lunes, 19 de mayo de 2008

Con agujetas en el corazón

Foto: Momentazo del numerito gay del encuentro de antiguos alumnos de BUP. Terrassa, mayo de 2008
Llegué con dos de mis mejores amigos, un amigo y una amiga, que también habían sido compañeros de clase, y por tanto tenían la misma categoría que yo: antiguos alumnos del Instituto de Bachillerato. La cena se celebraba a las 9:30 de la noche en un salón para banquetes, pero a las 7:30 algunos ya habían quedado en primera convocatoria para hacer botellón en el Instituto. Yo ahí no había querido ir para no acabar borracho como una cuba, que yo me conozco, que tengo “mu mala bebía”.
Reconozco que si bien mi ilusión era grande, mis expectativas eran bastante malas, estaba entre la desconfianza de no saber qué me encontraría y del miedo a que aquella gente que no veía desde la adolescencia, con apenas 15 o 16 años, no tuvieran nada que ver conmigo ni con mis recuerdos.
Pero nada más lejos de la realidad, nada más llegar empecé a encontrar caras conocidas, sonrisas de oreja a oreja, abrazos de amigos, como si hubiéramos vuelto de un largo viaje, y esos apretones sirvieran para salvar la distancia que el tiempo y la vida nos había obligado a mantener. Nos explicábamos anécdotas de momentos compartidos, algunos que había olvidado por completo, y que al recordarlos fueron como volver a vivirlos.
Nos recibieron con regalos; una botella de rioja, con una etiqueta conmemorativa; un DVD con fotos de la época que habían ido recopilando, y como si de un congreso se tratara, nos colgaron una tarjeta identificativa en la solapa, con una foto de entonces y nuestro nombre, también el de entonces. Sí, porque a muchos los conocíamos por el apellido, o por su nombre en diminutivo, o por algún sobrenombre, o porque algunos habían hecho más mayor su nombre, de Paqui a Francesca, por ejemplo. A algunos si no hubiera sido por esa tarjeta no los hubiera reconocido. Sobretodo a algunas que habían cambiado la talla de su sostén y que estaban mejor ahora que hace 25 años.
La fiesta transcurrió más o menos normal, en un restaurante, como si de una boda se tratara, mesas redondas de unas 10 personas, un pica-pica, luego la comida y los postres; pero lo mejor empezó a partir de ahí. La gente se levantó de las mesas y se empezó a relacionar. Corría un micro que permitía que la gente contara anécdotas, y dejara claro que el buen rollito había empezado a sembrarse como moneda de cambio. Luego se pasó el DVD que nos habían obsequiado y a partir de aquí empezó música y a bailar; hasta que nos echaron del local, y hubo que buscar otro para los más gamberros, que seguíamos siendo los mismos, aunque esta vez con sorpresas, pues la mayoría se apuntó a continuar con la fiesta, en una discoteca de la época que había pasado a llamarse de 50 maneras diferentes, y que curiosamente ahora había vuelto a tener el mismo nombre de entonces.
Anécdotas, mil; risas, cariño, y hasta morbazo: un numerito gay en la discoteca. Dos de los más machotes de la clase se subieron al podio de la discoteca y nos regalaron un momentazo en el que se fueron quitando la ropa el uno al otro y se quedaron en pantalones, eso sí. Ahí tenéis una foto del momento. Estuvieron muy bien.
Yo ligué, pero desgraciadamente, sólo con chicas, entonces sólo gustaba a las chicas, igual que ahora. Una chica con la que casi no había tenido relación entonces, me tocó el culo, y dijo: “joder, qué durito”. Y se pasó todo el rato trayendo tías para que me tocaran el culo. El alcohol, que desinhibe.
Lo mejor de todo, a parte del momentazo gay, fue el buen rollo que hubo, la sensación de volver a tener 15 años, como si nada hubiera pasado, y sobre todo, lo mejor, que la gente no juzgaba a nadie, ni se preocupaba de si tal estaba calvo, o de si tal otra había engordado considerablemente, o de si tal otra se había puesto tetas, bueno, yo sí que me fijé. JAJAJA. Habíamos superado todas esas tonterías de la adolescencia y teníamos ganas de reírnos, pero no de los demás, de nosotros mismos. Y como siempre que se ríe uno mucho, acabé con agujetas, pero esta vez también en el corazón.
Que tengáis un feliz día, viajeros.
Entrellat

