. En ese momento llegó una señora de aproximadamente 60 años, y mientras entraba leyó el titular e hizo el siguiente comentario: “La esperanza de vida en España es de 80 años… Pues mi padre tiene 92 años. No sé a qué espera”. Me he quedado muerto.
A parte del comentario poco afortunado, y que deja mucho que desear del amor que esa señora siente hacia su padre, me ha dado por pensar en las estadísticas. Posiblemente sea por desconocimiento de esa ciencia matemática, pero siempre me he preguntado de qué nos sirve a los mortales saber que la esperanza de vida está en esa edad, si luego cuando te llega la hora, no hace caso de esas cifras, y si no que se lo digan al padre de esa señora.
Otro dato estadístico de hoy, que aparecía en las noticias de Tele 5, es que el 50% de los españoles está satisfecho con su cuerpo, con su estado físico. Y vuelvo a decir yo, ¿de qué nos sirve saber eso, a parte de la pura curiosidad? Además, si cada vez hay más gente con problemas de obesidad en nuestro país, ¿cómo es posible que cada vez haya más gente que esté conforme con su cuerpo? Seguramente el secreto está en asumirse como uno es, sin complejos, y así iremos aumentando la estadística. A mi parecer, el titular debería haber sido “el 50% de la población española no tiene complejos, aunque estén como ceporros”. Eso se parecería más a la realidad, y si no, sólo hay que darse una vuelta a la entrada de los institutos a las 8 de la mañana, donde podremos ver como niñas sin complejos lucen sus portentosas barriguitas, ombligos y ropajes hiperapretados de forma desacomplejada. Si Dior levantara la cabeza, la volvería a palmar de un infarto, con semejante espectáculo.
Y es que uno se hace un lío, y se acompleja por no superar las estadísticas por no ser uno de los “tontos por ciento”.
Feliz día, viajeros.
Entrellat

lunes, 22 de octubre de 2007

Incompatibilidades

Foto: Colonia de gatos. Venecia, junio de 2007
Se puede ser aficionado a la química, ser niño y tener un gato, pero cuando se juntan esas tres cosas, uno se da cuenta que son incompatibles, o al menos eso me pasó a mi de pequeño, cuando era un niño.
Siempre me han gustado los gatos y a mi madre también, y por eso siempre hemos tenido gatos en casa. Yo diría que más bien por lo segundo, si a mi madre no le hubieran gustado los gatos, nunca hubiera entrado ninguno en casa. Tuvimos una gata que se llamaba Naika, que en principio, aunque acabe en "a" es un nombre de niño. Naika era el protagonista de una serie Polaca que daban los sábados por la mañana en la televisión, en la "uachefe" - así le llamábamos en casa a la segunda cadena. Años después me enteré que esa palabra correspondía a las siglas UHF, ignorante que era uno.
Naika era buena y cariñosa, dentro de lo cariñoso y bueno que puede ser un gato. Solamente tenía un defecto, que coincidía además con su mejor virtud, que era gato, gata, vaya. Igual que yo tenía un defecto entonces, que era niño. Por suerte la niñez, igual que la juventud es un defecto que se cura con los años. Ya tenemos dos personajes con sus principales defectos, yo, que era niño, y Naika, que era gata. Me gustaba acariciarla, cogerla en brazos, tocarle las almohadillas de las patas, y de vez en cuando darle un apretón, así de cariñoso era yo. Ella por su parte tenía su otra gran virtud, la independencia, la autonomía, el no querer nada de nadie, a no ser que ella lo pidiera. En esos casos se dejaba hacer lo que quisiera, hasta que ella decía basta.
Por aquel entonces me gustaba experimentar. Pretendía inventar la fórmula de la tinta invisible, o el elixir de la eterna juventud, o la definitiva solución a la caída del cabello. Por su puesto, no tenía ninguna de esas preocupaciones, y ni siquiera me había fijado que a la gente le preocupaban todos esos problemas, así que con inventar la formula X1, la X2, o la X25 ya me conformaba. La utilidad que tuviera después tampoco me preocupaba demasiado. Cogía botes pequeños y le ponía dos gotitas de agua de colonia, una gotita de bálsamo de afeitar, una gotita de tomate frito, dos gotitas de leche, una de vinagre y así hasta aburrirme. Luego todo eso lo anotaba en un papel, por si acaso lograba algo con ello.
Un día, estaba acariciando a Naika y llegó el momento en que mi cariño era tanto, que le di un apretón mayor del que ella estaba dispuesta a soportar; así que después de darme un bufido de aviso, y viendo que no le hacía caso, me enseñó dos cosas - ella era muy pedagógica -, primera que los bufidos quieren decir “déjame en paz, que me estás tocando las pelotas”, y segundo que sus uñas eran capaces de dibujar en mi cara unos graciosos arañazos que escocían y duraban por lo menos 15 días. Perdón, perdón, también aprendí otra cosa, o bueno, tal vez eso lo haya aprendido ahora, aprendí que yo era un poco vengativo. Me levanté, fui hacia mi habitación, abrí la caja donde guardaba mis fórmulas mágicas y con un cuentagotas lleno de X1, me dirigí hacia Naika y se lo metí en la boca. Ahí se acabó todo, o al menos eso creía yo. A la mañana siguiente cuando me desperté, y me estaba preparando para ir al colegio, encontré a la gata, revolcándose en el sofá, gimiendo, y haciendo unos gruñidos, que no había oído nunca. La he matado - pensé. ¡Dios mío, por favor, que no le pase nada, que no le pase nada, que yo la quiero mucho! Si no le pasa nada, prometo dejar la química. Y con esa mi primera promesa al todopoderoso me fui al colegio. Menuda mañana pasé, sufriendo por si a la gata le pasaba algo, cuando volví, la gata estaba otra vez, en la misma posición, retorciéndose, estirándose, y gimiendo. Ay, que me la he cargado - volví a pensar.
En ese momento llegó mi madre, y yo miraba a la gata y a mi madre venir, simultáneamente, sin saber que decir. Hasta que se me ocurrió un “pobrecita, ¿qué le pasa?”. Mi madre le dio un azote en el culo a la gata, y la bajó del sofá, y dijo: “Pues no lo ves, que tiene ganas de gato, la marrana”. Lo de que tenía ganas de gato, no lo entendí demasiado, pero pensé “uffff, qué tranquilidad, no la he matado”. Con eso ya tuve bastante.
Más adelante entendí que la gata estaba cachonda como una “gata en celo”, valga el juego de palabras facilón. Supongo que no tuvo nada que ver mi casi inocua fórmula X1, aunque siempre me quedé con la duda de si inventé uno de los afrodisíacos más potentes que existen en el mercado. Nunca lo sabremos, en cuanto supe que la gata estaba bien, cumplí mi promesa y tiré a la basura todas mis fórmulas. Qué malo es tener palabra, cuando uno es niño.
Feliz día, viajeros
Entrellat

