Foto: Momentazo del numerito gay del encuentro de antiguos alumnos de BUP. Terrassa, mayo de 2008
Llegué con dos de mis mejores amigos, un amigo y una amiga, que también habían sido compañeros de clase, y por tanto tenían la misma categoría que yo: antiguos alumnos del Instituto de Bachillerato. La cena se celebraba a las 9:30 de la noche en un salón para banquetes, pero a las 7:30 algunos ya habían quedado en primera convocatoria para hacer botellón en el Instituto. Yo ahí no había querido ir para no acabar borracho como una cuba, que yo me conozco, que tengo “mu mala bebía”.
Reconozco que si bien mi ilusión era grande, mis expectativas eran bastante malas, estaba entre la desconfianza de no saber qué me encontraría y del miedo a que aquella gente que no veía desde la adolescencia, con apenas 15 o 16 años, no tuvieran nada que ver conmigo ni con mis recuerdos.
Pero nada más lejos de la realidad, nada más llegar empecé a encontrar caras conocidas, sonrisas de oreja a oreja, abrazos de amigos, como si hubiéramos vuelto de un largo viaje, y esos apretones sirvieran para salvar la distancia que el tiempo y la vida nos había obligado a mantener. Nos explicábamos anécdotas de momentos compartidos, algunos que había olvidado por completo, y que al recordarlos fueron como volver a vivirlos.
Nos recibieron con regalos; una botella de rioja, con una etiqueta conmemorativa; un DVD con fotos de la época que habían ido recopilando, y como si de un congreso se tratara, nos colgaron una tarjeta identificativa en la solapa, con una foto de entonces y nuestro nombre, también el de entonces. Sí, porque a muchos los conocíamos por el apellido, o por su nombre en diminutivo, o por algún sobrenombre, o porque algunos habían hecho más mayor su nombre, de Paqui a Francesca, por ejemplo. A algunos si no hubiera sido por esa tarjeta no los hubiera reconocido. Sobretodo a algunas que habían cambiado la talla de su sostén y que estaban mejor ahora que hace 25 años.
La fiesta transcurrió más o menos normal, en un restaurante, como si de una boda se tratara, mesas redondas de unas 10 personas, un pica-pica, luego la comida y los postres; pero lo mejor empezó a partir de ahí. La gente se levantó de las mesas y se empezó a relacionar. Corría un micro que permitía que la gente contara anécdotas, y dejara claro que el buen rollito había empezado a sembrarse como moneda de cambio. Luego se pasó el DVD que nos habían obsequiado y a partir de aquí empezó música y a bailar; hasta que nos echaron del local, y hubo que buscar otro para los más gamberros, que seguíamos siendo los mismos, aunque esta vez con sorpresas, pues la mayoría se apuntó a continuar con la fiesta, en una discoteca de la época que había pasado a llamarse de 50 maneras diferentes, y que curiosamente ahora había vuelto a tener el mismo nombre de entonces.
Anécdotas, mil; risas, cariño, y hasta morbazo: un numerito gay en la discoteca. Dos de los más machotes de la clase se subieron al podio de la discoteca y nos regalaron un momentazo en el que se fueron quitando la ropa el uno al otro y se quedaron en pantalones, eso sí. Ahí tenéis una foto del momento. Estuvieron muy bien.
Yo ligué, pero desgraciadamente, sólo con chicas, entonces sólo gustaba a las chicas, igual que ahora. Una chica con la que casi no había tenido relación entonces, me tocó el culo, y dijo: “joder, qué durito”. Y se pasó todo el rato trayendo tías para que me tocaran el culo. El alcohol, que desinhibe.
Lo mejor de todo, a parte del momentazo gay, fue el buen rollo que hubo, la sensación de volver a tener 15 años, como si nada hubiera pasado, y sobre todo, lo mejor, que la gente no juzgaba a nadie, ni se preocupaba de si tal estaba calvo, o de si tal otra había engordado considerablemente, o de si tal otra se había puesto tetas, bueno, yo sí que me fijé. JAJAJA. Habíamos superado todas esas tonterías de la adolescencia y teníamos ganas de reírnos, pero no de los demás, de nosotros mismos. Y como siempre que se ríe uno mucho, acabé con agujetas, pero esta vez también en el corazón.
Que tengáis un feliz día, viajeros.
Entrellat