sábado, 17 de mayo de 2008

Saludos desde Can Brians

Foto: Collage con fondo de una foto de Canary Warf, Londres, junio de 2003
Buenaaaas! Hoy actualizo desde la biblioteca del módulo segundo de la prisión de Can Brians. Sí, no pude más, le pegué dos tiros al señor de telefónica. ¿Que si me arrepiento? No, para nada. Bueno, sí, pobre, el novio de mi madre que es cazador, va a tener problemas por haberme dejado la escopeta de cañones recortados, que en realidad no me la dejó, que fui yo el que se la cogió, pero explícale eso al juez.
Me preguntaba el psicólogo del centro esta mañana que cómo me sentía. Tranquilo, tranquilo, tranquilo, le he dicho. Ya se que me tocará estar unos años aquí, pero bueno, como soy buena persona seguro que me rebajan la pena y en unos años estaré fuera… Esto último no se lo he dicho, que si no, no me conmutan la pena.
No, por supuesto que todo esto no es cierto, pero a punto ha estado de ser verdad. Llevo desde el día 3 sin Internet y ya estaba de los nervios. No porque no tuviera acceso a Internet, si no por la tomadura de pelo que desde la compañía Telefónica hemos sufrido estos días.
No os explico la historia porque sería tan larga y aburrida como la que hemos tenido con ellos, pero recaputilando - recapitulando, perdón – resulta que por un error de ellos nos han tenido todo este tiempo sin Internet, con las consiguientes más de 50 llamadas a los servicios técnicos, al servicio de atención al cliente, a calidad, y a su pu… madre. Total, que ayer ya me funcionó, y no le di un beso al técnico que vino a casa, porque estaba más por lo de la escopeta de cañones recortados, pero me dije: no la líes, no la líes…
Bueno, que no me queda otra cosa que pedíos disculpas por la ausencia, y decíos que seguiré por aquí dando guerra.
Cambiando de tema, hoy ha llegado el gran día. Esta noche es la noche de la gran trobada, el gran encuentro de antiguos alumnos de BUP. Por si alguien no se acuerda, aquí os paso la previa, con foto hortera y todo.
Después de pensarlo mucho, y de decidir que estaba dispuesto a enseñar a los demás lo cruel que ha sido el tiempo conmigo, esta noche me pondré mis mejores galas, o por lo menos las que mejor me sienten, y acudiré al acto para reírnos un poco juntos de lo que los años 80 hicieron en nuestras vidas. Dice una amiga mía que siempre hay alguien que está peor que tu. Claro, eso lo dice ella que está guapísima de la muerte.
Bueno, mañana os cuento cómo fue la cena y os pondré alguna foto del evento, que ya me imagino que será de un hortera que espanta, pero bueno.
Que tengáis un feliz día, viajeros.
Entrellat

domingo, 4 de mayo de 2008

Como a nadie le importa

Foto: Jose en casa de sus padres, en Madrid, aproximadamente el 1987
Hacía tan sólo un par de minutos que la lista de los 20 preseleccionados para el viaje a Nueva York había salido por la parte inferior de la pantalla de la televisión, cuando sonó el teléfono. Lo cogí. Estaba nervioso, pensando que sería del concurso al que acababa de llamar. Primero no dijo nada. Silencio. Y luego sólo dijo: “felicidades, preseleccionado”. No lo había reconocido, hacía más de 20 años que no oía su voz.
Era la noche de fin de año y había ido con Eme a Madrid, a cumplir uno de mis caprichos: tomar las doce uvas en la Puerta del Sol, mientras sonaba la canción de Mecano. En el hotel de la Plaza del Carmen, entre la Gran Vía y la Puerta del Sol, Eme se duchaba mientras yo miraba la tele y hablaba con Jose por teléfono.
-¿Y qué haces en Madrid? – preguntó él.
-Pues aquí, que voy a ir a ver las campanadas a la Puerta del Sol.
-¡Vaya turistada! ¿Y por qué no me has avisado que venías?
-No sé, hemos llegado hace un rato, y estamos cansados – dije desconcertado. No se me ocurría otra excusa - ¿Has ido alguna vez? – le pregunté para romper el silencio que se había vuelto a crear.
-No, claro que no - dijo él.
-¿Y por qué no te vienes con nosotros? - le dije yo.
-Ya sabes que no puedo, pero tú sí que puedes venir a verme. ¿Por qué no lo hiciste? ¿Por qué no viniste a verme entonces?
-No sé, sentí miedo. El día aquel, cuando sonó el teléfono dos veces y no llegué a cogerlo, sentí como un escalofrío, y llamé a tu casa para preguntar por ti, y tu madre me dijo que habías muerto hacía dos semanas. ¿No te han dicho nada? – me dijo la mujer casi llorando. Y colgué, mientras le decía lo siento, lo siento, lo siento, sin parar de llorar. Me sentía avergonzado y triste. Y ya no volví a llamar, nunca más.
-Te quiero Jose- le dije, como pidiendo perdón.
-Yo también, no te preocupes. “Oyes. Ya sabes, como a nadie le importa” – dijo él utilizando una frase de una amiga suya, que había generado muchas risas entre nosotros.
Mientras hablaba con Jose, sentí como si mis palabras hubieran estado preparadas desde hacía tiempo, aunque sólo ahora podían ser dichas, y sentí que nuestra conversación discurría de una manera natural y llena de cariño, sin reproches, como siempre había sido nuestra amistad.
-Despierta, te toca ducha – dijo Eme, mientras me daba un beso suave en los labios- Te estabas riendo, ¿qué estabas soñando?
-No sé, perdona, me he quedado dormido.
-Sí, ya veo, y casi tiras el teléfono al suelo.
-Luego te cuento - dije todavía atontado, sin poder articular apenas una palabra.
-Nueva York… ¿A quién le tocarán esos viajes?- dijo Eme, incrédulo mientras miraba el televisor, que se había quedado encendido.
Su comentario me hizo despertar de golpe y miré la lista de los ganadores que pasaba de un lado a otro de la parte inferior de la pantalla, pero el mío no estaba.
- Yo creo que es mentira, que no le tocan a nadie, que los nombres que ponen ahí abajo son inventados. Venga… dúchate, que nos van a dar las campanadas – dijo mientras guardaba mi teléfono en la funda, y me ayudaba a levantarme de la cama.
Hoy me he despertado a las 6 de la mañana, y estaba soñando que hablaba con un amigo de Madrid, que murió hace muchos años, y como no he podido volverme a dormir, como no he querido volverme a dormir, le dedico mi sueño y mi actualización de hoy.
Y a todos vosotros, que tengáis un feliz día, viajeros.
Entrellat