viernes, 12 de octubre de 2007

Con huevos a Santa Clara

Foto: Detalle del patio del convento de Santa Clara. Tordesillas, septiembre de 2003

(Ellas)

- Hasta las tetas, estoy hasta las tetas de que nos traigan huevos, que nos va a coger un dolor de hígado que nos vamos a quedar tiesas. Si es que ya no sabemos que hacer con tantos huevos. Todavía se creerán que los pastelillos que vendemos los hacemos nosotras, coño, que parecen tontos. Y mira que hemos hecho correr el rumor que preferimos los cedés vírgenes, que nos van mucho mejor, que les damos más utilidad, y aun así aparecen los clasicorros estos y nos traen huevos para que no les llueva el día de su boda.

- Hermana, por favor, ese vocabulario, que nos van a oír.

- ¡Anda ya! Si hoy estamos de turno nosotras dos en el torno, y no hay nadie más. Calla, que se oyen otros ahí fuera.

(Ellos, unos momentos antes)

- ¿Quieres decir que lo de los huevos funciona? No se, que se conoce que ellas prefieren los cedés. A ver si la vamos a cagar y mañana nos llueve a cántaros.

- Anda, no seas tonto, que esto de los huevos es por la tradición, si total, si fuera por la Iglesia mañana nos caían chuzos de punta. No ves que nosotros somos gays y les rompemos su esquema de familia.

- Entonces no se por qué los traemos, si total no nos va a servir para nada. Ya te dije que era mejor lo de los cedés. Y encima a ver si se van a poner malas, que los huevos llevan tres semanas en casa.

- Bueno, y qué pasa, es que antes no los hemos podido traer, con los preparativos de la boda, que pareces tonto.

- Como tú digas, cari, pero yo no hablo que se van a dar cuenta que somos gays. Ah! y no te olvides de comprar pastelillos.

(Ellos a ellas)

- Hola hermana, que les traemos unos huevos porque mañana nos casamos y queríamos el favor de Santa Clara, para que nos hiciera buen tiempo, si es posible, claro.

- Sí, sí, el favor de Santa Clara, que nos han dicho por ahí que ustedes prefieren los cedés, pero claro, nosotras, uy perdón, nosotros, no les hemos hecho caso, que ya sabemos que hay muy mala gente por ahí, que se quieren reír de unas pobres monjitas, así que nosotros les hemos traído lo de toda la vida: huevos, huevos.

(Ellas, a parte)

- Anda, otro par de maricones, si es que dónde vamos a llegar. Esta semana llevamos tres. Si por mi fuera, les caían las siete plagas de Egipto juntas. Dónde se ha visto, dos hombres casándose. Y encima más huevos. ¡Manda huevos!

- Hermana, que le van a oír.

(Ellas a ellos)

- Uy muchas gracias, hijos, que Santa Clara os bendiga. Nada, lo de los cedés deben ser las malas lenguas, pero claro, si nos los traen nosotras los cogemos, que bastante hace la gente con traer lo que pueda, como para que nosotras lo rechacemos. No, no, si cedés, pues cedés, y si huevos, pues huevos. Pues nada, bonitos, que nosotras ya rezamos esta tarde para que mañana no nos llueva. Ala, venga, andar con Dios.

(Ellos)

- ¿No has notado un cierto rin tintín en su manera de hablar? Que yo creo que nos han calao. Claro, si te hubieras estado calladito…

- Que no tontón, que es su manera de hablar. ¿Ves como preferían huevos? ¡Anda, ya se nos ha olvidado comprar los pastelillos! Y mira que te lo dije.

- Quita, quita, que a ver si los que trajeron los huevos antes que nosotros los tenían hace dos meses en casa y mañana nos estamos cagando por las esquinas durante la boda.

Feliz día, viajeros

Entrellat

PS: Hoy le dedico la actualización a Jorge (Conxo)

lunes, 1 de octubre de 2007

La resaca emocional

[b]Foto: Pareja de novios de la tarta nupcial. Terrassa, septiembre de 2007 [/b]
Dicen que la resaca del alcohol se te pasa, si te tomas una cerveza a la mañana siguiente. Parece ser que la acidez que te queda en el cuerpo queda compensada con la cerveza. No sé si es cierto o no, no lo he hecho nunca. Las veces que he cogido una cogorza, he estado más de una semana, sin poder ver, ni oler una copa de cualquier cosa que llevara alcohol y mucho menos tomarla; pero bueno, aceptemos cerveza como cura de la resaca del alcohol.
Pero y para la resaca emocional, ¿existe algo? ¿Existe algo que te haga bajar al suelo, después de haber estado flotando durante todo un día? ¿Existe algo que te permita olvidarte de todo ese derroche de cariño que tuvimos el sábado? Vale, sí, la cruda realidad, el volver al trabajo, eso cura todas las resacas emocionales, pero a parte de eso, ¿existe alguna otra cosa? Si existe, prefiero que no me lo digáis, prefiero que se me pase sola, o mejor que no se me pase.
El sábado tuve uno de esos momentazos en los que la vida te obsequia con el cariño de toda la gente que ha estado caminando contigo durante todos estos años. Todos y cada uno de los imprescindibles, bueno, casi todos, estuvieron el sábado en esta celebración.
Nunca, en ningún momento de mi vida he sentido que tanta gente me regalara su cariño, como en ese día. Cierto que ha habido otro anteriormente, en una fiesta sorpresa de mi cumpleaños de hace dos años, en el que la gente me regaló su cariño, sus sonrisas, su complicidad, sus lágrimas incluso; pero como en éste del sábado pasado, no, porque aquí además fue compartido con la persona que más quiero. No fue una boda, no, fue mucho más que eso, una reunión de amigos y familiares para celebrar de una manera sencilla que dos personas se quieren, pero además, para demostrarles que se les quiere.
La celebración fue un exitazo, al menos, yo lo sentí así, no por la comida y la bebida, no por el lugar, no por lo que había que celebrar, si no porque toda la gente estaba feliz de estar allí, con nosotros, de poder celebrar un momento como aquel.
El sábado me casé con Eme, mi Eme, el más guapo y generoso de las personas de este mundo, y encima tuve la suerte de compartirlo con más de 100 personas que nos quieren. Lloramos todos, todos, y el que diga que no, que saque el pañuelo de su chaqueta y lo demuestre. Fue precioso, sin palabras para describirlo.
Quiero agradecer especialmente a Marie, mi Marie, porque sin ella el resultado no hubiera sido el mismo, ya que se encargó de que todo estuviera en su sitio, y todo hecho con el gran cariño y generosidad al que nos tiene acostumbrados, y a la Sra. Iseti, que ayudó tanto a Marie; pero no sólo a ellas dos, no, a todos y cada uno de los que intervinieron: a la niña de los Gingongangos, a la Terrassense del mismo Mallorca, a la señora Iseti y a las hermanas de Eme, porque con sus lecturas, que fueron como polvo de trocitos de corazón, me demostraron que la felicidad existe, y que se puede alcanzar, basta con saber mirar a los ojos de la gente que te quiere; a los que inmortalizaron el día con sus fotos y videos: Alicia, Isabel, /anem, Jose Antonio y seguro que me dejo alguno, porque aquello parecía la entrega de los oscars.
A mis madres, Isabel e Isabel, por querernos tanto sin condiciones, por demostrarlo siempre. A mi hermana porque en su mirada he visto siempre que me adora, igual que yo a ella, aunque no sepamos decírnoslo (no hace falta); A mis tíos y a mis primos que son parte de mi pequeña pero afortunada familia; a Ramón, por su ayuda técnica y su incondicional cariño; a Fernando por el toque de elegancia natural; a Yolanda, por facilitarnos el transporte de una forma tan elegante; a la Soler por ser tan buena relaciones públicas; y como no, a todos y cada uno de los que dejaron sus energías, viniendo de tan lejos: de Londres, de Murcia, de Valencia, de Alicante, de Valladolid, de Mallorca… Y a los que vinieron de cerca, a esos, porque tengo la suerte de tenerlos más a mi alcance.
Podría copiar 1000 veces la frase “gracias, os quiero”, como si de un castigo se tratara, pero ni siquiera con eso, llegaría a demostrar lo que siento, así que valga este texto para devolveros un poquito de lo que nos habéis dado, tanto a Eme como a mi, en este evento.
Feliz día, viajeros
Entrellat PS: /cachorro_3 define muy bien el momento, con su habitual tono de cachondeo en su actualización de hoy. Le agradezco tanto a él, como a /anem, sus comentarios y su foto, y por supuesto, todo su cariño.

lunes, 24 de septiembre de 2007

Allí donde la vida te lleve (y III)

Foto: La fábrica de Anabel, ahora transformada en una zona residencial y de ocio. Terrassa, mayo de 2007
(Viene de la foto del día 19-09-2007)
Poco a poco Anabel se fue enamorando de Johny, -así le llamaban sus amigos- su andaluz de ojos azules, pelo rizado y mirada socarrona. Cambiaron sus tardes de baile por paseos, disfrutando de momentos tranquilos por la ciudad, a veces sentados en un banco de alguno de los pocos parques que entonces había, otras disfrutando del sol de las tardes de domingo, o de alguna que otra tarde entre semana, pero siempre, antes que oscureciera, Johny la acompañaba a casa. El invierno era un suplicio, ya que los días tan cortos y el frío no permitían muchas de las diversiones a las que se habían acostumbrado; así que cambiaron los paseos por tardes de cine, y de refrescos en algún bar.
Quico, el padre de Anabel, ya había coincidido en la puerta de su casa con el chico andaluz, y sin tener motivo alguno, le dijo a Anabel que no le gustaba, que aquel chico no era bueno para ella; y le prohibió que lo volviera a ver nunca más.
No se si el creciente amor que sentían el uno por el otro, o tal vez la prohibición, hizo que sus citas fueran cada vez más frecuentes. Anabel tuvo que recurrir a la mentira, diciendo que salía con amigas a pasear, para poder verlo. Poco a poco, como a la mayoría de los enamorados, ya no les bastaba con los paseos por el parque, o con las tardes de refrescos, ni con sentarse en las filas de atrás de los cines, querían dar un paso adelante.
Un día, de regreso a casa, Quico los sorprendió sentados en un escalón. No les dijo nada, sólo hizo una mirada a Anabel, que hubiera sido capaz de fundir un trozo de acero. Sin retrasarlo mucho, Anabel volvió a casa, sabiendo que le iba a caer una buena bronca. Y así fue. No sólo le prohibió que lo viera, si no que le prohibió también que saliera de casa, a no ser que fuera para ir al trabajo.
Había llegado el momento de tomar una decisión. Lo estuvieron pensando, y por supuesto, ir a pedir la mano de Anabel, no era una salida que Johny pudiera barajar; así que Johny le ofreció la posibilidad de ir a vivir a casa de sus padres, en una casa de campo a las afueras de la ciudad. Después de pensarlo mucho, y sin otra solución aparente, Anabel aprovechó la salida de sus padres y sus hermanos al cine, un domingo por la tarde, en el que actuaba Emilio el Moro, un humorista que estaba muy de moda entonces, para fugarse.
Anabel cogió sus cosas, las pocas que pudo llevarse, y emprendió camino hacia una nueva vida. Quico, nunca le perdonó esa "traición", y le prohibió acercase a su casa, ni siquiera para visitar a sus hermanos y a su madre.
Pasaron un par de años y Anabel tuvo una preciosa niña, hermosa como los ángeles, y eso la hizo sentirse muy feliz, pero en su interior no dejaba de pensar en su familia, en su madre, en sus hermanos, y en su padre, a los que hacía tiempo que no veía. Aunque a su madre y a sus hermanos los había visto en alguna ocasión, a escondidas, pero su padre había dejado muy clara su postura.
En ese tiempo Quico había entrado ya en un hospital, aquejado de una grabe enfermedad, cáncer de estómago. Anabel aprovechó la ocasión para ir a visitarlo, con la excusa de presentarle a su nieta. Pensó que tal vez no la perdonara, pero que con la niña, olvidaría y la relación se relajaría un poco y tal vez pudieran recuperar lo que tenían antes.
Anabel entró en la habitación del hospital. Su temor era tan grande como las ganas de recuperar a su familia. Hola, papa - le dijo Anabel - he venido para que conozcas a tu nieta, y se la dejó en los brazos. Quico estaba sentado en una butaca. Se levantó, e hizo el amago de abrir la ventana, como para tirar a la niña. Anabel, le arrebató a la criatura y salió corriendo y llorando del hospital. Por supuesto que Quico no hubiera arrojado a la niña por la ventana, pero aquella fue la manera de decirle que nunca la perdonaría. No hicieron falta palabras.
Nunca más volvieron a hablar. Al cabo de muy poco tiempo, Quico murió. Y Anabel fue al entierro, acompañada de su andaluz de ojos azules y de su angelito. Al cabo de un año nació su segundo hijo, y le llamó Francisco.
Anabel siguió su vida, tiene hoy más de sesenta años, y es una madre y una abuela ejemplar, moderna, sensible, respetuosa, y llena de cariño para con los suyos. Aun así, sigue arrastrando aquel dolor de no saberse perdonada por su padre.
Feliz día, viajeros
Entrellat
PS: Esta historia es completamente real, algunos de los nombres están cambiados por respeto. La he escrito porque quería hablar de esa situación en la que se queda uno cuando tiene temas pendientes de solucionar. A mi me pasó algo parecido con mi padre, él murió mientras nuestra relación se había deteriorado tanto que ya no nos veíamos. Fui a su entierro, con rabia, porque no sabía lo que sentía por él. Y lloré, como no había llorado nunca en mi vida. No se si por que se había muerto mi padre, o porque con esa muerte ya no podría recuperar lo perdido, ya nunca podría solucionar mis temas pendientes con él. Con el tiempo he aprendido a no juzgarle, a no juzgarme a mí mismo, y a pensar que la vida es así, y que muchas veces no somos culpables de nuestros sentimientos, de nuestros valores, y que tal vez él no sabía actuar de otra manera. Y desde que he aprendido eso, me siento más tranquilo, más en paz conmigo mismo. Gracias por vuestra paciencia.

viernes, 21 de septiembre de 2007

La estupidez no tiene límite

Foto: Un caballo en la plaza de España. Roma, junio de 2007
Me había propuesto acabar la historia de Anabel, pero hoy ha llegado a mis manos una noticia que me ha dejado a cuadros y no quería dejar de compartirla con vosotros.
Normalmente, intento no generalizar, creo que no es justo, aunque no siempre lo consigo. No me gusta decir que los españoles somos bajitos, o que los franceses son impertinentes, o que los americanos son estúpidos; pero en este último caso, se empeñan terriblemente en disimularlo muy bien. Aquí os paso la noticia y no voy a hacer ningún comentario. Habla por si sola.
”Un senador estadounidense demanda a Dios por causar 'catástrofes' en el mundo
El senador estatal de Nebraska, Ernie Chambers, presentó una demanda judicial contra Dios, al que acusa de haber causado "nefastas catástrofes" en el mundo, que han provocado muerte y destrucción sin misericordia.
El escrito fue admitido a trámite el pasado 14 de septiembre por la Corte del distrito de Douglas, en Nebraska, en una prueba más de que en Estados Unidos las demandas pueden prosperar pese a lo extravagante que sea su contenido.
La demanda reconoce que el "demandado" es conocido con varios "alias, títulos, nombres y designaciones".
Ante la imposibilidad de que Dios se presente en el proceso, se cita a los representantes de "varios religiones, denominaciones, y cultos que, de manera notoria, reconocen ser agentes del demandado y hablan en su representación.
El demandante reconoce que ha hecho "razonables esfuerzos" para invocar al demandado, con llamados de "manifiéstate, manifiéstate, donde quiera que estés", aunque sin éxito.
En la demanda, el senador lanza en lenguaje bíblico varias acusaciones contra Dios, como que ha causado "espantosas inundaciones, egregios terremotos, horrendos huracanes, terroríficos tornados, perniciosas plagas, feroces hambrunas, devastadoras sequías, y guerras genocidas". Todas estas "nefastas catástrofes" han provocado "muertes generalizadas, destrucciones y ha aterrorizado a millones y millones de habitantes de la tierra, incluidos bebés inocentes, niños, ancianos y enfermos, sin ninguna distinción".
Con todo ello, "el demandado no ha mostrado ni compasión ni remordimiento", y no contento con esto, incluso ha proclamado que "reirá cuando las calamidades ocurran".
Para Chambers, que ocupa un asiento en el Senado de Nebraska desde 1970, "la conducta pasada y la historia del demandado hace ver que sus amenazas terroríficas son creíbles".
Por ello, pide al juez que someta a Dios a un proceso judicial, no sin antes pedirle que le haga un requerimiento permanente para que cese en sus "acciones destructivas y sus amenazas terroríficas".
Feliz día, viajeros
Entrellat

miércoles, 19 de septiembre de 2007

Allí donde la vida te lleve (II)

Foto: Eme y su hermana mirando al Gran Canal. Venecia, junio de 2007
(Viene de la foto anterior)
Al cabo de unos meses, vendieron la casa del pueblo, y con lo imprescindible, Anabel, sus dos hermanos menores y su madre, emprendieron el camino hacia Terrassa, para reunirse con su padre.
El padre, con el dinero que había conseguido ahorrar, y lo que habían conseguido con la venta de la casa del pueblo, compró una casa en un incipiente barrio de la ciudad, un barrio de casas auto construidas, que estaba principalmente habitado por inmigrantes gallegos, andaluces, extremeños y de muchas otras partes de España, en las cuales también se hacía difícil sobrevivir.
La madre de Anabel, cuando llegó a la casa que había comprado su marido, no pudo reprimir sus ganas de llorar, y un par de lágrimas cayeron de sus ojos. No es que la del pueblo fuera mucho mejor, pero con los años habían conseguido hacer de aquel espacio su hogar. La nueva era mucho más pequeña, y estaba en unas condiciones que dejaban mucho que desear. El marido, intentó consolarla, diciéndole que aquello era el comienzo, que sólo estarían allí hasta que ahorraran lo suficiente para conseguir algo mejor.
Y pasaron los años, y cambiaron de una casa a otra dos o tres veces. Con las ilusiones ya recuperadas, y viendo que la nueva ciudad les ofrecía muchas posibilidades de mejorar, ya que todos podían trabajar, continuaron con su vida, trabajando mucho, eso sí.
En aquel tiempo Anabel, que como la mayoría de las chicas de su edad, trabajaba en una fábrica textil, empezó a salir, a pasear con las amigas, y a fijarse en los chicos que encontraba en los sitios donde iban a bailar, a escondidas de sus padres, claro, ya que no estaba bien visto en aquella época que una chica fuera al baile. En una de esas escapadas, conoció a un chico andaluz, unos tres años mayor que ella, de pelo negro, ojos azules y sonrisa socarrona. Aquel chico y lo que con él pasó, marcaría, para siempre, el resto de su vida.
(Continuará…)
Feliz día, viajeros
Entrellat

sábado, 15 de septiembre de 2007

Allí donde la vida te lleve (I)

Foto: Una pareja a orillas del Sena. París, junio de 2007
Anabel era una chica llegada de provincias, hacía bastantes años. Su padre había llegado, unos meses antes a Terrassa, para ir buscando una vivienda donde alojar a sus tres hijos y a su mujer, ya que la vida en el pueblo hacía tiempo que había dejado de ser fácil, si es que alguna vez lo había sido.
En una aldea cercana al pueblo, Quico, el padre de Anabel, hacía su jornada de sol a sol, conduciendo un tractor y arando los campos, y cuando llegaba a casa, después de cenar, reunía a sus tres hijos alrededor de la mesa y empezaba a darles clases. Les enseñaba a leer, a escribir, a hacer cuentas y todo aquello que él había aprendido y que con el tiempo le fue de utilidad. Los niños no podían ir al colegio, porque en la aldea donde estaba la pequeña casa de Anabel, ni siquiera había colegio. De hecho no había nada, ni una tienda, ni una taberna, nada. Era un conjunto de pequeñas casas, construidas para albergar a las familias de los trabajadores del campo. El pueblo estaba a unos kilómetros de distancia y nadie podía permitirse llevar a los niños a la escuela, no había ni tiempo, ni medio de transporte. Quico era bastante estricto, porque la dura jornada de sol a sol, no le dejaba ánimos ni ganas de bromear ni de perder el tiempo, y quien sabe si la falta de recursos que esa vida le proporcionaba, le imprimió la amargura que le duró hasta el fin de sus días. A pesar de eso, cada día, después de cenar, dedicaba un rato a preparar a sus hijos para la vida, cosa que la mayoría de los que vivían en la aldea no hacían, pero él sabía que eso les ayudaría más adelante.
Algunos de los familiares de Quico, ya hacía un par de años que habían marchado del pueblo, unos a Francia, otros a Alicante, y algunos otros a una ciudad que ni siquiera había oído nombrar, Terrassa. Muy de vez en cuando recibían noticias por carta de esa ciudad. Les informaban que estaban bien de salud, a Dios gracias, que habían comprado una casa en las afueras de la ciudad, que cada día abrían más fábricas, y que pedían muchos trabajadores. Cada día llegaba gente a la pequeña ciudad procedente de todas partes de España para trabajar en las nuevas y prósperas fábricas. Por eso Quico, viendo que el futuro que les esperaba a sus hijos en el pueblo no era muy prometedor, decidió tomar un tren que le llevó a Terrassa después de muchas horas de trayecto, casi un día entero.
Al principio se alojó en casa de unos familiares y empezó a trabajar, en una fábrica textil por la mañana y de sereno por la noche. Intentaba ahorrar lo máximo posible para poder traer a su familia. En sus rondas nocturnas de sereno, se dedicaba a vigilar el barrio donde trabajaba, a encender las luces de las calles, ya que todavía no eran automáticas, y a abrir la puerta de las casas de las personas que llegaban tarde de sus fábricas. En esa época casi todo el mundo trabajaba en las fábricas. Empezaba el boom del textil en Terrassa. En realidad había muy poca gente por las calles, a esas horas, pero la figura del sereno, daba seguridad a los pocos que por allí andaban. En esos largos ratos, Quico tenía mucho tiempo para pensar en su familia, para cuestionarse si había hecho bien en dejarlos solos en el pueblo, pero enseguida pensaba que allí, en aquella pequeña, fea y gris ciudad, estarían mejor y tendrían muchas más oportunidades de salir adelante.
(Continuará…)
Feliz día, viajeros
Entrellat

martes, 11 de septiembre de 2007

Descubriendo la vida

Foto: Un momento de la Fira Modernista. Terrassa, mayo de 2007
El domingo al medio día, vinieron a comer a casa dos de mis mejores y más viejos amigos. Y cuando digo viejos, no me refiero a que tengan ochenta años cada uno, no, que tienen mi misma edad, pero eso sí, somos amigos desde la más tierna infancia.
Uno vino con su mujer y su hijo de siete años, y la otra con su hija de cinco. Nosotros, los adultos, nos dedicamos a hablar de nuestras cosas, de nuestros trabajos, de nuestras alegrías, de nuestras penas, del sexo de los ángeles e intentamos arreglar el mundo, cosa que hacemos siempre, y que por comparación, nos ayuda a creer que, al fin y al cabo, no estamos tan mal.
Mientras tanto los niños jugaban, iban arriba y abajo, subían a la terraza, jugaban con los juguetes que el niño había traído, le hacían perrerías a Petra, mi perrita, y ella encantada; y de vez en cuando se acercaban a nuestro mundo para pedir complicidad en el juego, y después de ver que no les hacíamos demasiado caso, se volvían a marchar a seguir con sus juegos infantiles.
En un momento en el que los adultos estábamos hablando, apareció el niño para pedir permiso a sus padres para quitarse un aparato ortopédico que lleva para solucionar un problema óseo que tiene desde hace unos años. La madre le dijo que sí, que ningún problema, y el niño volvió a la habitación donde estaba jugando con la niña y cerró la puerta. La habitación da a un balcón al cual también da el salón, así que por mucho que cerraran la puerta, desde el balcón se puede acceder a la habitación, y los padres de vez en cuando iban a mirar para controlar que los niños estuvieran bien.
Notros ya estábamos riendo y sospechando lo que los niños estaban haciendo, así que en uno de esos momentos, la madre del niño fue a mirar ya que no se oía ruido, volvió con una sonrisa en los labios y nos dijo que la niña se había quitado la falda y las bragas, y que estaban cada uno sentado a un lado de la cama.
Nos reímos mucho, y pensamos en la frase tu me enseñas la tuya y yo te enseño la mía, y en el descubrimiento del cuerpo del otro, y por comparación del nuestro propio. La madre de la niña se levantó y fue en silencio a mirar lo que estaban haciendo. La niña se dio cuenta y se puso las braguitas. La madre volvió descojonándose de risa y empezamos a hablar de esos temas, de cómo habían cambiado las cosas, de si había que haberles regañado, y pensamos qué hubiera pasado si nuestros padres nos hubieran descubierto jugando desnudos con otro niño o niña. Todos estábamos de acuerdo en que si estos juegos se tratan de una manera natural, sin malicia, el descubrimiento de su cuerpo, y más adelante de su sexualidad, sería también natural, sin sentimiento de culpa.
Al cabo de un momento volvieron el niño y la niña al salón, ésta última con la falda puesta al revés y volvimos a reírnos mucho.
Me encantó el día que pasamos juntos, nuestras charlas, las risas de los niños, pero sobre todo, me encantó ver que temas como la sexualidad se empiezan a tratar con una gran naturalidad, y pensé que nuestra sociedad, aunque poco a poco, se estaba quitando el lastre de la culpa, de la carga del pecado.
Feliz día, viajeros.
Entrellat

viernes, 7 de septiembre de 2007

la calle de los chicos malos

Foto: Cartel de una calle del bario de Le Marais. París, mayo de 2007
Me llamó la atención el nombre de la calle y como estaba cansado de arrastrar literalmente mi maleta por los rincones de París, ya que en el aeropuerto le habían roto una de las ruedas, al ver en el numero 8 el cartel del Hotel du Loiret, entré a probar suerte. Les quedaba sólo una habitación libre, de las que ellos llaman económica, y como estaba dentro de mi presupuesto, sin dudar la acepté. No era muy grande, tenía el techo abuhardillado, dos camas individuales, con unos edredones azules, un baño pequeño pero limpio y una ventana desde las que se veían los tejados del edificio de enfrente y si arriesgabas un poco y te colgabas de la ventana, hasta se podía ver la calle.
Hacía mucho calor, así que me di una ducha fría. Retiré el edredón y con la toalla mojada, me tumbé en la cama a descansar y a organizar lo que quedaba del día. Cogí la guía pero en seguida sentí hambre, así que me vestí y bajé a la calle. Caminé un poco y en la acera de enfrente, a unos cuantos metros del hotel, encontré un restaurante lionés con un nombre curioso “Mmmm!!! Les Mauvais Garçons”. No podía parar de sonreir mientras entraba en el restaurante, así que la persona que me atendió me preguntó porqué sonreía tanto, y le dije que me parecía curioso el nombre del restaurante y el de la misma calle. Me explicó que era una calle antigua, que ya existía en el siglo XIII, y cuyo nombre era Calle Chartron, pero que todo el mundo la conocía por la Calle de los chicos malos, por la población “turbulenta” que allí se encontraba.
No se si fue por la conversación que tuvimos, pero me ofreció una mesa en un rincón privilegiado, así que le di las gracias y miré la carta. Elegí un entrecot, una ensalada de la casa y una copa de vino de Burdeos. Mientras cenaba me puse a mirar a los clientes del restaurante, dos mesas más allá había un chico de mi estatura más o menos, sentado en una mesa. Estaba solo, pero la mesa estaba preparada para dos, pensé que estaba esperando a alguien. Acabé de cenar, y el chico todavía estaba solo. Le han dado plantón, pensé.
Mientras pagaba mi cuenta, el chico hizo una llamada, y salió del restaurante, dejando en la mesa un sobre y unas llaves. Cogí sus cosas, y salí detrás de él para devolvérselas, pero al girar la esquina ya no lo ví. Me metí el sobre y las llaves en el bolsillo y seguí caminando. Al cabo de unos minutos lo encontré sentado en el escalón de un portal, mirando hacia el suelo. No se por qué, pero no me acerqué a devolverle sus cosas, en vez de eso me senté a unos metros de él en un banco. Al cabo de un momento, se levantó y empezó a andar. Le seguí. Intenté que no se diera cuenta de mi presencia, así que de vez en cuando me paraba para mantener una cierta distancia. Llegó hasta el Sena, y se sentó en uno de los muelles. Estaba solo, no había nadie a su alrededor. Yo lo miraba desde arriba, y sentía como un subidón de adrenalina. No había hecho nunca nada parecido, además no sabía dónde me iba a llevar todo aquello. Mientras pensaba que no estaba bien lo que estaba haciendo, y había decidido marcharme, el chico sacó del pantalón una pistola y empezó a jugar con ella. Me asusté, pero fui incapaz de moverme. Tenía miedo que si me descubría, me disparara. El chico pegó un grito ahogado, se metió la pistola en la boca y disparó. Sin saber porqué, salí corriendo, asustado, sin dirección.
Estuve caminando por las calles de París, dando vueltas durante un par de horas, con la mente en blanco y sin saber qué hacer. Sin saber cómo, me encontré en la calle de los chicos malos, me dirigí al hotel y subí a la habitación. Me desnudé, y me volví a duchar, estaba muy alterado y no sabía qué tenía que hacer. Me volví a tumbar en la cama con la toalla mojada, seguía haciendo calor. En ese momento me acordé de la carta y de las llaves. Me levanté y cogí la ropa de la cama de al lado, donde la había dejado y busqué en los bolsillos de la chaqueta. Cogí la carta y empecé a leer:
Querida Berthe,
Cuando leas esto estarás sola en el restaurante, te habré devuelto tus llaves y te habré dejado esta carta. Perdona que no haya sido capaz de hablar contigo, pero ya sabes que no soy bueno para eso. No te pido perdón por haberte pegado, se que eso no se puede perdonar. Es mi castigo. Soy celoso, y no puedo controlar mis impulsos. Sé que no es la primera vez que te he pegado, ni creo que hubiera sido la última, pero si te sirve de consuelo, luego me arrepiento y sufro mucho. Se que no es excusa, pero no se cómo solucionarlo, y por eso me voy. Soy un chico malo, como tu dijiste en nuestra primera cena, en este mismo restaurante, por eso te he traído aquí. Tengo muchas cosas que pensar, y no se por donde empezar.
Espero que algún día, con el tiempo, llegues a olvidarme y a olvidar todo esto.
Lo siento. Adiós.
Thierry
Me quedé dormido al cabo de mucho rato. Por la mañana me desperté con frío en el cuerpo, la toalla, pensé, y con una resaca espantosa. Me volví a duchar, esta vez con agua caliente, me vestí y bajé a desayunar. Busqué en el diario de la mañana, pero no había nada, ninguna noticia. Y cuando dejé de buscar, justo cuando iba a cerrar el diario, encontré un pequeño artículo que decía:
Aparece muerto a orillas del Sena un joven sin identificar, de unos 25 años. Todo parece indicar que se trata de un suicidio.
Subí a la habitación, rompí la carta y al bajar a la calle mientras paseaba la tiré a una papelera, junto con las llaves.
En todas las veces que he vuelto a París, nunca más he ido a ese hotel, ni he vuelto a pasar por esa calle. Tal vez sea porque yo después de todo aquello, también me siento un chico malo. Todavía pienso qué hubiera sido del chico si le hubiera devuelto la carta y las llaves.
Feliz día, viajeros.
Entrellat
PS: Esta historia, también es inventada, excepto los lugares, que son totalmente reales, incluidos sus nombres.

martes, 4 de septiembre de 2007

Qué extraño es lo cotidiano

Foto: Momento del partido entre el Ontinyent y el Sabadell. Sabadell, septiembre de 2007
El domingo pasado fui a ver el partido del Ontinyent con el Sabadell, que juegan en la segunda división B. Cuando entré en el campo tuve una sensación que fue creciendo a medida que se desarrollaba el partido. Me parecía estar en el Coliseo de Roma, y no porque el estadio de Sabadell sea bonito, ni espectacular, que no, más bien todo lo contrario, si no porque como el fútbol me cuesta digerir, en los momentos en los que el partido no conseguía engancharme, a parte de hacer fotos, me fijaba en lo curioso que es este espectáculo. Ver el público cómo grita, cómo insulta, cómo descarga sus tensiones en esos 90 minutos que dura “el torneo”, cómo los “gladiadores” se juegan el físico literalmente por una pelota, resulta curioso, y si lo miras con una cierta distancia, recuerda incluso al “pan y circus” de los romanos, pero sin el pan.
Ayer me decía Jota, el marido de una de mis mejores amigas, que en el poco tiempo que lleva en España, ha visto muchas cosas que le sorprenden, que son completamente diferentes a como son en su país, la República Dominicana. Cosas que para nosotros son completamente cotidianas, que están integradas dentro de nuestro día a día y que ni siquiera paramos a pensar en ellas. Lo que más le llamaba la atención es que la gente no se saludara por la calle. Explicaba que si en su país pasas por un parque y hay alguien sentado en un banco, ellos le saludan; si alguien está en la puerta de su casa, y pasan por al lado, le saludan; cuando suben al autobús, no sólo saludan al conductor, sino a toda la gente que va dentro. No penséis que antes de venir vivía en un pueblecito, no, vivía en una ciudad que es una de las más grandes del país. Y a pesar de eso, la gente sigue saludándose por la calle y los vecinos llevan comida a casa de los otros vecinos, y se conocen todos, y saben si un vecino está enfermo, y le ayudan. La mayoría de nosotros no sabemos ni siquiera cómo se llama el vecino del piso de abajo.
El otro día, me contaba, pasó por una calle en la que había unos abuelitos sentados en un banco, y se cambió de acera para no tener que pasar delante de ellos sin saludarlos, porque sabía que si les saludaba sin que lo conocieran de nada, lo iban a mirar mal, o por lo menos pensarían, ¿quién es este tío tan raro?
Jota es una persona cariñosa, sensible, lleno de energía, de vida, y lleno de curiosidad. Espero que la vida le de suficiente cariño como para que no eche de menos su país, y no se quiera marchar; suficientes “viajes” y suficiente experiencia para saber que esas pequeñas diferencias no nos hacen mejores ni peores, si no que son las que conforman nuestra idiosincrasia, y que llegamos a ellas por pura y dura evolución, ¿o tal vez sea involución?
Feliz día, viajeros.
Entrellat
PS: Por cierto, que el partido acabó 3-2 a favor del Sabadell y que el jugador del Ontinyent que lleva el número 4 en la camiseta es mi sobrino.